Publicamos testimonios de docentes y auxiliares de las llamadas “Escuelas de verano” sobre las condiciones de precarización que sufren y la aparición de varios casos de Covid-19 que expone a trabajadores de la educación y a los chicos y sus familias , mientras la ministra Acuña niega que existan. Ante la persecución del gobierno a los docentes que realizan denuncias, guardamos el anonimato de los testimonios para preservar a los compañeros y compañeras.
Las escuelas de verano son muy necesarias para todas las familias y para todos los chicos y chicas, que pueden realizar actividades deportivas, de recreación y tiempo libre, culturales, y acceder a una pileta en un enero caluroso. Los y las docentes son quienes se ponen al hombro de este trabajo en condiciones totalmente precarias, sin saber cuándo, cuánto y cómo cobrarán. Compran sus propios materiales y se bancan jornadas extenuantes a pleno sol. Algo que debería ser un espacio con jerarquía por parte del Gobierno.
Mi hija se contagió en la escuela de verano, junto con el resto de compañerxs del grupo. Nos contagió a nosotrxs y estamos aislados, sin complicaciones. Quiero la escuela abierta, desde luego, pero no pueden negarse los hechos. No sé cómo hicieron para no registrar casos... 🙄
Desde la voz de una trabajadora del programa de la “Escuela de Verano” nos llega la denuncia de casos de COVID-19 positivos en su escuela. “Tuvimos un caso. Nos testearon a todas antes de ingresar con el test de sangre. Desde ese momento no nos volvieron a testear. Solo se testeaba quien tuviera algún tipo de síntoma. El protocolo dice que ante cualquier caso de sintomatología, tanto de un niño o docente, se le tiene que aislar en un aula y se tiene que llamar al SAME para que lo venga a buscar. Se tiene que cerrar la escuela 24 horas para desinfectar y la burbuja no puede venir a la escuela hasta saber el resultado. Eso no pasó con una de mis compañeras. La escuela funcionó normalmente. El comprobante del test que se hizo le dicen que no es válido. Se testeó en un hospital del listado que nos dio el gobierno y le dijeron que ese comprobante no era válido. No se aisló a la burbuja y no se avisó a las familias.”
Una docente de otra escuela nos cuenta lo que pasó con el caso positivo de una alumna: “Ayer, una familia me comunica que una de las chicas es positivo de COVID y su mamá, activó protocolo. La burbuja en la que participa la piba tiene que aislarse 7 días desde la última vez que fuimos contacto estrecho con ella, el miércoles pasado. La realidad es que nosotros el miércoles pasado viajamos todos juntos en un mismo micro con las otras dos burbujas y estuvimos también en la escuela y la pileta todos juntos”.
Este panorama se repite, como nos dijo un docente del mismo programa “todos los alumnos tienen contacto con todas las burbujas porque cuando nos trasladamos al natatorio vamos entre 4 o 5 burbujas por micro y no siempre las mismas burbujas, sino que puedo ir con 3 burbujas de ida, y a la vuelta con otras 3”.
Si hay un protocolo y no se cumple: no hay protocolo. “Tampoco se cumplió la cantidad de niños por burbuja que establece el protocolo. Debería haber 11 junto con la docente y hay algunas que llegan a 17 niños. En los micros, se supone que tiene que ir un niño por asiento y no se cumple. Han viajado hasta 5 burbujas en un micro (no pueden viajar más de 2 burbujas, pero prometieron 8 micros y mandan 4 o, a veces, 3)” nos cuenta la auxiliar.
La única evidencia es la que relatan lxs trabajadorxs de las colonias, jornadas extenuantes, ausencia de protocolos, amenazas de despidos y decenas de contagios. No pudieron garantizar estas instancias y plantean una presencialidad sin GPS. Improvisación y cinismo.
Esto es querer sortear los peligros de la pandemia sin invertir un peso en presupuesto educativo en medio de una emergencia sanitaria como nos cuenta otra docente de una colonia “Si vos tenes un espacio grande, donde no tenes un lugar cuidado, un lugar ubicado para que coman y el lugar es el piso del predio que solo pasan una escoba, los pibes están apoyando los alimentos en mantelitos o en el piso, y eso no es higiénico. Deberían estar en un comedor limpio, cuidado, por grupos. No invirtieron demasiado dinero para el cuidado del establecimiento”. Consultados por las familias nos dicen “La gran mayoría viene, mandan a sus hijos, porque no tienen a dónde dejarlos porque tiene que salir a laburar”. Las familias son laburantes, la mayoría en condiciones precarias, y exponerse al COVID-19 en esas condiciones no es para nada algo fácil de llevar.
Estos casos de contagios se dan en medio de un debate nacional sobre la vuelta a clases. En la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, ha dicho sobre el tema que “no les vamos a pedir permiso a los gremios para empezar las clases”. Los sindicatos como UTE vienen siendo parte de las conversaciones con el gobierno, pero nada han propuesto para organizar a las y los trabajadores. Como expresaba una trabajadora entrevistada: “Hay hospitales cercanos a muchas escuelas. Se puede trabajar con enfermeros, con médicos, que estén controlando que el dispositivo funcione. Podría haber una charla con las familias y el personal docente para explicar cuáles tienen que ser las medidas de cuidado porque hay un protocolo que no se cumple. Tenemos que ser presión para visibilizar estas cosas, porque en estas condiciones van a querer abrir las escuelas el 17 de febrero. Me parece muy terrible no contarles a las familias de esta situación.”
Sobre la vuelta a la presencialidad nos dijo: “Yo creo que este dispositivo que quisieron implementar, somos el conejillo de indias. La mayoría de las personas que estamos trabajando ahí somos docentes, auxiliares que por ahí nos cuesta mucho ingresar al sistema y conseguir un laburo. Yo soy estudiante, la mayoría no tenía laburo, hay solo dos docentes que venían trabajando durante el año. Nos pusimos al hombro la tarea de llevar adelante esto, tratamos de cuidar a los pibes de la mejor manera, pero no contamos con los recursos de parte del gobierno para poder llevar hasta el final la tarea como corresponde. Si me preguntan si se puede abrir la escuela en estas condiciones, yo les digo que no, por momentos parece que se desconoce que estamos en una pandemia.”
Mientras se habla de “vuelta a clases”, cuando hubo clases todo el 2020 y las y los que quedaron afuera fue por la actitud negligente de los gobiernos de no proveer dispositivos, conectividad y hasta comida. Larreta y Acuña nos muestran cómo se imaginan la escuela durante la pandemia con hechos. Mientras, UTE-CTERA deja pasar (sin siquiera aparecerse en las escuelas) que a las y los trabajadores, auxiliares, personal, familias y niños, a duras penas se les da un alcohol en gel, los barbijos son insuficientes y ni siquiera alcanzan las viandas de muy baja calidad que envían desde el gobierno porteño.
Como dice esta docente “esa vianda de sanguchito de queso y manzana o sanguchito y barrita. A mi se me descompuso un nene la semana pasada y no había desayunado. No comió. La familia no tiene posibilidades de armar una vianda en su casa.” Trabajadoras y trabajadores, fuera del Estatuto del Docente, “en el contrato no dice si tenemos algún tipo de cobertura, no tenemos directamente. Cada una si tiene algún tipo de problema tiene que arreglarse con su obra social o recurrir a un hospital público que están colapsados”. Ni obra social ni ART en medio de una pandemia. Queda claro que esta experiencia “piloto” de Larreta y Acuña (avalados por Trotta y Alberto Fernández), con fuertes dosis de marketing e improvisación, representa un riesgo que se multiplicará si regresa la presencialidad a las escuelas porteñas el próximo 17 de febrero.