Son miles. Acuden a esta céntrica plaza madrileña en busca de poder trabajar como albañiles, fontaneros, descargar camiones, lo que sea. Lo hacen sin contrato. La paga es una promesa a cuenta de que el patrón cumpla su palabra. En caso de accidente o que se lastimen no tienen ningún tipo de protección garantizada. Y como no tienen papeles tampoco pueden acudir a los centros de salud o a los hospitales.
Jhonatan, un joven trabajador ecuatoriano nos lo confirma: “Aquí no se hace nada por escrito, si alguien tiene un accidente tiene que buscarse la vida sin que nadie se haga responsable de él. Sucede desde hace años, de lunes a domingo”.
Acuden a esta cita diaria a partir de las siete de la mañana, en los crudos días de invierno, aunque las temperaturas marquen unos cuantos grados bajo cero, con la esperanza de salvar el día y poder ganar un jornal irrisorio. El número de personas en esta situación es cada vez mayor, la competencia entre ellos aumenta (promovida también por los propios patrones para que “se vendan” cada vez más barato). Así es cada vez más difícil encontrar algo para no marcharse con las manos vacías.
“Están todo el día, pero sobre todo por la mañana. vienen furgonetas, los llevan y los traen, y aquí pasan el día esperando”, nos cuenta también una vecina indignada con el maltrato hacia estas trabajadoras y trabajadores.
La explotación está servida por parte de estos empresarios que encuentran mano de obra barata aprovechando la desesperación de nuestras hermanas y hermanos inmigrantes sin papeles, que viven una situación extrema de miseria y explotación.
Mientras tanto el PSOE y Unidas Podemos, “el gobierno más progresista de la historia”, se llenan la boca de palabras bellas contra el racismo y la xenofobia, pero se lavan las manos y siguen manteniendo la misma política reaccionaria que el PP. No llevan a cabo la reforma de la ley de extranjería para terminar con esta situación de ilegalidad y con el sufrimiento de los inmigrantes que cuando llegan a nuestras fronteras son encerrados en los CIEs como auténticos delincuentes, mientras los sindicatos miran para otro lado permitiendo este abuso. Desde los patrones que explotan en condiciones de semiesclavitud a los inmigrantes, hasta el Gobierno y las burocracias sindicales, todos son cómplices de este crimen social.
Desde siempre los capitalistas y sus gobiernos han seguido la estrategia de dividir a la clase trabajadora, entre hombres y mujeres, nativos y extranjeros, fijos y contratados, por el color de la piel, por su orientación sexual, etc. Por eso la defensa de nuestras hermanas y hermanos de clase inmigrantes no es solo una acción elemental de solidaridad, es también una acción de autodefensa.
Hoy más que nunca debemos unirnos para acabar con este sistema decadente. Porque nativa o extranjera, es la misma clase obrera. |