El lunes Alberto Fernández tuvo una primera comunicación por videoconferencia con Joe Biden, presidente electo de Estados Unidos. Fue en la Casa Rosada, donde el Presidente estuvo acompañado por el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, el ministro de Economía Martín Guzmán, el secretario General de la Presidencia Julio Vitobello, el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi.
Quien se ausentó sin aviso fue el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Felipe Solá. Se había confundido de lugar. En vez de ir a la Casa Rosada fue a la quinta de Olivos. Cuando se avivó cambió de rumbo, pero al llegar a la Rosada la videoconferencia había terminado. Sin embargo, Solá después se animó a dar entrevistas relatando pormenores de una conversación en la que no estuvo. Y el bochorno desató un escándalo en el Gabinete.
En una nota con Radio Con Vos Solá aseguró que Fernández le había pedido a Biden colaboración con Mark Rosen, director de Estados Unidos en el FMI, porque el Gobierno “no está teniendo suerte en ese sentido”. Pero fuentes del Gobierno dijeron que eso nunca lo hablaron Fernández y Biden.
Se comenta que esas afirmaciones de Solá no le cayeron para nada bien a Martín Guzmán. “Estos dichos sólo complican aún más las conversaciones con el FMI”, dijeron desde el entorno del ministro de Economía y por eso desde el propio Gobierno se salió a aclarar que Solá había mentido.
“Fueron declaraciones desacertadas, no lo vamos a negar, pero hay que seguir”, dijo un funcionario nacional a TN, mientras desde Cancillería prefirieron directamente no hablar del tema.
Según informó Infobae este jueves, en las últimas horas las relaciones entre Fernández y Solá empeoraron a un nivel nunca antes visto. Ya nada queda, al parecer, de aquella excelente onda que tenían en tiempos en los que ambos enfrentaban al kirchnerismo tras la candidatura de Sergio Massa.
A tal punto está “rota” la relación que el Presidente no le responde el teléfono a su canciller y deja todo contacto en manos de Cafiero. De hecho, el periodista Roman Lejtman relató que fue el propio jefe de Gabinete quien atendió una “llamada urgente” de Solá, donde éste dijo estar siendo “perseguido por la interna” de la Casa Rosada.
Infobae relata que un asesor le preguntó a Cafiero “¿cómo fue la charla con Solá?”, a lo que éste respondió que “puso excusas de lo que había ocurrido y trató de derivar culpas”. Consultado sobre qué le dijo entonces el jefe de Gabinete al canciller, Cafiero dijo “que se ordene, que no hable y que se dedique a trabajar”.
Los chispazos entre la Casa Rosada y el Palacio San Martín no son de ahora. En casi un año de gobierno ya fueron varias las crisis creadas por diferencias de criterios o posturas entre el Presidente (con su núcleo duro de funcionarios) y el canciller.
Quizás la más recordada sea la que se produjo tras la votación de Argentina acompañando la Resolución del Grupo de Lima contra Venezuela, a pedido de la administración de Trump. El hecho derivó en la renuncia de la embajadora en ese país latinoamericano, Alicia Castro, quien culpó a Solá por ese alineamiento con el imperialismo estadounidense.
Castro ya no es embajadora y Solá sigue siendo canciller. Sin dudas una decisión del binomio presidencial de les Fernández, quienes en medio de una profunda crisis económica y social procuran mostrar a un Gobierno “fuerte” y cohesionado.
Parece que en definitiva termina ganando la máxima que el canciller, exgobernador bonaerense, exsecretario de Carlos Menem y responsable político del crimen de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán expusiera años atrás cuando le preguntaron cómo hay que hacer para perdurar en política: “hay que hacerse el boludo”. | 
