Entrevistamos al realizador y director del film, Carlos Asseph, y a una de las protagonistas de esta historia, María Victoria Moyano Artigas, nieta restituida.
¿Sobre qué trata este documental?
VM: Intenta reflejar, a través de mi historia, la realidad política de los años 70 atravesada por cuatro generaciones y sus consecuencias: la militancia de mis padres, la búsqueda incesante de mi abuela por encontrarme, mi restitución, y a partir de ahí, también mi militancia y la historia de mi hija. Contada desde una óptica que concibe que las historias no son historias individuales, sino integrantes de un proceso histórico y político, que en este caso se dio en Latinoamérica mientras se llevaba adelante el “Plan Cóndor” y posteriormente, en los ’80, con la apertura de los gobiernos constitucionales. Abarca, además, un balance sobre qué sucede en la actualidad con las libertades democráticas.
Victoria, ¿por qué decidiste contar tu historia luego de tantos años?
Hace muchos años le planteé a Carlos que necesitaba contar mi versión sobre lo sucedido, porque muchos libros y películas se escribieron al respecto, pero siempre desde un lugar donde la conclusión es de mucha tristeza. Quise hablar de esos años desde mi experiencia. Recuperar mi identidad significó, al mismo tiempo, recuperar una historia de lucha revolucionaria. Porque el golpe cívico-militar buscó aniquilar a un movimiento obrero que ganaba en fuerza y combatividad. A esa generación pertenecieron mis padres. Pero en nuestro país a esos crímenes se respondió con amplias movilizaciones que buscó y busca verdad y justicia. Amplios sectores de la sociedad, junto a organismos de derechos humanos, continúan exigiendo estas demandas. Mi abuela, como tantas otras, es un ejemplo de esta lucha. Por mi parte decidí que, a partir de esta historia individual, muy triste, no podía encerrarme en mi casa, y concluí en la necesidad de integrarme a esta generación de mujeres, jóvenes y trabajadores que luchan contra el sistema capitalista.
¿Cómo fue hacer este documental?
C: El cine documental es, dentro de la industria cultural, quizás el más “de autor”, ya que no se ciñe estrictamente a lo predispuesto antes de filmar, y por lo tanto el trabajo autoral que se hace durante el rodaje y en el montaje es muy importante, más aún que en el guión. Lo cual le abre camino a lo inesperado, a la sorpresa, invitados fundamentales a la hora de narrar. Para mí, cinematográficamente, es muy valioso haber abordado esta película con esta premisa.
VM: Hacerlo implicó un compromiso emocional y político. Comenzamos el documental para contar los hechos y las conclusiones hasta el momento, pero surgió en el medio una serie de datos y líneas de investigación sobre el destino de mis padres. Lo cierto es que este tipo de historias no paran de reconstruirse, parece que uno siempre comienza. Todavía no sé el destino de mis padres, y tampoco el destino de la mayoría de los 30.000 compañeros desaparecidos. Para mí fue muy importante hacer este documental porque expresa nuestra lucha contra la impunidad, y la exigencia de que se abran los archivos de la dictadura que tiene el Estado, y que hasta hoy todos los gobiernos de turno no tienen la voluntad política de abrir, con las consecuencias de dejar impunes a miles de genocidas, y la identidad oculta para los cientos que nacieron en cautiverio.
¿Siguen siendo los 70 un tema para el cine argentino?
C: En el cine argentino no es novedad hablar de los 70. Acá buscamos evitar, tanto en la forma como en el contenido, repetir lo ya dicho y hecho. También la riqueza del proceso histórico, por su magnitud e implicancias, es tan grande, que siempre quedan terrenos inexplorados.
Que el cine argentino hable recurrentemente sobre los 70, tiene que ver con esto, me parece, la enorme cantidad de historias aún no contadas. También este documental es un relato muy personal, muy singular en su punto de vista y esto creo que le agrega un valor muy fuerte, “documentalmente”, históricamente y aspiro a que artísticamente también, dentro de las posibilidades que tuvimos. Para la investigación y el rodaje viajamos a Uruguay varias veces y a Montreal, en Canadá. Y como en todo relato, solo contamos una parte.
¿Cuáles fueron los principales problemas que encontraron para hacer este proyecto?
C: Lo más difícil creo que fue la inversión emocional y afectiva necesaria, y a la vez, como te dije, esta es la mayor virtud del documental, hablar en primera persona de hechos tan dolorosos y desgarradores, esto no es nada fácil. Si bien nuestro punto de vista es profundamente político, es inevitable transitar por momentos donde todo se traba. Esto, en parte, está reflejado en la película, de alguna manera. Pero a pesar de la dureza de los hechos, no hicimos un relato lacrimógeno y mucho menos nostálgico, muy por el contrario. A mí me sigue resultando sorprendente el resultado, creo que los que vean la película van a coincidir.
Victoria, ahora que está concluida la película, pronto a estrenarse ¿Qué opinas sobre los resultados?
Es muy positivo, porque creo que es un aporte, y una voz que difiere a las que en estos años dicen “los derechos humanos son una política de Estado”, “que se vino avanzando”, “aunque falta mucho por hacer”. Mientras que en la película está la voz de los que luchamos por la defensa de las libertades democráticas y contra la impunidad, tanto de ayer como la de hoy. Los que exigimos la aparición de Jorge Julio López, los que repudiamos y nos movilizamos para imponer juicio y castigo a los asesinos de Mariano Ferreyra, los que no abrazamos a Milani porque consideramos que es un genocida, y los que nos hemos mantenido independientes del Estado y los gobiernos.
¿Cómo se va a distribuir la película?
C: Vamos a pelear porque el film se pueda poner en pantalla en todos los cines que dependen del INCAA y vamos a militar la peli llevándola a centros culturales independientes, festivales y todo lugar donde se pueda pasar. E invitamos a todos los que quieran organizar proyecciones, a hacerlo. |