En la Argentina hay en curso una carrera punitivista. Los representantes y referentes de las distintas fuerzas políticas patronales se esmeran por ubicarse cada vez más a la derecha, buscando aumentar las penas contra lo que definen genéricamente como delito.
Esta vez le tocó el turno al neuquino Francisco Sánchez. El diputado del PRO pidió establecer la pena de muerte. Se encargó de “aclarar” que está solo destinado “a violadores y asesinos de niños y adolescentes”.
El argumento se monta de manera demagógica en un hecho terrible ocurrido en esa provincia, por el fallecimiento de un niño que había sido atacado brutalmente por su padrastro un año antes. En su cuenta de Twitter, Sánchez escribió que presentará un “proyecto para aplicar pena de muerte a monstruos como estos”.
Sánchez es un derechista en toda la línea. Hace pocos días, durante la maratónica sesión que votó la media sanción de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, había criticado el proyecto porque se oponía a “un derecho natural” que “se sustenta en un orden natural fundamental para nosotros porque nuestra cultura, nuestra tradición tiene base cristiana".
Sánchez viene a ser el vocero de un reclamo que gran parte de la derecha mediática, cultural e ideológica levanta de manera recurrente. La "salida" a delitos de todo tipo pasa por un aumento sideral de las medidas punitivas.
En el reclamo de mayores penas y mayor represión ni existe grieta entre las fuerzas políticas patronales. Esto quedó expuesto nuevamente hace unos días cuando Sergio Berni y Patricia Bullrich volvieron a coincidir en la necesidad de reducir la edad de imputabilidad.
El discurso reaccionario que pide endurecer las penas para todos los delitos deja de lado las condiciones de decadencia y descomposición social que impone, a cada momento, la decadencia capitalista. Es un discurso que pasa por alto la miseria y los maltratos -físicos y psicológicos- a los que son sometidos millones de personas diariamente, en un sistema cuya finalidad central es el logro del mayor lucro posible para una minoría de capitalistas parasitarios.
Solo en una sociedad construida sobre otros basamentos, radicalmente distintos, es posible empezar a liquidar los crímenes aberrantes o los delitos constantes que, empujados por la necesidad en infinitas ocasiones, cometen multiplicidad de personas. |