Ernesto Rosenberg es oriundo de Tucumán y médico jubilado. Vive hace muchos años en Neuquén. Se graduó como médico cirujano en 1966 y se especializó en Ginecología y Obstetricia, con subespecialidades en Ecografía y Laparoscopía. Estudió también Dirección y Administración de hospitales en Viedma, graduándose en 1969. Fue director de los hospitales rurales de Junín de los Andes y Loncopué entre 1970 y 1972 y jefe del Departamento Médico del Hospital Castro Rendón de la ciudad de Neuquén entre 1972 y 1974. Estuvo vinculado al PRT y se exilió en 1976, trabajando como médico en Argel en 1977 y en Madrid de 1978 a 1996, volviendo a la provincia de Neuquén, donde trabajó en Villa La Angostura y luego en Neuquén capital. Propone una mirada social y política de los problemas de la salud pública, basada en su propia experiencia profesional así como en los clásicos del marxismo. En esta entrevista nos da su mirada sobre la pandemia actual, la cuestión de la fabricación de sueros y vacunas y las posibles estrategias alternativas a la seguida por el gobierno argentino para el combate del Covid-19. Muchas de sus reflexiones resultan más pertinentes aún luego del escándalo de las “vacunaciones VIP” que envuelve a funcionarios y empresarios y salió a la luz luego de realizar esta entrevista.
Ernesto, arranquemos por las cuestiones más generales sobre cómo hay que tomar la pandemia desde una mirada sanitaria y política...
Lo primero sería que la pandemia aparece como una catástrofe, tal como un terremoto o una guerra y que nos impone condiciones que nosotros no elegimos. Entonces habría que empezar a mirar eso como un campo que deberíamos ocupar y en el cual tomar posición tal como la izquierda siempre tomó posición en esas otras situaciones, de guerra, etc. La pandemia se llama así porque es un hecho mundial. Habría que tratar de ingresar a ese campo no elegido, desde lo concreto de esas mismas situaciones que plantea esa pandemia, tal como uno plantea ingresar al trabajo político en los barrios, en las fábricas, en las escuelas, o con la población en general.
Vos planteás la propuesta de desarrollar la fabricación nacional de sueros y vacunas, ¿cuál es la importancia de este planteo en medio de esta especie de "guerra por las vacunas" que hay en el mundo?
Tal como pude leer en una entrevista que le hicieron ustedes a Parrington, él subrayaba que no hay por qué encandilarse con la vacuna exclusivamente. Porque no todas las cosas se solucionan con vacunas y porque a pesar de ser una herramienta fantástica y ser un índice de civilización, porque es milenaria y es la manera en que se encararon siempre con mucha eficacia las plagas, no habría que encandilarse con el asunto de la vacuna.
Vamos a ir por partes. Habría que situar primero qué son estas enfermedades virales que aparecen cada vez más frecuentemente como resultado tardío de la civilización capitalista. Aquellas originadas sobre todo en la invasión de espacios que antes eran lejanos y estaban acotados a las selvas o los desiertos y su transformación por las explotaciones que se han hecho. Un ejemplo resonante sería la epidemia de Ébola que asoló al África Occidental, donde apareció una enfermedad viral fulminante, una fiebre hemorrágica. Y que si bien había existido como casos aislados en algún recodo de las selvas, se expandió por toda la costa de África Occidental y comprometió muchísima gente. Devastó los hospitales, donde se contagiaron y murieron enfermeras, médicos, etc., hasta que pudo frenarse un poco. De las explicaciones de cómo ese virus que estaba allá en el río Ébola, perdido en medio del continente, de repente devasta toda la zona, la única convincente es la que dio Rob Wallace en su libro Grandes granjas producen grandes gripes, y fue que la selva africana fue arrasada para plantar palma africana, la palma aceitera y para la instalación de fábricas que producían biodiesel. Por supuesto las poblaciones no mejoraron gran cosa porque la gente no come biodiesel, pero el biodiesel es un producto de exportación, o sea que estamos ante un ejemplo claro de extractivismo. Al hacer eso, nadie cayó en la cuenta de que los murciélagos que portan el virus, que estaban allá perdidos al fondo del río Ébola, eran comedores de palma africana y de aceite, anidaron en la mismas fábricas y la transmisión del virus fue fulgurante. En un par de años consiguieron hacer una buena vacuna en EE.UU. que bloqueó la epidemia; pero cara, fue poco masiva. Hoy rebrota.
Hay un dato que también tiene que ver con la actualidad y que muestra cómo se definen las fabricaciones de medicamentos y cómo se destinan para las poblaciones según su jerarquía mundial. Cuando en la epidemia de Ébola se contagiaron un médico y una enfermera yanquis, porque muchos países mandaron dotaciones sanitarias en ayuda. Los subieron a un avión y los llevaron de vuelta a Estados Unidos. Ahí les dan unas pastillitas de anticuerpos que estaban fabricando con la técnica transgénica esa de cortar y pegar tiras de genes- los generadores de todos los componentes biológicos. Sin embargo, los miles de africanos que siguieron muriendo en África jamás probaron esa pastillita. Esto para decir cómo se manejan las cosas, el poder que tiene la tecnociencia hoy por hoy, pero sin embargo reafirmar que esa tecnociencia tan poderosa anda borracha, de lucro, de sed de ganancia y de poder.
Incluso con una simple búsqueda en Google, vamos a encontrar un capítulo que habla de ‘Virus de Guerra’, en referencia a este tipo de virus mortales Y entonces tener o no tener solución para un virus muy mortífero significa una supremacía militar que hace muy diferente lo que le puede pasar a un país y a otro.
En este contexto hay que analizar la actual carrera desenfrenada por las vacunas, para promocionar y vender la vacuna cada una de las potencias que están produciendo.
Pero antes que nada tenemos que decir que gracias a la tecnología de cortar y pegar el ADN, la ingenería genética, hoy por hoy es fácil hacer una vacuna y gracias también a la antigua tecnología de fabricación de vacunas y anticuerpos, tanto que en Argentina hay 6 en desarrollo pero financiadas en forma muy tacaña, muy miserable y con muy poco marketing, tal vez yo estoy dando la novedad para mucha gente que no sabe que aquí se están haciendo 6.
Cuba que es un país chiquito y de 11 millones de habitantes y no muchos recursos, las está produciendo, en este momento lleva tres o cuatro vacunas en ensayo. Y la particularidad que habría que destacar es que los cubanos se están dando todo el tiempo que hace falta para comprobar que realmente la vacuna sean eficaz y no dañe, al revés del gobierno argentino que sale “de shopping” a comprar adónde le vendan con el carrito de compra “a ver si me dan una china, una inglesa, norteamericana, rusa o lo que sea”, pero no han tenido ese tipo de preparación, en realidad han solapado las fases 1,2 y 3. (primero se hacen experimentos con no humanos, después la fase 1 con un grupo reducido de gente, la fase 2 con un grupo más grande y la fase 3 con miles y miles de personas). Han aparecido las informaciones de que son tan buenas, del 90 y pico por ciento de efectividad contra el 80 y pico por ciento de la otra y así. Que una va con mucho hielo y la otra con hielísimo, pero lo cierto es que todas ellas no han cumplido con los plazos y las pruebas necesarias para asegurar que sean eficaces y que no dañen.
Y a contrapelo, estaba dando el ejemplo de Cuba, donde estiman que van a comenzar a vacunar a mediados de año, porque la vacuna está recién entrando en la fase 3, de experimentar con mucha gente y controlar celosamente los resultados. No es que empezaron las tres fases juntas y como iba bien "meta pa’ delante y ya las vendemos". En este aspecto, entonces, creo que hay que recoger las ideas de Parrington en la entrevista que ustedes publicaron, cuando dice que no hay que que alucinarse con las vacunas aunque son una herramienta importante.
Y cuando decimos que son una herramienta importante, tenemos que preguntarnos por qué lo son: porque las vacunas producen anticuerpos. Resulta que lo que se conoce milenariamente es que las enfermedades de este tipo no dan dos veces. Aquellos que tuvimos paperas, o varicela o rubeola no la tuvimos de nuevo jamás. Y las abuelas acostumbraban juntar a todos los chicos de la casa para que se contagiaran y pasaran de una vez estas eruptivas. ¿Qué quería decir esta noción popular y milenaria? Que no dan dos veces. Con los años llegamos a saber que eso es porque cada vez que enfrentamos una agresión viral o bacteriana se genera una reacción de defensa, cuyo mayor exponente son los anticuerpos. Entonces una vacuna lo que hace al entrar al cuerpo es generar una reacción así. Produce anticuerpos. Te mini-enferma, desarrolla una micro enfermedad, entonces quedás equipada o equipado para enfrentar la enfermedad de verdad. Es una pequeña enfermedad que evita la gran enfermedad. Se podría decir en términos dialécticos que para no enfermarse hay que enfermarse primero.
Pero ¿hay alguna otra manera de tener anticuerpos? Claro que la hay. Esos anticuerpos que son producidos por quienes sufrieron enfermedades de este tipo, quedan para siempre en la sangre; en gran cantidad, mediana o regular, pero quedan. Y queda la disposición del cuerpo a fabricar más cuando haga falta. Algunos hablan en forma sesuda de que los anticuerpos contra el coronavirus duran poco, después dijeron que duran más, pero ya aparecieron estudios que dicen que las células de memoria, aquellas que guardan los programas de fabricación de anticuerpos, están notablemente aumentadas en aquellas personas que sufrieron el coronavirus y por lo tanto están habilitadas a producir con mayor ímpetu y riqueza de anticuerpos cuando haga falta frente a otra invasión. Con esto se confirma lo mismo que para todas las infecciosas y virales en general, es decir que no dan dos veces y que, cuando nos enfermamos, nuestro organismo aprende a defenderse y no puede dar otra vez.
Nos dicen que el 80 % de las personas que se contagiaron lo han pasado sin darse cuenta, sin síntomas. En Argentina hay registradas cerca de 2 millones de personas que se han enfermado de coronavirus, si agregamos a esto los 5, 6, 10 millones más de posibles infectados asintomáticos que se curaron, hay un yacimiento popular de anticuerpos para tirar para arriba. ¿Y dónde están? Están en la sangre de la gente. ¿Y cómo se pueden extraer? Se extrae la sangre y se deja la parte amarilla, líquida y se devuelven los glóbulos rojos. Eso es lo que se llama la transferencia de plasma. En ese plasma están los anticuerpos que son necesarios para defenderse del virus. Esto configura una situación donde está por un lado este enorme yacimiento popular de anticuerpos bajo la piel de la gente, y por otro un conjunto de técnicas muy a mano, muy posibles de desarrollar incluso en localidades muy pequeñas, porque si no tenemos una máquina de transferencia, basta con una bolsita de transfusión, para extraer el plasma, dejando que la sangre se coagule, y el caldo amarillo que queda fuera del coágulo es el plasma; basta con separarlo, sacar el plasma y guardarlo en heladera común, ahí puede durar tres meses. Estoy diciendo que hasta en los pueblos más pequeños podemos constituir bancos de plasma que sirvan para proteger a la población.
¿Proteger en qué sentido? En el de que las vacunas para poder actuar y cortar la transmisión, necesitan ser inyectadas a muchísima gente. El 60 o 70 % de la población debería estar vacunado o haber pasado la enfermedad para poder cortar la transmisión. Eso no va a ocurrir ni en un mes, ni en dos, ni en seis, puede que lleve años. Tampoco es cosa de sentarse a esperar como decía la derecha “que todo el mundo se contagie y que se muera el que se tenga que morir porque no vamos a poner un mango para salvarlos”, porque esas ideas "darwinianas" están recreando una ideología reaccionaria usando un fenómeno natural, que es que las poblaciones que sufren una epidemia quedan inmunizadas, pero de ahí a decir "no pongo un mango para tratar de curar o tratar a los más jodidos o los que se pueden morir" ya es otro criterio. Los que hablan de "inmunidad de rebaño" están expresando una idea zoológica, porque los grupos humanos no somos ganado. Se llama “inmunidad colectiva”. Ya cuando hablan así se delatan qué es lo que les hace runrún en la cabeza. Además, los rebaños necesitan pastores....
Y hay muchos candidatos a pastores....
Exacto. Entonces yo digo que en nuestro país lo primero sería tratar de constituir bancos de plasma y además dar impulso a las vacunas que se están haciendo en la Argentina.
Sobre eso te quería preguntar, ¿esas seis vacunas dónde se están haciendo?
Son proyectos, como le dicen, “público-privado”, en realidad para aquellos trabajos hace falta dinero y las financiaciones son muy poco generosas. Sin embargo están laburando y hay un proyecto en Córdoba que es bastante novedoso, se usaría como portador del trocito del virus que se pone para entrenar al sistema defensivo un parásito intestinal microscópico, la giardia. Entonces, se podría dar en gotitas, tal como la Sabin, y no necesitaría condiciones especiales de almacenamiento, por el frío y esas cosas. Sería muy manejable.
Las posibilidades técnicas de hacer la vacuna acá entonces existen...
Existen. Existe la tecnología, existen los científicos, falta la guita y el marketing, para darle impulso. Pero yo digo si nosotros podemos disponer de bancos de plasma y podemos disponer de tratamientos que van a hacer falta todo el año para la gente que se enferma, podemos darnos el tiempo para fabricar nuestras vacunas, aportar a esto y dejar de salir de shopping a ver si compramos vacunas multicolores de otros países.
Volviendo a lo anterior, decía que es necesario constituir los bancos de plasma y utilizar el plasma. Pero se puede ir un poco más allá. He leído de especialistas en infecciosas que si hubiera suficiente plasma se podría usar como preventivo. Hasta ahora lo que ha aprobado la ANMAT es que el plasma es un arma poderosa y debe ser inyectado a la persona que recién se infecta, primero dijeron que hasta los tres días y ahora hasta los diez días de síntomas, o sea que se está revalorizando la herramienta. El otro gran proveedor de anticuerpos por la masividad que tiene, es el suero de caballo, el suero equino. Ambas herramientas son muy buenas para combatir, pero resulta que se podría prevenir. ¿Por qué? Porque si la vacuna es al final una provocación para la fabricación de anticuerpos y si ya tenemos anticuerpos prestados o fabricados en el plasma o en el suero equino ¿por qué no usarlos como preventivo hasta que tengamos una vacuna segura? Estoy hablando de inyectar una vez por mes a aquellos que tengan mayor riesgo, los trabajadores que viajan hacinados en el transporte público, los que tienen que laburar sin condiciones de protección porque hasta en los países más avanzados se ha visto que las fábricas de embutidos y de carne son especialmente contagiosas, como ocurrió en Alemania. Entonces no se trata como nos dijeron hablando en jerga técnica y mostrando un solo perfil del problema que solo las personas con sobrepeso, diabéticas o inmunosuprimidas o viejas son las que están en peligro. No es cierto. Las poblaciones trabajadoras como tales tienen condiciones que son al menos tan peligrosas como las de esas categorías de enfermos o de gente con achaques. Para esa gente deberíamos preparar, no solo para los sanitarios o como dicen otros para los de seguridad, deberíamos poder prevenir que se infecten inyectándoles el plasma una vez al mes, que es el tiempo en que se gastan los anticuerpos prestados. Tampoco es tan complicado hacer eso, ya que tenemos un yacimiento popular muy enorme de anticuerpos y se podría realmente hacer una campaña eficaz. Si se consigue de esa manera aminorar el impacto del virus, de la pandemia, se puede volver a un tiempo en donde se pueda hacer lo que se hizo en el área Asia-Pacífico, es decir separar la gente que ha pasado la enfermedad y la que no la ha tenido. Los que han pasado la enfermedad ya tienen los anticuerpos, los que no la han pasado, no. Y a esos hay que cuidarlos especialmente, Y dentro de ellos ya hemos descrito cuáles son los que más necesitarían la prevención, inyectándoles plasma. Eso sería un plan racional, entretanto apoyamos la fabricación de la vacuna en el país, que como decía, no falta gente, no faltan grupos, no faltan proyectos, lo que falta es que se los respalde y se los banque como es debido. Otro sería el cantar si tuviéramos en abundancia las herramientas del plasma y del suero equino, podríamos darnos el tiempo de fabricar la vacuna y podríamos atender, seleccionando la parte de la población vulnerable y atendiéndola como es debido y no esta cosa que se hizo de encerrar a todos y decir que se atiende y no se atiende de verdad y sin mirar dónde está la gente que tiene más riesgo y obligando a la gente a laburar en condiciones jodidas que facilitan la infección.
Ahora, como yo no tengo confianza en que eso lo haga el gobierno, ni lo hagan las sociedades médicas, ni las Universidades con su ciencia, propongo que para conseguirlo, trabajemos en ese terreno que decía que nos ha impuesto la situación, que lo miremos como un escenario político en el que tenemos que movernos y así constituyamos comisiones populares de sanidad, que no tienen que ser dirigidas por médicos ni por científicos, aunque pueden tener los asesores que hagan falta, pero que se acomoden a lo que la población demanda y necesita. Entonces que lo que se reclama de responsabilidad y soberanía sea una cosa otra, asamblearia, organizadora, y no una imposición desde arriba.
Está el tema de que la cepa va cambiando, como la cepa nueva que surgió en Inglaterra y Rob Wallace llama Bo-Jo, en "honor" a Boris Johnson o las variedades sudafricana y brasilera. Por otro lado se hablaba de gente que se había enfermado, curado y vuelto a contagiar. ¿Esto cómo es? Porque vos insististe en el tema de que estas enfermedades no dan dos veces...
El vuelto a contagiar se puede decir que será un caso por millón o menos, es excepcional. Habría que corroborar muy rigurosamente eso. Todos los virus mutan, todo el tiempo y es una forma de ser del virus. Algunas mutaciones son exitosas y siguen adelante y las otras simplemente se pierden.
En cuanto a las nuevas cepas que han aparecido, se presentan como más contagiosas, porque si un rasgo tiene el coronavirus es que es muy contagioso. Pero es poco mortífero al lado de virosis como el Ébola que hablamos hace un rato o el Mal de los Rastrojos que tuvimos acá. Hay otras virosis hemorrágicas que son muy mortales, que acarrean el 15, 20 o 30 por ciento de mortalidad de la gente que se contagia. El corona no es así, pero es muy contagioso.
Relacionado con esto, con el ejemplo que vos nombrabas del Mal de los Rastrojos y el trabajo que hizo el Instituto de Pergamino. Vos siempre lo ponés como un ejemplo o un antecedente de estas propuestas que planteás en relación con la pandemia actual, contame un poco sobre esa experiencia...
El Mal de los Rastrojos era el nombre popular para la Fiebre Hemorrágica Argentina por virus de Junín. En el mundo existen varias zonas donde hay unas gripes con sangrado que son bastante mortales y por suerte están localizadas y no se han expandido. Hay una fiebre parecida en Bolivia, que se llama el Machupo, el Hantavirus en toda América. Son virus que producen hemorragias y suelen ser muy graves, tienen mortalidad alta. El Mal de los Rastrojos asolaba la Pampa Húmeda, es decir Buenos Aires, el sur de Santa Fe, el sur de Córdoba, toda la zona agro-ganadera más rica el país. En esa área de 500 mil kilómetros cuadrados, en el tiempo de Maiztegui, los años ‘50 y ‘60 del siglo pasado, vivían unos cinco millones de habitantes. El Mal de los Rastrojos se llamaba así porque la transmitían los ratones maiceros, entonces se trató de dispersar a los ratones para alejar el mal quemando extensiones grandes de maizales, rastrojos. Fracasó, por supuesto, porque esas medidas suponen que la culpa del Chagas la tiene la vinchuca o la culpa del Hanta, el ratón colilargo; en este caso la culpa del Mal de los Rastrojos sería de los ratones maiceros. Pero no son culpables, son bichitos que tienen sus propios bichos adentro y esos bichos que tienen los ratones, cuando los topamos nos hacen daño porque no estamos acostumbrados a esa companía. Porque no tenemos inmunidad, no tenemos nuestras defensas previamente entrenadas. Se moría mucha gente de esta gripe, no tenía un nombre propio, le decían "la gripe" nomás en la provincia de Buenos Aires. Un grupo de médicos de por ahí empezaron a investigar, a caracterizar y detallar de qué se trataba y a diagnosticar eso prontamente, y después empezaron a rebuscárselas con qué curar porque mataba demasiado. Encontraron que en la Primera Guerra Mundial se había podido liquidar el Tifus de las Trincheras (la Fiebre Tifus) también causada por un virus, con transfusiones de sangre de aquellos que habían sobrevivido. Podían curar transfundiendo sangre de los que habían pasado la enfermedad y no se habían muerto a los que recién se enfermaban. Tomaron el ejemplo y empezaron a hacer eso. Después esto fue organizado y sistematizado en el hospital de Pergamino, bajo la dirección del Dr. Maiztegui, que realmente es un prócer de la medicina argentina. Maiztegui empezó a hacer eso y a curar, simplemente con transfusiones de sangre o de plasma. Dos años después llegó a producir la vacuna. Después de eso, la vacuna cubrió nada más que al 20% de la población del área, nunca llegó a la cifra mágica de la mitad para garantizar que no haya más transmisión. Pero con ese 20% de vacunación, la enfermedad se volvió rara, no le daba a nadie y casi es una cosa que recuerdan los viejos nomás en la provincia de Buenos Aires. Ahora es excepcional. En cambio, lo que hay mucho y se habla poco, es Hantavirus alrededor de La Plata. Es el principal foco de Hanta del país.
En los tiempos en que yo estaba en Villa La Angostura de médico, ví muchos casos de hantavirus, hubo explosión de hantavirus en San Martín de los Andes, había habido en El Bolsón, en Bariloche y entré a estudiar el tema y preocuparme por eso. Entonces me encontré con el ejemplo de Maiztegui y propuse por qué no hacemos lo mismo para el hanta. Empezamos a ver con análisis de sangre quién había tenido la enfermedad o con los registros que hubiera, para pedirle que dejen sangre en donación para poder curar y tratar a la gente que se enfermaba de hanta. La buena noticia y a la vez triste porque no se realizó finalmente, es que en Chile, en Concepción, hay una bioquímica, la Dra. Barría, que estudió en Estados Unidos y se trajo el kit para fabricar los anticuerpos ya purificados por metodología genética y lo presentó en Chile. El Ministerio de Salud de Chile le dijo que eso era muy caro, que un millón y medio de dólares para las primeras mil dosis, o sea para los primeros mil no muertos por hanta, era demasiado caro. La mujer no se desanimó, siguió adelante y consiguió después que el parlamento apruebe eso. Sin embargo no tengo noticia de que exista en Chile hoy por hoy. Acá en Argentina nunca se llevó a cabo, justamente el mismo laboratorio que hoy produce suero equino para el coronavirus en su momento empezó un trabajo para producir suero equino para el hanta y lo dejó porque no le dieron cancha, no le dieron guita, porque es una cosa privada que como todas se apoya en subsidios del Estado y ese tipo de ventajas y parece que no las consiguió. Los chilenos reconocen la experiencia argentina del Mal de los Rastrojos y se dirigieron al Instituto Malbrán invitándolo a colaborar, recordando que el modelo desarrollado por Maiztegui era un modelo a seguir para este tipo de enfermedades. Creo que no tuvieron gran respuesta lamentablemente y que tampoco se están fabricando anticuerpos anti- Hanta en Chile, pero con esto de la pandemia creo que estas otras cosas se han sepultado, se han postergado mucho, pero que es posible fabricar y que deberíamos tener es obvio. También podríamos tener una buena fábrica de anticuerpos y de vacunas para el Mal de Chagas y para el Dengue y para todas las enfermedades para las que está demostrado que el mejor tratamiento para enfrentarlas es el inmunitario: suero y vacuna.
Por eso es que hace falta una Fábrica Nacional de sueros y vacunas y por eso es que hacen falta comisiones populares de sanidad para impulsarlo y exigirlo y para controlar que los beneficios no sean para los empresarios como hasta ahora, sino para toda la población.