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1ro de diciembre de 2020 Twitter Faceboock

Nacional
Lecciones de la historia para enfrentar el ajuste de un gobierno peronista
Facundo Aguirre | @facuaguirre1917

El gobierno de Alberto Fernández, en medio de una crisis económica brutal, ha votado un presupuesto dictado por el FMI que va a empobrecer a los trabajadores y el pueblo. ¿Qué nos enseña la historia sobre cómo enfrentar al régimen del ajuste con el peronismo en el poder?

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En junio de 1975, el ministro de economía de Isabel Perón, anuncio un plan de ajuste leonino, que devaluaba la moneda en un 61 %, liberaba los precios y tarifas que llegaron a aumentar hasta un 180 % y limitaba los aumentos en paritarias a un 40 %. El ataque brutal a las condiciones de vida de los trabajadores y las clases medias respondía a que el país había visto cerrar los mercados internacionales a sus exportaciones y entraba en una fase de crisis económica catastrófica, acompañando la crisis mundial. El gobierno de Isabel era un gobierno que había decretado el Estado de sitio, intervenido las universidades y lanzado una guerra civil larvada contra la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud a través de las bandas fascistas de la Triple A -creadas con la venia de Juan Domingo Perón-, integradas por matones de la burocracia sindical, lumpenes, grupos nazis y los mandos de la Policía Federal, y comandadas políticamente por el hombre fuerte del gobierno José López Rega.

La huelga general impuesta desde abajo

La respuesta a este ataque a los trabajadores surgió desde abajo, motorizada por las comisiones internas y cuerpos de delegados que, desde el Cordobazo de 1969, habían sido recuperadas para posiciones combativas, anti-burocráticas y clasistas.

Desde las empresas los trabajadores comenzaron a ponerse en movimiento, coordinarse zonalmente y movilizar, formando las coordinadoras interfabriles. Esta situación de desborde y auto-organización, obligó a la burocracia sindical encabezada por el líder de la UOM, Lorenzo Miguel, a romper coyunturalmente con el gobierno, convocar a un paro el 27 de junio y una huelga general los días 7 y 8 de julio que termino derrotando el plan Rodrigo y expulsando del gobierno al ministro de economía y a José López Rega.

En ese entonces la burocracia sindical no solo estaba con el gobierno, sino que, integraba las bandas fascistas y combatía a los tiros al activismo. De esa forma habían logrado desde 1973, dividir al movimiento obrero entre una extendida vanguardia a nivel nacional y las grandes masas que tenían ilusiones en el gobierno peronista. El plan Rodrigo fue un cachetazo a las mismas y lo que empujo a los trabajadores a la acción.

Ahora bien, fue la coordinación de esa extendida vanguardia y de sus acciones, creando las coordinadoras interfabriles, lo que permitió derrotar la división impuesta por la burocracia sindical y la realización del frente único de las grandes masas obreras tanto el 27 de junio como el 7 y 8 de julio. El frente único permitió la movilización y la imposición de la huelga general política, la primera en la historia contra un gobierno peronista, un hito de lucha de la clase obrera argentina.

Entonces el plan Rodrigo, el ajuste que inaugurara la época de los grandes saqueos nacionales al servicio del imperialismo y el FMI, fue derrotado mediante el frente único, impuesto desde abajo a direcciones abiertamente reaccionarias, que dieron lugar a la huelga general política.

La anomalía argentina

En un viejo articulo de Ideas de Izquierda describíamos de la siguiente manera el proceso de auto-organización de los trabajadores y su extensión “Las coordinadoras aglutinaron a una importante fracción de los trabajadores industriales y de los servicios, cerca de 130.000 teniendo en cuenta su representación fabril, y disputaron en el territorio de la fábrica el poder a los capitalistas. Divididas territorialmente agrupaban a 129 comisiones internas y cuerpos de delegados de las principales empresas de la industria, en las zonas Norte, Sur, Oeste, La Matanza del Gran Buenos Aires, La Plata-Berisso-Ensenada y Capital, sin contar su peso relevante en la región de San Lorenzo y Córdoba. Su influencia se extiende aún más si se tiene en cuenta la presencia de delegaciones en los dos plenarios nacionales realizados.”

Este proceso de autorganización puso en evidencia lo que el historiador Adolfo Gilly denomino la “anomalía argentina”: “El control por el Estado desde arriba, a través de los dirigentes peronistas, el empuje y la organización de los trabajadores desde abajo marcó desde entonces (1945) a los sindicatos industriales de masas argentinas. En el ‘Cordobazo’ de 1969, pero sobre todo en la huelga general de julio de 1975, la tensión permanente entre estas dos determinaciones entró en conflicto antagónico. En ambas ocasiones, el factor decisivo de organización de las luchas fueron los organismos de fábrica. Pero en 1975 éstos desbordaron durante varios días a la alta dirección sindical, se coordinaron independientemente de ella y entraron en contradicción directa con el gobierno peronista y con el Estado”.

Crisis de dirección

En el proceso de insurgencia obrera y popular que vivió Argentina entre 1969 y 1976, las instituciones de base de los trabajadores proyectaron la idea de un doble poder a nivel de las empresas. Pero también la posibilidad de luchar por un partido revolucionario de la clase obrera que elevara la lucha a la toma del poder por parte de los trabajadores. Una dirección para que las coordinadoras disputen el apoyo de las grandes masas a la burocracia y para que las mismas se ampliarán al conjunto del pueblo pobre y trabajador.

La ausencia de una fuerza socialista revolucionaria con inserción previa en los grandes centros productivos, permitió que el peso central de las coordinadoras estuviera en manos de corrientes guerrilleristas cuya estrategia era una combinación de conciliación de clases y lucha de aparatos, como Montoneros y el PRT-ERP.

De esta manera las coordinadoras no lograron avanzar en el objetivo de que la huelga general política terminara su trabajo derrocando al gobierno de Isabel Perón. No se propusieron disputarle la base de los sindicatos a la burocracia miguelista que una vez expulsado López Rega se encargó de sostener con todas sus fuerzas a Isabel. De esta manera la burguesía consideró terminada la etapa del peronismo para lidiar contra la insurgencia fabril y abriera paso a la salida genocida.

La auto-organización recreada

Esta tradición de auto-organización de los trabajadores argentinos, que se remonta mucho más atrás que el peronismo y subsiste a él y a la burocratización de los sindicatos, es lo que explica la enorme capacidad del movimiento obrero y popular de recrear organizaciones para la lucha. Así vimos como, a mediados de los ‘90 surgieron movimientos de los trabajadores desocupados que enarbolaban la consigna de trabajo para todos, antes de ser absorbidos por el clientelismo estatal y dar paso a la actual burocracia de los movimientos sociales. O el gran ejemplo de la fabrica recuperada Zanon que puso en pie en el 2002 la Coordinadora del Alto Valle como un ejemplo de unidad entre los movimientos de desocupados, la clase obrera y las asambleas populares.

Para centrarnos en el presente, y salvando las distancias, podemos señalar el proceso incipiente de auto-organización de les pobladores de Guernica, con sus asambleas y la comisión de mujeres.

Sucede que en los momentos de crisis, cuando se agrietan los mecanismos de contención de la burocracia sindical y el clientelismo y emergen formas de auto-representación que plantean la necesidad de reorganizar las fuerzas de los trabajadores y de recuperar las organizaciones de masas en manos de direcciones burocráticas.

Lo que muestra para las luchas actuales la experiencia de 1975, es que la división de los trabajadores garantizada por el dominio de la burocracia sindical y de los movimientos sociales sobre las organizaciones de masas, no es una condición insuperable. Sino que la auto-organización y la coordinación de los sectores que hoy ocupan la vanguardia de la lucha, como los sin techo y la juventud precarizada, pueden tender puentes para la unidad con los sectores que comienzan a ponerse en movimiento de los trabajadores en blanco y las organizaciones de base combativas.

Plantar la idea de una coordinación necesaria a partir de la democracia directa y la unidad de toda la clase trabajadora ocupada, en blanco, precarizada, desocupada y sin techo, para luchar por recuperar las organizaciones de masas e imponer el frente único y la huelga general política que derrote los planes fondomonetaristas.

Auto-organización e independencia de clase

La experiencia de 1975 plantea como lección que es necesario conquistar la independencia política de los trabajadores. Desde el progresismo y lecturas de izquierda filo-peronistas se tiende a plantear que el surgimiento de instituciones de base encubre una disputa por la orientación del peronismo, como si fuera un movimiento moldeable a representar los intereses populares. Una construcción absolutamente interesada. El peronismo tiene por fin la armonía de las clases, es decir evitar que la lucha de clases ponga en peligro al país burgués.

El peronismo, bajo el gobierno de Alberto Fernández y CFK, se propone llevar adelante el ajuste dictado por el FMI, es decir es un partido del régimen que expresa la dominación imperialista en Argentina. Por el contrario, las luchas actuales, las nuevas experiencias de auto-organización, la lucha contra la política de las direcciones burocráticas en los sindicatos, constituyen la irrupción de un enfrentamiento, con la política del peronismo, una fuente de experiencia del pueblo trabajador. Se trata de un principio de politización independiente y las bases para la emergencia de una gran fuerza política revolucionaria de los trabajadores, las mujeres y la juventud.

 
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