El historiador Carlos Álvarez reflexiona sobre los momentos fundamentales del Congreso de Unificación Obrero de 1907, primer intento de unificar al campo trabajador, y sobre las razones de su fracaso.
La historia del movimiento obrero argentino organizado hunde sus raíces en el último tercio del siglo XIX, período en el cual comienzan a conformarse las primeras experiencias de organización en busca de reivindicaciones laborales, acceso a derechos, así como de difusión de las doctrinas ideológicas que los nuevos tiempos traían desde el otro lado del océano. Si bien los primeros gremios se formaron en tiempos de la Confederación Argentina, la organización en entidades mayores capaces de nuclear a un conjunto obrero aglutinante llevó un poco más de tiempo.
Los ensayos organizativos más exitosos tuvieron lugar entre 1891, con la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Argentina (FTRA), y 1901, con la creación de la Federación Obrera Argentina (FOA). Esta última supuso un quiebre, puesto que logró aglutinar, aunque por tiempo limitado, a las principales tendencias del arco trabajador de aquel entonces, representado mayoritariamente por socialistas y anarquistas. No obstante, las desavenencias ideológicas, así como pragmáticas entorno al campo de aplicación de sus respectivas doctrinas, conllevó constantes tensiones y debates, lo cual dio lugar a su ruptura, separándose los socialistas y creando la Unión General de los Trabajadores (UGT) hacia 1903. Desde 1904, la clase trabajadora argentina había perdido la unidad que la FOA prometía, conviviendo desde entonces dos poderosas centrales obreras, por un lado la FOA, que cambió su nombre a Federación Obrera Regional Argentina (FORA), y por el otro la UGT, como rama gremial del socialismo nucleado en el Partido Socialista Argentino (PSA).
No obstante, independientemente de sus luchas e interpelaciones, todo el arco obrero comprendía que “la unión hace a la fuerza” y que aquella división suponía una ventaja para las élites que bregaban por el famoso “divide y triunfarás”. Si bien cada central siguió su propio camino, con sus propios Congresos y técnicas de lucha, los acercamientos fueron frecuentes. Cuando una llamaba a una huelga general, buscaba el apoyo y pliegue de la otra al llamado, situación que generaba nuevos desencuentros.
Sin embargo, los intentos de unificación estuvieron en la agenda obrera, de hecho, fue la UGT la que en agosto de 1905 le propuso, a través del Pacto de Solidaridad, la unificación obrera a la FORA, cuando ésta estaba por dar inicio a su V° Congreso. La FORA rechazó la propuesta ugetista en estos términos:
“...El 5° Congreso reconoce inútil, ineficaz y contraproducente todo pacto solidario con la Unión General de Trabajadores y recomienda al Consejo Federal la edición de un folleto en el que se expliquen las causas de esta actitud del congreso y las razones que han primado en estas resoluciones”
Un año después, en Rosario tuvo lugar el VI° Congreso de la FORA. En el mismo se produjo un giro en la lógica forista, que a moción de los obreros del gremio del zapato, llamó a la formación de un Congreso de Unificación. El mismo fue aprobado por el Congreso forista, invitando a sus pares de la UGT a dar una respuesta, la cual fue finalmente aceptada en el marco del cuarto y último Congreso de la UGT en diciembre de 1906. Independientemente de la aceptación ugetista de asistir al convite, lo que resultó clave de aquel Congreso fue que el socialismo perdió su mayoría al interior de la UGT en manos de una nueva corriente interna que sería conocida como Sindicalismo Revolucionario, siendo esta tendencia la cual tenía mayores intereses por la unificación con la FORA. Tal fue la expectativa que había por la unificación que el diario uruguayo La Linterna sostuvo en marzo que:
“...la Importancia del acto y la obra sublime que forzosamente ha de resultar del mismo, no es posible describirlas en este momento. En el número próximo daremos detalles de su resultado, haciendo por hoy fervientes votos para que la obra sea coronada por el éxito de acuerdo con los deseos de sus organizadores"
Este compromiso de acercamiento conllevó ríos de tinta en las páginas de la prensa obrera, tanto por el fervor que despertaba la ansiada unificación para algunos, como por las suspicacias y sospechas para otros. Sin embargo, el nuevo año que se abría inmediatamente, volvió a tender un puente entre la FORA y la UGT en torno a una huelga de carreros en Rosario que desembocó en una huelga general nacional, en la cual ambas centrales trabajaron de forma conjunta logrando una armonía que no conocían desde su separación un lustro antes. Febrero y parte de marzo fueron meses de balances y comprobación de las tesis propias de cada tendencia en torno al éxito de la huelga de enero, al tiempo que seguían discutiendo la factibilidad y función de una unificación que estaba próxima a ocurrir.
Si para la UGT su cuarto Congreso supuso un quiebre insospechado en el cual la central quedó tensionada entre dos corrientes, es decir socialistas y sindicalistas, el campo anarquista tampoco llegó completamente unificado. Los ácratas también tenían una división interna muy definida entre quienes se llaman individualistas y los organizadores, pero que en el marco de aquel Congreso de Unificación próximo también se subdividió entre quienes apoyaban la unificación y quienes no sólo la entendían innecesaria, sino peligrosa. Esta tensión se vio profundizada por el cambio en la dirección editorial del principal diario anarquista de entonces, La Protesta, que pasó de tener una línea editorial pro fusión manejada por Alberto Ghiraldo a una anti fusionista de la mano de Eduardo Gilimón, quien lo reemplazó pocos días antes del mencionado Congreso forista en Rosario en 1906.
Como puede observarse, en menos de seis meses el panorama al interior de cada central, así como de cada tendencia ideológica, había sufrido cambios que los posicionaba de forma singularmente diferente ante el Congreso de Unificación obrero pactado para marzo. Sin embargo, el evento tuvo lugar a fines de aquel mes en el Salón Verdi de Capital Federal, congregando a centenas de delegados de todo el país. De las cuatro jornadas que contemplaba el Congreso, las dos primeras se consumieron entre interpelaciones y validaciones de las credenciales obreras de los delegados, preanunciando que aquel Congreso sería más difícil de los pensado. Había 65 organizaciones de la capital y 53 del interior, con 123 y 75 delegados, respectivamente.
El anarquismo era hegemónico en el mundo obrero en general, logrando mayor representación proporcional, lo cual conllevó que como bloque lograran torcer los destinos del Congreso. La primera moción a discutir fue clave, en tanto esta proponía debatir si se debía primero votar unificación sí o no, y después discutir las bases sobre las cuales se haría la misma, o por el contrario, primero discutir las bases y luego la aceptación o no de la unificación. Aquello era un punto clave, puesto que sobre la unificación no había mayores diferencias, una mayoría quería conformar una única y sólida central obrera, sin embargo, no todos estaban dispuestos a hacerlo a cualquier precio.
La votación arrojó 32 votos en favor de la unificación primero contra 71 en contra y 3 abstenciones, quedando clausurada, al menos desde el inicio, la unificación. Finalmente, dos mociones ocuparían el escenario del debate. La del socialista Jacinto Oddone y la del anarquista Francisco Jaquet. El primero proponía que la nueva central resultante tuviera como doctrina la libertad ideológica, para que de esta forma todas las tendencias pudieran expresarse, así como para garantizar que los obreros pudieran también participar de la vida electoral. En cambio, la de Jaquet proponía que la nueva central adscribiera a la doctrina del comunismo anárquico, tal como había sido aprobado por la FORA en su quinto Congreso dos años antes.
Naturalmente, ambas mociones eran una ecuación de suma cero, donde una obturaba la posibilidad de la otra. La moción de Oddone fue apoyada por socialistas y sindicalistas, así como por unos pocos anarquistas, con 34 votos a favor, 90 votos en contra y 8 abstenciones. En cambio, la de Jaquet contó con el apoyo mayoritario que tenía el anarquismo, siendo aprobada con 62 votos a favor, 9 en contra y 38 abstenciones, su mayoría sindicalista. Los ánimos estaban caldeados, haciendo que la mayoría de los delegados ugetistas, tanto sindicalistas como socialistas, así como algunos anarquistas, firmaran un documento de descargo por el cual presentaban su retiro del Congreso acusando al anarquismo de intransigente y culpable por el fracaso del mismo.
Finalmente, aquello que el Congreso suponía que debía unir, terminó por dividirlo aún más, no sólo entre las centrales en cuestión, sino también ahondando las tensiones al interior de cada una de ellas. De esta forma, aquel Congreso que llenó de esperanzas a un combativo movimiento obrero por meses, se dio de fauces contra la incompatibilidad doctrinaria en su interior. Las acusaciones mutuas duraron meses, desgastando a todo el campo obrero. En 1909 se intentaría una nueva unificación, pero la FORA no se presentó. Aquel primer intento de 1907 conoció muchos más, pero como éste, ninguno logró la ansiada unificación, por cuanto hubo que esperar hasta mediados de 1930 en que se creó la Confederación General del Trabajo (CGT), con otros actores e intereses, pero que comenzaría sus primeros pasos en el marco del primer golpe de estado de nuestra historia, de la mano del general Uriburu.
(*) Ambas imágenes han sido extraídas de Caras y Caretas, 06/04/1907.