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12 de febrero de 2021 Twitter Faceboock

GÉNERO
América Latina y el Caribe: la participación laboral femenina retrocede más de 10 años
Gaba | La Izquierda Diario Antofagasta

La pandemia del COVID-19, según informe de la CEPAL, generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en América Latina y el Caribe.

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La crisis mundial que ha ocasionado la enfermedad por coronavirus (COVID-19) está teniendo un fuerte impacto no solo en el ámbito de la salud, sino también en otros, como el económico y el social, y con ello está contribuyendo a agudizar los problemas estructurales que ya existían en todos los países de la región.

Así es como lo da cuenta el informe Nº19 de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (CEPAL), con respecto a la situación de las mujeres. Según el informe, el COVID-19 impactó negativamente en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe, generando un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral.

La tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69%. Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en el año 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres en el año 2019.

El informe señala que durante el año 2020, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados de sus familias, no retomaron la búsqueda de un trabajo, señalando que “Un 56,9% de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos por causa de la pandemia”.

A lo anterior, se suma que las mujeres son parte crucial de la primera línea contra la pandemia. El informe señala que “Un 73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres”, quienes han tenido que enfrentar una serie de condiciones de trabajo extremas, como extensas jornadas laborales, que se suman al mayor riesgo al que se expone el personal de la salud de contagiarse del virus. Todo esto en un contexto regional en el que persiste la desigualdad en cuanto a los sueldos, “pues los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son un 23,7% inferiores a los de los hombres del mismo sector”.

En general en América Latina, se proyectó una caída del PIB del 7,7% y un aumento del desempleo de 10,4 puntos porcentuales (asumiendo las mismas tasas de participación de 2019), “por lo que si se considera la sobrerrepresentación de las mujeres en los hogares pobres, alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas vivirán en situación de pobreza”.

Ahora bien, ¿qué pasa si nos detenemos en las condiciones previas a la pandemia? Las mujeres ya encabezaban los índices de pobreza extrema en el mundo, como también los de precariedad laboral y desigualdad económica, que se acrecientan a medida que se profundizan las consecuencias de la crisis actual.

Es un hecho que con la pandemia y los meses de cuarentena, las mujeres han tenido una mayor sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados de niños y personas mayores, un trabajo históricamente feminizado. El cierre de establecimientos educativos y de cuidados, implicó que se superpongan el espacio laboral con el privado para las mujeres, cuyos trabajos permiten la conexión remota, por lo cual se volvieron cada vez más largas y extenuantes las jornadas laborales para quienes conviven y deben hacerse cargo de sus hijos y familiares mientras a la vez trabajan, limpian y cocinan.

A medida que se profundiza la crisis del Coronavirus los gobiernos y los capitalistas tratan de que las consecuencias recaigan sobre las y los trabajadores y los sectores populares, y en el caso de las mujeres recaen doblemente. Por ello una salida real a esta crisis tiene que pasar por generar una respuesta integral para las necesidades de las grandes mayorías social, como un plan de emergencia que contemple sueldos de emergencia de $500 mil pesos para todos los que no puede volver a sus lugares de trabajo o fueron despedidos, debemos terminar con el desempleo repartiendo las horas de trabajo para reducir la jornada laboral sin disminución del salario para que todos y todas puedan trabajar, y por igual trabajo igual salario entre hombres y mujeres. Una salida que pasa inevitablemente tocando los bolsillos de una minoría empresarial, como por ejemplo con un impuesto a las grandes fortunas y mineras.

 
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