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18 de febrero de 2021 Twitter Faceboock

Debate
¿El mal menor para enfrentar a la derecha en Ecuador?
Diego Sacchi | @sac_diego

El apoyo del establishment empresarial y político empuja para que sea el banquero neoliberal Lasso el que dispute la segunda vuelta contra Arauz. Un escenario muy diferente se daría si el rival llega a ser Yaku Pérez, presentado como una alternativa a la izquierda pero que dista de serlo.

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Pasada la primera vuelta de las elecciones en Ecuador el conteo oficial todavía deja abierta la incógnita de quién será el otro candidato que disputará el balotaje en abril contra Andrés Arauz, el candidato que representa al correismo.

Arauz, que logró el 32% de los votos válidos, se prepara para disputar la elección con el banquero Guillermo Lasso que por el momento se impone en la pelea voto a voto contra Yaku Pérez, ambos con alrededor de 19%.

El candidato de la derecha, Lasso, busca imponerse como el segundo, mientras las denuncias por irregularidades sobrevuelan el conteo, y la definición podría cambiar toda la campaña hacia la segunda vuelta, en una elección que tendrá impacto incluso más allá de la frontera ecuatoriana, considerando que el amplio triunfo del MAS en Bolivia, luego del golpe cívico militar contra Evo Morales, volvió a crear la ilusión de un regreso a los mejores años de los gobiernos postneoliberales.

Correismo y anticorreismo para polarizar la elección ecuatoriana

Más allá de la crisis inmediata por la confirmación del segundo candidato al balotaje, la campaña electoral se vio cruzada por dos relatos, el que apoyaba al correísmo y con distintas variantes una oposición anticorreista.

El correísmo, encabezado por Andrés Arauz –con Rafael Correa impedido de ser candidato por el Poder Judicial–, articuló su campaña en un «vuelve la esperanza» al país o llama a «simplemente comparar el anterior gobierno con este y piensa cuando estábamos mejor». Por otro contraponía su relato al candidato de perfil neoliberal, Guillermo Lasso –en alianza con el Partido Social Cristiano (PSC) de Jaime Nebot– que buscó instalar que Lenín Moreno fue originalmente el candidato avalado por Rafael Correa y por lo tanto signo de su continuidad.

Unos y otros candidatos se mantuvieron dentro de las coordenadas de un debate marcado por lo que podríamos llamar "la grieta" ecuatoriana, incluida la acusación de uno y otro lado sobre quién fue el responsable en que el gobierno de Lenin Moreno allá aplicado un plan ajuste, endeudamiento y pésima gestión de la pandemia.

En resumen el debate se centra en esas dos grandes tendencias, correísmo vs. anticorreísmo, donde la primera a falta de un programa que cuestione los intereses de capitalistas, que se beneficiaron con el ajuste aplicado por el gobierno de Lenin Moreno, se apoya en un "mal mayor" que representa la derecha.

La persecución política/judicial y las medidas antidemocráticas contra Rafael Correa han acrecentado esta polarización a nivel continental, transformándose la batalla electoral, para sectores como el kirchnerismo argentino, en una disputa contra la avanzada derechista y neoliberal en la región.

La realidad es que buena parte de esa avanzada contra el correismo se dió en el gobierno de Lenin Moreno que llegó al poder como "delfín" de Correa, presentado como la "continuidad con cambio", para luego dar un giro a posiciones políticas neoliberales y sostenerse con el apoyo precisamente de las bancadas de Lasso y Nebot en la Asamblea Nacional, en especial luego de las protestas del 2019.

El mal menor y la moderación ante la derecha

El apoyo del establishment empresarial y político empuja para que sea el banquero neoliberal Lasso el que dispute la segunda vuelta contra Arauz. Un escenario muy diferente se daría si el rival llega a ser Yaku Pérez, presentado como una alternativa a la izquierda pero que como ya analizamos, definido en el campo del anticorreísmo, sus propuestas y proyecto político están lejos de serlo.

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En la región, los sectores afines a Correa presentan la situación en estos términos, el enemigo mayor lo representa Guillermo Lasso que daría una continuidad a las políticas de ajuste y entrega del país al capital internacional.

Arauz, como "delfín" de Correa, representaría la vuelta a años de un proyecto que bajo la declamación de una "revolución ciudadana" no transformó las bases estructurales de dependencia del país, años en que se mantuvo disciplinadamente en la dolarización, impuesta por el expresidente Jamil Mahuad como parte de un salvataje a los grandes bancos, mantuvo el extractivismo e incluso aplicó medidas represivas y autoritarias contra sectores sociales como el movimiento indígena.

Algunos sectores reconocen estas "deudas", como gustan decir, pero enfocan la cuestión en que "el mal menor" contra el neoliberalismo estaría expresado en una candidatura con propuestas moderadas.

Pero actualmente Ecuador tiene condiciones económicas diferentes a las de hace 10 años, el peso de la deuda ya pesaba al final del gobierno de Rafael Correa y ha dado un salto durante el Lenin Moreno, a lo que se suma la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19 que llevó a una caída del 10% del PBI en 2020.

Esta situación impone límites a las propias propuestas ofrecidas o anteriormente realizadas por el correísmo. El ejemplo de gobiernos como los de Alberto Fernández o de Luis Arce en Bolivia, muestran la diferencia entre las promesas de campañas y las medidas de ajustes económicas y políticas para mantener el beneficio y la tranquilidad de los empresarios.

Lenin Moreno deja el peso del préstamo del FMI que fue acompañado de estrictas medidas de austeridad. El FMI había hecho lo mismo que hizo con la administración de derecha en Argentina, ofreciendo dinero a cambio de medidas de austeridad y a favor de los grandes empresarios. La insostenible situación estalló con las protestas masivas en 2019 que finalmente obligó a Moreno a rescindir algunos de los términos del paquete del FMI.

La pandemia de COVID, sumado a la pésima gestión de la misma de Moreno, el sistema de salud débil, privatizado y con fondos insuficientes y la desesperada necesidad de muchos trabajadores ’informales’ de mantener sus trabajos, llevaron al desastre. La pandemia ha llegado a paralizar el 70% de las empresas y dejando 600.000 desempleados.

El gobierno de Moreno respondió a la recesión tomando un nuevo préstamo del FMI, a cambio de la desregulación del banco central y un aumento de los combustibles a los precios del mercado mundial. También tomó un préstamo bilateral de 3.5 mil millones de dólares de la administración Trump a cambio de privatizar una importante refinería de petróleo y partes de la red eléctrica del país y excluir a China de su desarrollo de telecomunicaciones.

Si Arauz gana en abril, asumirá el control con una deuda externa de 52.000 millones de dólares.

Incluso después de los préstamos multilaterales el año pasado, Ecuador necesitará más de 7 mil millones de dólares en un nuevo financiamiento en 2021, según un informe del FMI. La condición a cambio sería que el país acepte recortar su déficit presupuestario del gobierno a un objetivo de $ 2.8 mil millones este año desde $ 7.2 mil millones en 2020, un gigantesco recorte en el gasto público.

A esto se debe sumar que la elección para renovar el parlamento dejó al correísmo con la mayor cantidad de bancadas pero sin mayoría propia para avanzar con las medidas si llega al gobierno.

Las condiciones que llevaron al estallido social de 2019 se agudizaron. La política conciliadora de las direcciones, en especial del movimiento indígena, impidieron que esas movilizaciones derrotaran al plan del ajuste y sumisión al FMI.

Pero esas movilizaciones marcaron el camino de cómo enfrentar la crisis nacional, muy alejado del simple discurso de "volver a momentos mejores" donde no se tocó ni se propone afectar los intereses de los capitalistas, años en que se mantuvo disciplinadamente en la dolarización, o la polarización de un "mal menor" ante la catástrofe que se vive.

Para los grandes empresarios y la banca internacional el costo de las consecuencias de una pésima gestión de la pandemia debe ser pagado por los trabajadores y el pueblo pobre, como se ve en Argentina, el reclamo es más ajustes a fin de no tocar las ganancias de los capitalistas. La pasiva espera para no hacerle el "juego a la derecha" lleva a que justamente se fortalezca ese enemigo, por el contrario, como mostraron las jornadas de protestas en 2019, de lo que se trata de poner en pie organizar activamente una verdadera alternativa a favor de los trabajadores y el pueblo pobre.

 
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