El próximo 20 de enero Joe Biden será investido como presidente de Estados Unidos muy a pesar de las revueltas de la base trumpista que ayer irrumpieron en el edificio del Capitolio intentando impedir el voto hacia el estado de Georgia, el cual definitivamente le dará la victoria en la contienda del pasado noviembre.
En ese sentido, si bien al principio la administración de López Obrador tardó en felicitar al político demócrata, ahora que ya la mayor parte de mandatarios lo reconocieron como presidente electo se han dado acercamientos entre los gabinetes de Biden y AMLO para discutir en materia migratoria.
En una reunión virtual, el asesor de seguridad de Biden, Jake Sullivan, y el Secretario de Relaciones Exteriores y exjefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Causabón, conversaron en diseñar un nuevo plan migratorio.
Según la cancillería mexicana, el nuevo plan de política migratoria conjunta se centrará en el respeto a los derechos humanos de los migrantes.
Promesas vacías a ambos lados del Bravo
Las declaraciones de Ebrard se enmarcan también en el contexto del plan original de política migratoria de López Obrador al inicio de su administración, la cual también mencionaba ese eje luego de las desastrosas gestiones de Peña Nieto y su Plan Frontera Sur. Asimismo, Biden pretende aparecer como preocupado por la seguridad de los migrantes, mostrando —como es usual en los políticos demócratas— una cara más humana en la gestión del capitalismo imperialista.
Sin embargo, más allá de lo que digan ambos gabinetes, la realidad es que su objetivo es reducir al mínimo los escándalos de violaciones a derechos humanos, separación de familias, retenciones en campos de concentración, niños en jaulas y demás aspectos aberrantes que fueron objeto de críticas tanto al repúblicano Trump como al demócrata Obama.
López Obrador con ello volvería a tener margen para aparecer como un mediador a nivel geopolítico, ya que con su plan original pretendía tener un nuevo diálogo con Estados Unidos y con Centroamérica, dando oportunidades laborales a los migrantes en la zona sur del país y frenar lo más posible las caravanas hacia el norte. Dicha meta se hace más factible de la mano de un Biden más dispuesto a dialogar que con un personaje que mediáticamente aparecía más terco e inestable como Trump.
Del lado de Biden, le permite acercarse a sectores de latinos y de los sectores más de izquierda del Partido Demócrata que habían nutrido las campañas de Bernie Sanders y salieron a las calles contra la brutalidad policial con el movimiento #BlackLivesMatter (BLM). Lo que ello implica, empero, es la cooptación de esas alas potencialmente radicales hacia las tenazas de los demócratas, considerados en el gigante del norte, con justa razón, como el "cementerio de los movimientos sociales", y que cuenta para su servicio con las burocracias sindicales de la AFL-CIO y de las diversas ONG que el pasado verano hicieron todo lo posible para frenar las protestas del BLM, como señalan nuestros compañeros de Left Voice, sección en inglés de la Red Internacional La Izquierda Diario y que reportan desde el corazón del imperialismo estadounidense.
Este tipo de situaciones dejan clara la necesidad de mantener la independencia política de los partidos capitalistas y de fomentar la solidaridad a ambos lados de la frontera de México y Estados Unidos para evitar dejarse seducir por los cantos de sirena del aparato de cooptación ya sea de los demócratas o el Morena, quienes son enemigos acérrimos de la organización independiente de los trabajadores, las mujeres, los pueblos originarios y todos aquellos que sufren bajo este sistema capitalista que ellos defienden. |