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La Izquierda Diario
18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Contrapunto
MELH, la primera organización LGBTI española
El Vicent | @_elvicent

El Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH), creado en 1970, fue el primer colectivo LGBTI del Estado español y precedente del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC).

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El movimiento LGBTI cambió radicalmente a partir del 28 de junio de 1969 cuando se inició una revuelta en Nueva York alrededor del bar Stonewall Inn que duró semanas. Después de estos incidentes se creó en Estados Unidos el Gay Liberation Front de base marxista y aspiraciones revolucionarias que tuvo su réplica en muchos países europeos. A diferencia del movimiento LGBTI anterior, nacido en los años 50 -como por ejemplo la francesa Club Litteraire te Scientifique de Pays Latins (CLESPALA) que editaba la revista Arcadie o la norteamericana Matachine Society- no pretendían ser discretos y honorables para ser tolerados por la sociedad, sino que querían cambiar la sociedad, combatir la opresión y romper las normas sociales sobre género y sexualidad. Esta corriente no llega de forma definitiva en el Estado español hasta el 26 de junio de 1977 cuando en Barcelona se celebró el primer acto conmemorativo de las revueltas de Stonewall, hechos muy presentes en la memoria histórica del movimiento LGBTI catalán.

La que no es tan conocida ni está tan presente es la historia del Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH) creado en 1970 en Barcelona y precedente del FAGC. El primer nombre había sido Agrupación Homófila para la Igualdad Sexual (AGHOIS) -más en linea con los movimientos LGBTI anteriores a la revuelta de Stonewall- que fue descartado durante los primeros días por “demasiado reformista”, como explica Armand de Fluvià uno de los principales impulsores de esta organización, la primera organización LGBTI del Estado español. En cambio, en el ámbito internacional había habido movimiento LGBTI de forma bastante anterior -desde la segunda mitad del siglo XIX- como por ejemplo los uranistas y la Liga por la reforma sexual, Magnus Hirschfeld.

Nacimiento y primeras acciones

Los impulsores iniciales del MELH fueron Francesc Francino y Armand de Fluvià, que tenían como “nombres de guerra” Mir Bellgai y Roger de Gaimon respectivamente para poder actuar desde la clandestinidad, una iniciativa que contó con la ayuda del editor de Arcadie, André Baudry. Fluvià era subscriptor desde los años 60 de esta revista y estaba enterado de los cambios sociales que se estaban produciendo en todo el mundo: tanto de mayo de 68 y las nuevas izquierdas, como de los hechos de Stonewall y la revuelta del colectivo LGBTI. “Todo aquello que pasaba en los Estados Unidos nos animó a reunirnos, formarnos y debatir sobre la situación de la homosexualidad”, indica Fluvià. El impulso definitivo fue la oleada represiva que hizo que en 1970 el régimen franquista promoviera la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social que calificaba la homosexualidad como “peligro social”. A esto se tenía que añadir el delito de escándalo público que también se ensañaba sobre la homosexualidad.

En este contexto, desde el MELH se decidió hacer su primera acción: enviaron cartas desde París, aprovechando su vínculo con Arcadie, a todos los “procuradores en Cortes” -equivaliendo a los actuales diputados- y a diferentes medios españoles donde criticaban la nueva ley franquista y aportaban información para argumentar a favor de la exclusión de la homosexualidad de esta ley, “los medios explicaban que habían recibido “propaganda homosexual”, indica Fluvià. También se enviaron cartas para que las organizaciones LGBTI de todo el mundo protestasen ante las embajadas españolas de su país. El resultado de todo esto fue una primera y pírrica victoria parcial, para que fuera delito, “no había bastante con el hecho de ser homosexual, sino que hacía falta más de un acto de homosexualidad”, indica Fluvià.

Grupos de autoconciencia y giro revolucionario

El MELH se articuló a partir de reuniones de hasta seis grupos reducidos de como mucho 10 o 12 personas, algo que se hacía para evitar levantar sospechas de la policía. Las reuniones, en las que los participantes entraban uno por uno, abordaban diferentes temas de interés para los asociados, cuyo perfil era mayoritariamente de hombres gays y jóvenes. En un primer momento se abordaron temas como la pluma, la homosexualidad y la familia o la religión y desde una perspectiva más personal que política, etc. Se quería imitar los consciousness raising groups (grupos de autoconciencia) nacidos en los Estados Unidos de la segunda oleada del movimiento feminista y del movimiento LGBTI de los años 70. El MELH también mantuvo relaciones con el movimiento LGBTI internacional asistiendo al I Congreso Internacional por los Derechos de los Gays en Edimburgo de 1974 o en un congreso de una organización LGBTI británica a Sheffield en 1975 o al Gay Pride de Nueva York también en 1975.

El MELH vivió una rápida evolución: pasó de postulados próximos a Arcadie a planteamientos de análisis marxista y posiciones revolucionarias propias de los diversos gay liberation front que nacieron en los setenta, algo que propiciaría su transformación a finales de 1975 hacia el Frony d’Alliberació Gai de Catalunya (FAGC). El año 1972 se incorporó la militante comunista, que tenía como pseudónimo Amanda Klein, que introdujo el análisis marxista para buscar una explicación a la opresión que sufría el colectivo LGBTI y para establecer una estrategia de lucha por su liberación. Klein, entonces estudiante de económicas, “empezó a intervenir en los debates llevándolos más hacia una perspectiva global y aplicando principios de dialéctica marxista, con lo cual los contenidos cambiaron notablemente”, afirma Margarida Trallero que participaba en las reuniones de autoconciencia y quien la introdujo al MELH.

“En aquellos momentos había que entender el porqué de un rechazo social de las instituciones (estado, iglesia, familia). Esta nueva orientación hizo que también cambiara el talante de los asistentes”, indica Trallero. Pese a un primer momento de desconfianza, pasado un tiempo los postulados de Klein son mayoritariamente aceptados e implican un giro hacia la izquierda revolucionaria de un movimiento hasta entonces reformista y moderado. Desde aquel momento, se hicieron lecturas y seminarios sobre libros como por ejemplo El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, de Engels, textos de la teoría de la evolución de Darwin o sobre el Informe Kinsey.

En el libro “El movimiento gay en la clandestinidad del franquismo (1970-1975)”, de Fluvià, también comentan aquel cambio otro miembro del MELH, Jokin Armendariz y la misma Amanda Klein. Armendariz señala que la participación de Klein, junto con gente que provenía de la cultura de mayo del 68, echó hacia la izquierda la organización LGBTI española que él ubica como parte del movimiento antifranquista y democrático. La misma Klein, en el citado libro, tilda de “planteamiento cristiano” y de cariz personal los debates iniciales a los que asistió que tenían el objetivo de poder ser “buenos gays” y ser aceptables para la sociedad, lo cual era totalmente opuesto a un planteamiento de cariz político.

La presencia de mujeres en el MELH fue muy reducida: Amanda Klein o Margarida Trallero que señala que siguió en el MELH por “no quedar totalmente aislada”, “teníamos buena relación” con el resto y también “justo es decir que aprendí muchas cosas de un mundo para mí totalmente ajeno”. “Difícilmente se habló de feminismo, ellos ya tenían bastante con su persecución y las mujeres ya se empezaban a agrupar con vindicaciones propias y específicas. Posteriormente, dejé el grupo y me uní a un grupo feminista que también vindicaban las cuestiones del lesbianismo”, afirma Trallero.

El MELH objetivo de la policía franquista

En 1973 la policía descubrió uno de los grupos, donde participaba Armand De Fluvià quién recibió una llamada en su propia casa pidiendo, como excusa, una suscripción para la revista AGHOIS. Fluvià reconoció la voz del inspector, Vicente Juan Creix, a quién conoció cuando fue detenido por su actividad pro-monárquica en los 50. Esto provocó la disolución de la mayoría de los grupos para evitar la represión policial y el mantenimiento solo del que hacía la revista AGHOIS, que aparte de los encuentros, era una de las principales actividades del MELH y que se editó hasta el 1975. Pese a la represión policial, la semilla ya estaba plantada y el año de la muerte del dictador fascista, Francisco Franco, (1975) germinaría en el FAGC, de cariz revolucionario e inspirado en un análisis marxista de la opresión del colectivo LGBTI, muy en línea de un contexto puesto en mayo del 68 y del movimiento LGBTI internacional, también de cariz claramente combativo.

Revista AGHOIS
(Desglose aparte)

La revista AGHOIS fue una de las principales actividades del MELH, especialmente en su última etapa, donde difundía entre sus subscriptores su pensamiento y la información de los cambios sociales que se estaban produciendo en todo el mundo hacia el colectivo LBGTI. La publicación llegó cerca de los 60 subscriptores- además de los envíos a personalidades influyentes de mentalidad abierta como por ejemplo intelectuales, periodistas, catedráticos, artistas o políticos de la oposición democrática-. AGHOIS fue posible también gracias al apoyo económico y organizativo del aristócrata madrileño Rafael Rosillo y del empresario industrial textil catalán Joan Campmajó.

Había numerosos colaboradores de la propia organización que abordaban la homosexualidad desde diferentes ámbitos: histórico, médico, religioso, sociológico o político con información de actualidad sobre el colectivo, traducciones de documentos manifiestos y contaba con una parte cultural con críticas de libros o películas. El boletín, que quería imitar el formato de su referente francés Arcadie, en sus los inicios recibió críticas por tímido, conformista y moderado, pero la revista fue evolucionando como el resto de la organización.

El proceso para hacer AGHOIS era complejo: los textos se elaboraban y se copiaban en Barcelona. Armand de Fluvià y Francesc Francino habían comprado una multicopista en la clandestinidad, dando nombres falsos, y la instalaron por la noche en el sótano de la casa del primero. “Éramos muy conscientes que desde aquel momento entrábamos dentro de la ilegalidad del régimen franquista”, dice Fluvià en su libro. Las copias de la revista se llevaban de forma clandestina a Perpiñán donde se editaba la revista. Su difusión tampoco era fácil. En una primera época se distribuyó en el Estado español como suplemento de la revista Arcadie desde París. Desde 1974, ante las presiones del gobierno español al francés para que no se enviara, se distribuyó mediante la revista sueca Revolt. Pese al esfuerzo se calcula que más de la mitad de las revistas eran interceptadas.

 
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