De 67 casos de tiroteos que tuvieron como saldo 19 muertos, entre ellos varios menores, la Border Patrol justificó la violencia empleada en 64. Los tres restantes están en investigación.
Entre los casos se cuentan el asesinato de un joven mexicano de 15 años, que murió luego de que un agente de la Border Patrol le disparara en el rostro, con la excusa de que el niño le había arrojado piedras desde el puente fronterizo en El Paso, en 2010.
Otro agente, en 2011, le disparó a un joven mexicano de 17 años, que le aventaba piedras desde el lado mexicano del muro fronterizo, cerca de Nogales, Arizona. El joven murió.
Los estadounidenses no están a salvo de la brutalidad de la Border Patrol. Un agente disparó a otro joven, de 19 años, ciudadano de Estados Unidos, en 2011, cerca de Douglas, Arizona.
Estos casos tuvieron lugar entre 2010 y 2012. Sesenta y cuatro agentes de la Border Patrol dispararon con armas de fuego por la espalda y realizaron descargas eléctricas contra migrantes y en algunos casos también contra estadounidenses.
En primer lugar, se evidencia la hipocresía del gobierno de Obama: ¿cómo que la institución cuestionada se investiga a sí misma por tiroteos en la frontera?
Peor aun: no sólo quedan impunes estos asesinatos cometidos por las fuerzas represivas estadounidenses contra los migrantes. Esto se suma a la larga lista de violencia y a la política de criminalización de las personas que van a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Que huyen de la miseria y la violencia de sus países de origen.
Mientras tanto, el mismo Obama impulsó las medidas ejecutivas DACA –el programa que beneficia a quienes llegaron a Estados Unidos siendo menores de edad– y DAPA –que protege de la deportación a indocumentados padres de ciudadanos y residentes legales permanentes si carecen de antecedentes criminales y están en Estados Unidos desde antes del 1 de enero de 2011–, hoy frenadas por las acciones legales llevadas a cabo por numerosos gobernadores.
La aplicación de estas medidas ejecutivas frenarían las deportaciones de alrededor de 5 millones de migrantes indocumentados, pero otros 6 millones estarían expuestos a la expulsión del gigante del norte. Y al mismo tiempo, Obama ya ostenta el récord en deportaciones entre sus dos mandatos como presidentes. Lo que da con una mano, lo quita con la otra.
A esto se suma la virulencia de las declaraciones de Donald Trump contra los mexicanos, la xenofobia expresada por el partido republicano y la brutalidad policial contra la comunidad latina, como se evidenció en el caso de Erik Sánchez, joven mexicano ultimado por la policía en su propia casa.
Violencia contra los migrantes
El 18 de junio una mujer mexicana murió en un choque entre una barca en la que viajaban 20 personas y una lancha de la Patrulla Fronteriza, en aguas de Encinita, California.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza asegura que “que los agentes ordenaron al capitán de la embarcación de 8 metros de eslora que parase e hicieron disparos de advertencia, pero esta no obedeció la orden y los navíos chocaron”, según informa La Jornada. Una acción a todas luces dudosa.
En México, en 2014, tras la gran afluencia de niños migrantes no acompañados a Estados Unidos, Enrique Peña Nieto implementó el Plan Frontera Sur, por órdenes de Barack Obama. Consiste, básicamente, en obstaculizar e impedir por todos los medios el tránsito de los migrantes hacia Estados Unidos por territorio mexicano.
Esta política de criminalización lleva a que los migrantes transiten por lugares más peligrosos, y los arroja en brazos de las redes del narcotráfico y de trata de personas. Secuestros, extorsiones, obligación de trabajar para el narco a cambio de conservar la vida, violaciones, prostitución, torturas, una muerte segura, es lo que les espera a muchos migrantes, hombres, mujeres y niños.
Según Amnistía Internacional, en 2014 hubo 682 denuncias por secuestros de migrantes, y se espera que esta cifra se incremente este año.
Además, a los que lleguen hasta la frontera con Estados Unidos, les espera un nuevo obstáculo: salvarse de la Border Patrol, eludir el muro, y probablemente viajar por el desierto. Muchos mueren en ese intento, sin agua ni alimentos.
La opresión como instrumento del capital
La violencia que se ejerce contra los migrantes tiene un objetivo: es mantener en la sumisión a quienes migran para que estén dispuestos a aceptar las peores condiciones de trabajo y los salarios más bajos para poder subsistir.
Pero no sólo eso: la precariedad laboral de los extranjeros en EE.UU. así como de los afroamericanos lleva a que las empresas estadounidenses traten de imponer peores condiciones de trabajo a los obreros estadounidenses.
¿Cuál es el peor fantasma de los republicanos y los demócratas? La alianza entre latinos y afroamericanos, que se dio tendencialmente en la década de 1970, y que hoy puede surgir de nuevo ante los innumerables agravios que sufren ambas comunidades.
Hoy, a pesar de las divisiones que promueve y alientan las clases dominantes existen casos como las manifestaciones por los 43 normalistas de Ayotzinapa, las movilizaciones en apoyo a los migrantes en EE.UU., y la lucha en común que comparten afroamericanos y latinos en el movimiento por el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora.
Es necesario profundizar el camino de esa alianza, que promete fortalecer a la clase trabajadora y a la juventud multiétnicas en Estados Unidos. |