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18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

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Debates: ¿Qué es el socialismo?
Óscar Fernández | @OscarFdz94

Usualmente la derecha se burla de quienes reivindicamos el socialismo diciendo que siempre argumentamos que "eso no era verdadero socialismo" cuando el sistema fracasa. ¿Pero entonces qué se considera o no socialismo? ¿Existe tal cosa como un "verdadero" socialismo?

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Los sectores de derecha y “libertarios” siempre sostienen que, ante el fracaso de un régimen “socialista”, la izquierda responde “eso no era verdadero socialismo”. Pero en realidad ese argumento lo que desnuda es tanto la ignorancia de quien lo esgrime como su concepción (o falta de) sobre el término. La derecha y los pseudo-libertarios hacen —contrario al método científico— el proceso inverso: de su concepción a priori van llenando los espacios en blanco de modo que regímenes tan dispares como la URSS de Stalin, la Venezuela de Chávez [1] e, incluso en los ejemplos más irracionales, la Alemania Nazi, terminan todas bajo la etiqueta de que eran “socialistas”.

El socialismo de Marx y sus contemporáneos

Marx plantea en el Manifiesto: “Los sistemas socialistas y comunistas propiamente dichos, los sistemas de Saint-Simon, de Fourier, de Owen, etc., hacen su aparición en el primer período de la lucha entre el proletariado y la burguesía”. [2] A lo que Marx se refería era que existían experiencias como los falansterios [3] o movimientos como el cartismo, [4] que ponían por frente soluciones parciales e incluso pacíficas para resolver la desigualdad de clases mientras los capitalistas reprimían a los trabajadores con sus fuerzas armadas, derivando en situaciones más convulsas y violentas, siendo el máximo ejemplo la Primavera de los Pueblos de 1848. [5]

Por ello Marx señalaba que el papel del partido era “despertar entre los obreros una conciencia lo más clara posible del antagonismo violento que existe entre la burguesía y el proletariado, con el fin de que, llegado el momento, los obreros sepan convertir de inmediato las condiciones sociales y políticas que la burguesía produce con su dominio”. [6] De las luchas meramente económicas, se pasaban a luchas políticas; de la organización local o sectorial a la organización sindical y de allí a la organización política a través de un partido revolucionario.

Al calor del avance del capitalismo y su extensión por Europa, varios socialistas comienzan a unirse en la acción común, dando lugar, en 1864 a la Primera Internacional, en la que convergen gran parte de los socialistas de Europa. Marx y Engels tuvieron un papel central en su dirección, a la vez que otras corrientes tenían concepciones distintas de cómo debía operar la organización, esto debido a que representaban a sectores más atrasados social e ideológicamente de la clase obrera.

Para Marx, la Internacional debía ser central y de allí desprenderse la acción de cada partido obrero interviniendo en la lucha de clases de manera estratégica y unificada. Por otro lado, para anarquistas como el ruso Mijaíl Bakunin, ésta debía dar más libertad a sus organizaciones, proponiendo un modelo más confederado.

La Comuna de París: la primera prueba de fuego de los socialistas

Hacia 1871, el imperio de Napoleón III se había enfrentado militarmente al Segundo Imperio Alemán encabezado por el káiser Guillermo I y Otto Von Bismarck, resultando en una derrota para los franceses, quienes acababan además de venir derrotados por la república de Juárez en México. Pero el resultado de la Guerra Franco-Prusiana generó que los trabajadores y las masas de París tomaran el control de la ciudad cuando el gobierno se retiró a Versalles, dando como lugar a lo que se conoció como la Comuna de París.

La Comuna eliminó el estandarte tricolor de la Revolución Francesa, la cual combinaba los colores reales de los Borbón (blanco) con los de la bandera de París (rojo y azul), en favor de la bandera roja que usaban los jacobinos para oponerse a la represión de La Fayette, misma que luego fue utilizada a lo largo del siglo XIX por trabajadores cuando protestaban contra la explotación del capital. Así, la Comuna comenzó a decretar medidas extremadamente progresivas en favor de los trabajadores: separar la iglesia del estado, garantizar la educación pública y gratuita, crear guarderías para los niños, poner a consulta toda la toma de decisiones políticas en asambleas democráticas en las fábricas, mismas que además se ponían a producir en favor de las necesidades sociales y no del lucro para el empresario.

Esta y muchas otras son las que va enlistando Marx en su obra La Guerra Civil en Francia (1871), donde analiza el ejemplo de la Comuna y en la que, si bien realiza críticas puntuales —no avanzar sobre Versalles, mantener intactas las finanzas de la burguesía, permitir la publicación de periódicos de los capitalistas llamando a acabar con la Comuna—, señala que era, hasta el momento, la instancia de mayor progreso que había alcanzado la humanidad hasta ese momento. Por ese motivo es que tanto anarquistas como comunistas defienden el ejemplo de la Comuna.

Pero pronto, la derrota de la Comuna trajo consecuencias importantes para la clase obrera internacional y abrió un periodo de 35 años sin revoluciones. Se acentuaron cada vez más las diferencias entre Marx y Bakunin, dividiéndose la Internacional entre marxistas (socialistas) y bakuninistas (anarquistas): los primeros señalando que los anarquistas carecían de un análisis científico, esperando que las contradicciones y la herencia de atraso social que genera el capital se esfumen de la noche a la mañana, mientras que los segundos acusaban a los comunistas de querer implantar un socialismo autoritario, denominándose ellos mismos como socialistas libertarios (la actual corriente que se reivindica “libertaria” nada tiene que ver con los verdaderos libertarios, que eran en esencia socialistas y por tanto de izquierda).

La Comuna fue atacada por los ejércitos combinados de Napoleón III y Bismarck, quienes se ensañaron contra los comuneros y fueron recibidos con júbilo por los burgueses parisinos. Por otra parte, como señala Marx en su obra La Guerra Civil en Francia, la Comuna no pudo lograr una alianza con los campesinos franceses, dejando a los comuneros sitiados por las tropas del capitalismo. Producto de ello vino una fuerte represión con miles asesinados en los muros del cementerio de Père Lachaise y un genocidio de 30 mil personas en toda Europa.

La Comuna de París fue el primer ejemplo de la historia del proletariado ejerciendo el poder político. Es así que el mismo Marx corrige su propia postura original de 1848 —que hablaba en abstracto de la toma del poder del proletariado— en el prólogo de 1872 al Manifiesto y agrega que el programa del mismo había “envejecido” frente al ejemplo de la Comuna, la cual consideraba un ejemplo de gobierno obrero y ante el cual sacó la conclusión de que “los trabajadores no debían limitarse a ocupar la máquina del estado para sus propios fines”, sino que debian construir un estado de “nuevo tipo: la dictadura del proletariado”.

De igual forma, quedaba patente para Marx cómo era posible que los trabajadores gobernaran en un ejercicio socialista, entendiendo a ésta como la primera fase del comunismo. Engels, años más tarde, en su introducción a La Guerra Civil en Francia, señalaba: “Últimamente, el filisteo socialdemócrata ha vuelto a llenarse de pavor ante las palabras ‘Dictadura del proletariado’. Bien, caballeros, ¿quieren saber cómo se ve esta dictadura? Miren a la Comuna de París. ¡Eso fue la dictadura del proletariado!”.

El legado de los comuneros

El filósofo Immanuel Kant, en su obra “El conflicto de las facultades”, señalaba que aunque una revolución fuese derrotada, “ese acontecimiento es demasiado grandioso, se halla tan estrechamente implicado con el interés de la humanidad y su influencia sobre el mundo se ha diseminado tanto por todas partes, como para no ser rememorado por los pueblos en cualquier ocasión donde se den circunstancias propicias y no ser evocado para repetir nuevas tentativas de esa índole”. La Comuna de París fue retomada por varias generaciones posteriores de revolucionarios, quienes se agruparon en el centenario de la Revolución Francesa en la Segunda Internacional.

El segundo ejemplo de una revolución socialista —misma que logró triunfar a pesar de las adversidades— es el de la Revolución Rusa de 1917. [7] En ella, los trabajadores crearon, producto de la experiencia de la Revolución de 1905, consejos obreros llamados soviets, que eran superiores a las asambleas de la Comuna de París, en tanto que éstos organizaban ciudades enteras y ramas de la producción, teniendo acción común los obreros con los partidos socialistas y otros sectores de la sociedad como la juventud o las mujeres.

Bajo la consigna de “¡todo el poder a los soviets!”, los bolcheviques, encabezados por Lenin y Trotsky, llevaron a los trabajadores al poder, estableciendo un régimen que garantizó la jornada de ocho horas, el reparto agrario entre los campesinos, expropiación sin pago de todas las empresas extranjeras, el control obrero de la producción, el monopolio estatal del comercio exterior, la separación de la iglesia y el Estado, la autodeterminación de las naciones oprimidas por el zarismo ruso, [8] el divorcio, el aborto para las mujeres y el matrimonio igualitario para la comunidad sexodiversa. Pero pronto el nuevo Estado obrero se vio enfrentado a 14 ejércitos imperialistas, bandas de ejércitos islamistas, tropas extranjeras, movimientos burgueses “locales” [9] (terratenientes ucranianos, georgianos, finlandeses, etc.), socialistas “moderados” (el ala derecha de los social-revolucionarios) y tropas fanáticamente monárquicas como las Centurias Negras.

Las duras consecuencias de la guerra civil y la Primera Guerra Mundial dieron como resultado una situación de desabasto y hambruna, ante lo cual el gobierno obrero respondió con la llamada Nueva Política Económica (NEP) para hacer frente a la escasez. Al mismo tiempo, movimientos revolucionarios en Italia, Alemania y Hungría eran derrotados, [10] dejando aislada a la recién conformada Unión Soviética —un elemento inicialmente no previsto por Lenin y los comunistas de la III Internacional, que esperaban que la revolución en Europa fuera en auxilio de las masas rusas; producto de ello es que surgió una casta burocrática, encabezada por Iósif Stalin, que expropió políticamente a la clase trabajadora, dirigiendo de manera autoritaria la economía y eliminando las instancias de democracia obrera y soviética.

¿Era la URSS de Stalin socialista?

Marx señalaba que el socialismo partía de un “desarrollo de las fuerzas productivas [que] constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la vieja mierda previa”. [11] Pero además, el carácter de la revolución socialista —que es internacional por su contenido— podía sentar las bases de nuevos tipos de relaciones, hermanando a los trabajadores de todos los países e instaurando gobiernos en los países capitalistas adelantados. De hecho, Marx y Engels esperaban que una revolución socialista triunfante se diera en países como Francia e Inglaterra.

Lo que Marx no podía prever es qué ocurriría si la revolución triunfaba en un país como Rusia, económicamente atrasado y carente de los avances tecnológicos que sí tenían Alemania, Francia e Inglaterra; cuestión que se planteó como una posibilidad a partir de la expansión del capitalismo a todo el globo y la emergencia del imperialismo. Esta posibilidad —que Trotsky previó magistralmente desde 1905 en su obra Resultados y Perspectivas— planteaba que un país atrasado podía llegar más rápido a la dictadura del proletariado, pero más tarde al socialismo. Después de la revolución de Octubre, el atraso social y cultural ruso mostró la realidad de esto, lo cual fue potenciado por el aislamiento de la revolución, sobre lo cual surgió una casta burócrática, que en pocos años —a partir de derrotar a la vanguardia revolucionaria y en particular a la Oposición de Izquierda liderada por Trotsky— expropió políticamente a la clase obrera.

La URSS efectivamente había eliminado la propiedad privada e incluso trajo una política de industrialización y colectivización, [12] conformándose como un estado obrero, pero la dominación burocrática se basó en liquidar la democracia proletaria en los centros de trabajo, así como en impedir la existencia de partidos revolucionarios por fuera del PCUS ni la existencia de corrientes internas en éste. [13] La burocracia encabezada por Stalin elaboró la teoría revisionista del “socialismo en un solo país” que pregonaba —contra las posiciones de Lenin y Marx, abandonando el internacionalismo— que la URSS por sí misma podía llegar al socialismo, una postura contra la que luchó Trotsky porque sabía que la única forma de que eso fuera posible era mediante revoluciones socialistas, en especial en países imperialistas, que permitiese el triunfo de la revolución a nivel internacional, como planteaba en su Teoría de la Revolución Permanente.

La burocratización se expresó en todos los niveles, y la reacción creció también en el terreno social, artístico y cultural. De las discusiones que surgieron en los primeros años de estabilidad —mismos que fueron plasmados por Trotsky en Literatura y revolución— acerca de las relaciones interpersonales, el amor, el lenguaje, etc., se pasó a un régimen que volvía a criminalizar el aborto, perseguía a las personas homosexuales y de la comunidad LGBT al considerarlas “desviaciones burguesas”, continuaban las supersticiones basadas en la religión, el machismo, el alcoholismo, etc.

¿Qué era entonces la Unión Soviética? ¿Se ajustaba o no a las concepciones de Marx y Lenin? Trotsky en su obra La Revolución Traicionada llamaba a la URSS una sociedad en transición hacia el socialismo, y por tanto, ésta era un Estado obrero burocráticamente degenerado. “Degenerado” porque había iniciado saludable (es decir, revolucionario), pero en el cual había surgido una casta burocrática. Y, en es marco, las funciones estatales, lejos de extinguirse, [14] se incrementaron producto del aislamiento y las derrotas de las revoluciones. Ante esto, el fundador del Ejército Rojo planteaba la necesidad de una revolución política que reinstaurara la democracia obrera, el pluripartidismo revolucionario y expropiara a la burocracia el control político.

Tenemos una bandera limpia

Como hemos visto a lo largo de este artículo, Marx y Lenin fueron claros en qué perspectiva tenían con respecto al socialismo, misma que fue defendida por León Trotsky, muy literalmente, hasta su último aliento. Pero, como veremos en siguientes artículos, este objetivo estratégico, el socialismo, ha sido tergiversado por muchas otras corrientes. De eso se cuelga además la derecha para querer golpear la idea de que merece lucharse por acabar con el capitalismo y construir una sociedad sin explotadores ni explotados, relegando el concepto de socialismo a esas tergiversaciones que tuvieron resultados desastrosos, los cuales Marx no pudo siquiera imaginarse.

Sin embargo, por más que la derecha quiera repetir su propaganda mezclando conceptos y simplificando la experiencia histórica de más de un siglo, pretendiendo borrarla de un plumazo, hay que resaltar el hecho de que hubo una corriente, el marxismo revolucionario encabezado por León Trotsky después la muerte de Lenin, que, como vimos, presentó una alternativa estratégica, política y programática ante la pesadilla totalitaria del estalinismo.

 
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