El 14 de enero, el presidente Alberto Fernández dijo “estoy muy feliz de estar poniéndole fin al patriarcado, es una gran injusticia que se ha vivido durante siglos”. Ese día, se promulgaba la ley 27.610, de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. Desde ese día, el derecho al aborto es legal, una conquista por la que el movimiento de mujeres de Argentina peleó durante décadas.
No hace falta que yo explique que ese día no terminó el patriarcado. Terminar con discriminaciones legales no equivale a ponerle fin a un sistema de opresión que se enlaza de formas específicas, complejas y sofisticadas en las democracias capitalistas. El patriarcado mantiene una relación estrecha con el antagonismo de clase que subyace en nuestras sociedades, la imbricación es tal que hoy es imposible terminar con el patriarcado sin terminar con el capitalismo.
Se acerca el 8M, el Día Internacional de las Mujeres, las preguntas y los debates vuelven a la escena. Y aunque la pandemia sigue poniendo muchos límites, la movilización vuelve a ser territorio de disputa en muchos lugares. Por eso el 8 nos vemos en la calle.
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