La Nueva Mayoría asumió el gobierno con el objetivo de encauzar el descontento social mediante un plan de reformas y de esta forma recomponer la gobernabilidad erosionada con las movilizaciones del 2011. En el “primer tiempo” del gobierno esto se tradujo en el impulso de reformas moderadas que trataron de reconciliar los intereses de la calle y del empresariado.
Sin embargo, la “cocina” moderó aún más las reformas, dando como resultado medidas que no dejaron contento a nadie, ni a los estudiantes y trabajadores movilizados, ni a los empresarios y la derecha. Pese a esto, durante el año pasado el gobierno logró recuperar la iniciativa política y mantener pasivizado al movimiento estudiantil, por lo que las reformas lograron cierta eficacia.
La crisis política que se desató luego de los escándalos de corrupción y el ascenso de las movilizaciones de profesores y estudiantes aguaron rápidamente las pequeñas conquistas de la Nueva Mayoría. El gobierno perdió la iniciativa política y las reformas perdieron su poder de contención. El escenario cambió, lo que ha abierto un debate sobre qué rumbo seguirá el gobierno en este nuevo contexto.
El intento fallido de cerrar la crisis por arriba
El conjunto de la casta política ha hecho importantes esfuerzos para dar con un cauce de salida a la crisis política. Hasta el momento todos estos intentos han sido infructuosos. Ni la judicialización de la crisis, ni la declaración común de los partidos desde la UDI al PC, ni la comisión Engel y la agenda de probidad, ni el cambio de equipo político en el gabinete han logrado revertir la crisis.
Por el contrario, cada intento se transforma en su contrario, acentuando las crispaciones en la escena política. A estos alturas, la profunda deslegitimación de las instituciones ha devenido en una crisis de hegemonía en el marco de los cuestionamientos al régimen político heredado de la dictadura.
El intento por mantener las reformas y enfrentar la crisis política mediante una agenda de probidad no ha dado resultados. El ascenso de la lucha docente, obrera y estudiantil por un lado, junto con la fuerte campaña de los gremios empresariales y la derecha para desactivar cualquier intento de cambio que toque sus intereses, por el otro, han transparentado las fuerzas en pugna.
La disyuntiva para la Nueva Mayoría se hace más clara: o apuesta por tocar el “corazón” de la agenda de reformas y ganarse el favor de los empresarios, o apuesta por profundizar las reformas para intentar encauzar las movilizaciones. Todo indica que el gobierno está optando por la primera alternativa.
¿Nuevo rumbo en la Nueva Mayoría?
El cambio de gabinete que puso a Burgos a la cabeza del Interior y a Valdés en Hacienda, significó una inclinación hacia la derecha por parte del gobierno. Durante estas semanas veremos si esa inclinación se transforma en un giro en toda la línea.
La derecha, los gremios empresariales y los principales medios de comunicación apuestan en esta dirección, y ponen en el debate el fantasma de la desaceleración como principal argumento. Lo nuevo, es que desde los partidos de la Nueva Mayoría se han dado señales de respaldo a este discurso.
El Comité Central del PS planteó que el programa de Gobierno no se cumplirá 100% por crisis política y bajo crecimiento. El ministro Valdés planteó ante los presidentes de los partidos oficialistas que es necesario “revisar” el programa ante el escenario de desaceleración económica y estrechez fiscal. De esta forma, tanto la DC, el PS, el PRSD, como los principales ministros del gabinete político asumen el relato de la derecha. Bachelet aún se mantiene en silencio en este punto. Pero todo indica que se está consolidando el “nuevo rumbo” por el cual apostaba la oposición y los empresarios.
¿Qué hacer con la calle?
Pero una orientación que busque el favor y perdón de los empresarios para destrabar el escenario, tendrá costos en el flanco izquierdo: la calle. El gobierno confía en que si los profesores y los estudiantes vuelven a clases, podrá tener un margen de maniobra que permita ajustar un nuevo rumbo.
Para esto combinan diversas tácticas. En la negociación con los profesores, el ejecutivo cede la suspensión de la tramitación, pero se niega a retirar el proyecto, lo que redunda en un campo minado de trampas para los docentes movilizados. A su vez, sigue con una política selectiva de represión, como lo muestra el brutal caso de los compañeros encarcelados de la UTEM, que no es otra cosa que un ensayo de nuevo montaje.
Pero por sí mismas estas medidas no son suficientes. El curso de las movilizaciones dependerá en gran parte de la orientación que asuman las dirigencias. Si bien tanto los dirigentes del CONFECH y del Colegio de Profesores han asumido un discurso de izquierda, tomando el ánimo de los profes y estudiantes movilizados, su orientación es golpear para negociar. Esto prepara el choque entre los sectores más combativos y sus dirigencias, como ha sido la tónica de los últimos procesos de movilizaciones.
La articulación de instancias de coordinación desde la base de trabajadores y estudiantes que logren definir el futuro de las movilizaciones y así enfrentar cualquier intento de desvío, la definición de pisos mínimos claros e intransables frente a cualquier negociación y un plan de movilizaciones unificado, se transforman en necesidades vitales.
Junto con una táctica de lucha que fortalezca el curso ascendente de la movilización, se vuelve indispensable articular fuertes campañas políticas para denunciar el curso del gobierno y el conjunto de la casta política. La exigencia de que todo parlamentario gane lo mismo que un profesor y el derecho a revocar los cargos de elección popular, que desde La Izquierda Diario Chile estamos empezando a posicionar, son campañas que permitan ligar las movilizaciones con la crisis política, apuntando a que sean los trabajadores y estudiantes movilizados quienes tomen la iniciativa política en este escenario y logren dar una salida propia en el actual contexto. |