Biólogos del Conicet identifican un descenso en la recolección y observación de estos insectos indispensables para la supervivencia de plantas y cultivos agrícolas. Agronegocio y avance inmobiliario entre las amenazas. Hablamos con Eduardo Zattara, uno de ellos.
«¡Cuántas veces aquella a quien llamaban ’Rosa la sanguinaria’, toda fatigada y abrumada de trabajo, se detenía y volvía atrás para salvar la vida de un insecto extraviado entre la hierba!»
"Rosa Luxemburg", de Clara Zetkin (1919)
El número de abejas que aparece en la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF en inglés) ha venido en franca caída: se calcula que se encontró un 25 % menos de especies entre 2006 y 2015 si se compara con 1990. Este declive, además de acoplarse a la tendencia mundial de pérdida de biodiversidad, representa un riesgo para los cultivos alimentarios. Es la hipótesis que desarrollan los biólogos evolutivos Eduardo Zattara y Marcelo Aizen del Grupo de Ecología de la Polinización de la Universidad Nacional del Comahue-Conicet en un trabajo publicado en la revista One Earth [1].
En colaboración con grupos de otras regiones del país, los especialistas del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) se dedican a estudiar el rol de las abejas -domésticas y silvestres- en la productividad de cultivos, enfocados por ahora en soja y arándanos. Desde Bariloche, Zattara le explica a La Izquierda Diario que “las abejas son fundamentales para que muchos cultivos de alto valor agregado (fruta fina, manzanas, peras, frutas con carozo, kiwi) alcancen una productividad óptima”.
Pero aquí es necesaria una distinción: “En general, cuando alguien dice ‘abeja’, todos tendemos a pensar automáticamente en la abeja melífera (Apis mellifera), la especie de abejas que el ser humano ha domesticado desde hace miles de años”, ilustra el biólogo del Inibioma-Conicet. Pero hay más de veinte mil especies de insectos considerados abejas, no solo la melífera. En el estudio que firma junto a su colega Aizen, Zattara hace hincapié en todas las demás especies de abejas, como los abejorros (género Bombus), que cuenta con más de trescientas especies en todo el mundo.
La disminución de los antófilos (del griego Anthophila, "que aman las flores") es cosa seria. “Existe una enorme biodiversidad de plantas con flor en nuestros ecosistemas naturales que sin abejas no podrían reproducirse”, apunta Zattara, en cuya publicación con Aizen se señala que la preocupante caída se da a niveles local, regional y nacional. La polinización de estos insectos es clave para la reproducción de cientos de especies de plantas con flores silvestres y el rendimiento del 85 % de los cultivos a nivel mundial.
¿Cómo llegaron a ese resultado?
Al consultar el registro de la GBIF, que abarca más de un siglo, los especialistas intentaron llenar el vacío de información global sobre la disminución de las abejas, ya que solo contaban con información de estudios locales o regionales. Los científicos de Bariloche basaron su conclusión en los datos públicos sobre colecciones de especímenes y observaciones registradas en la GBIF, la mayor parte proveniente de colecciones académicas y de museos, junto a aportes de ciencia ciudadana, por ejemplo cuando un naturalista toma una fotografía con su celular. Esos registros se han ido reduciendo en forma constante desde 1990, afirman.
China has the richest bumblebee diversity in the world, here is just a small portion of our 2020 collections. In contrast to their stunning coloration, their biology and threat status have yet to be studied. pic.twitter.com/sARVJgDb3O
El razonamiento de Zattara y Aizen es lógico y a la vez se basa en la evidencia (o la falta de): si el número de abejas se redujo a nivel global en las últimas décadas, la consecuencia sería una menor probabilidad de observación y recolección en museos, universidades y sitios de naturalistas. Si bien puede haber impedimentos para la recolección de abejas y piden cautela a la hora de interpretar estas conclusiones preliminares, sugieren la necesidad de que Gobiernos y organismos tomen medidas rápidas para que estos polinizadores no sigan cayendo en número.
La vida secreta de las abejas
Estos insectos de la superfamilia Apoidea dependen del néctar de flores silvestres para alimentarse, así como de lugares para anidar. En su estudio, Zattara y Aizen enuncian los factores que dificultan que las abejas den con esos recursos: cambios en el uso del suelo para agricultura a gran escala y urbanización masiva, entre otros.
Así como sostienen que la caída del número de abejas podría ser aún mayor que la de los insectos en general, como hormigas y avispas, los autores aclaran que los estudios se enfocan en taxones de abejas particulares o en datos a nivel local, regional o nacional con un fuerte sesgo hacia el hemisferio norte, particularmente el norte de América y Europa.
Pese a la heterogeneidad de datos, todos los continentes, con excepción de Oceanía, contribuyen a este descenso. “África parece mostrar una caída sostenida en la riqueza de especies desde la década de 1980, mientras que en Asia la disminución parece haber comenzado dos o tres décadas antes”, afirman Zattara y Aizen. En América del Sur los datos son más difusos, aunque expresan que la tendencia es a la disminución al menos desde la última década.
Según el INTA, en Argentina hay unas 1100 especies reunidas en cinco familias: Colletidae, Andrenidae, Halictidae, Megachilidae y Apidae. Zattara señala que se conoce muy poco sobre el estatus de la biodiversidad de abejas a nivel local. La excepción es el caso del abejorro patagónico -Bombus dahlbomii-, que según el especialista está muy bien estudiado, a tal punto que esa especie figura "en peligro de extinción" en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
El hábitat natural de las abejas silvestres en Argentina, como en otras partes del mundo, se ve transformado por la expansión agrícola y las urbanizaciones. A eso, claro, se le suma el desbalance progresivo asociado a la crisis climática o las especies invasoras como el abejorro europeo. Para Zattara es esperable que el avance de la frontera agroproductiva impacte negativamente sobre las abejas y otros insectos, en especial por la gran cantidad de agroquímicos que van de la mano con paquetes agrotecnológicos en boga en el país.
“Aunque a veces la pérdida de abejas nativas puede resolverse poniendo colonias de abejas melíferas, esto no siempre funciona”, apunta el biólogo Zattara. En su trabajo se propone desde preservar sus hábitats del agro intensivo y la urbanización masiva a diseñar e implementar programas nacionales de monitoreo de abejas, entre otras medidas urgentes.
Pero también habla de incentivos y sanciones, especialmente a través de un sistema impositivo que “penalice las prácticas ambientalmente dañinas y beneficie a quienes emplean estrategias que reducen o revierten el impacto”.
En su mirada, Zattara también apuesta a campañas de concientización: del mercado y los productores para que inviertan en etiquetas y certificaciones de sustentabilidad, y en las ciudades y áreas suburbanas para reducir el uso de pesticidas y promover el cultivo de plantas que atraigan y alimenten polinizadores silvestres.
Estas iniciativas chocan sin dudas con el escollo del impulso estatal renovado a los paquetes biotecnológicos adictos a los agrotóxicos, como con la aprobación del trigo transgénico de Bioceres o los gestos hacia Syngenta.
El tema de las abejas no es un asunto meramente nacional: además de sostener regulaciones que prohíben el ingreso comercial de especies potencialmente invasoras, para Zattara se trata también de “reforzar las discusiones multilaterales con nuestros países vecinos para que hagan lo mismo”. Como ejemplo menciona la introducción de abejorros europeos, nunca permitida en Argentina, a diferencia de Chile, desde donde ingresaron al país.
“En el mejor de los casos, esto puede indicar que miles de especies de abejas se han vuelto demasiado raras; en el peor de los casos, es posible que ya se hayan extinguido a nivel local o mundial”, concluye el artículo de One Earth, de gran impacto entre los expertos.
Aunque con frecuencia se representa a los insectos como indestructibles y sobrevivientes de extinciones masivas previas, Zattara y Aizen señalan que estudios recientes dispararon la alarma ante una disminución significativa en la diversidad y la biomasa de este grupo. Dentro de él las abejas son cada vez menos diversas y su reducción se asocia al bajo rendimiento de cultivos dependientes de la transferencia de polen. Sin las abejas y otros polinizadores, desterrados de bosques y matorrales donde gustan anidar, se pierde también su aporte a los ecosistemas. Las abejas y las plantas que dependen de ellas no pueden esperar. Nosotros tampoco.