Según un estudio sociológico publicado la semana pasada, titulado: “El impacto generacional del coronavirus”, sobre la incidencia de la pandemia en el Estado español, la juventud es el sector que más ha sido golpeado por la crisis social desencadenada a raíz de la paralización económica. Aunque los datos son demoledores para todos los grupos de edad de gran parte de la clase trabajadora y las clases populares.
Según el citado estudio, que ha consistido en un sondeo por tramos de edad previamente delimitados, son los millennials -jóvenes entre 24 y 39 años-, y la denominada Generación Z, -jóvenes entre los 16 y los 23 años-, los que más están sufriendo los embates de la crisis. Esta circunstancia se cifra en que, según la encuesta, son los que más han visto reducir sus ingresos, tanto por sufrir reducción de la jornada de trabajo como por incremento del desempleo, y los que, en consecuencia, más han recortado sus gastos tanto básicos como destinados al ocio. Además, también según el estudio, son los que más han visto atacada su salud mental, percutiendo sobre su estado de ánimo y sus expectativas de futuro.
El sondeo ha sido realizado por la agencia de estudios demoscópicos 40db y se ha basado en una encuesta realizada a mil personas de edades comprendidas entre los 16 y los 75 años. Y forma parte del proyecto ‘Genera’, que ha sido apoyado por la Fundación Felipe González y la Fundación de Estudios Progresistas Europeos, con la financiación del Parlamento Europeo. Es decir, este estudio que contiene un análisis demoledor para el futuro de la juventud, ha sido realizado y apoyado por organizaciones avaladas por las élites económicas y políticas del régimen y de la UE, nada sospechosas de buscar hacer sangre con las cifras. Lo cual nos ofrece un panorama aterrador sobre las posibilidades reales de los jóvenes trabajadores para salir adelante ante el grado de explotación y opresión al que están siendo sometidos por un sistema económico capitalista que cercena todas sus posibilidades de desarrollo.
De nada han servido la implementación del denominado “programa europeo de garantía juvenil” de 2014, ni el actual “plan de choque por el empleo joven 2019-2021”, ya con el nuevo Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos que siendo el “más progresista de la historia”, o ha dado ninguna respuesta a la situación de emergencia juvenil. Tal y como también ha sucedido con las colas del hambre, los ERTE y el Ingreso Mínimo Vital, gobierno “progre” es incapaz de atacar los beneficios de las empresas del IBEX35 y las grandes fortunas para no dejar atrás a la “gente”, pese a lo que afirman.
La realidad de las tres P de la juventud en el Estado español: paro, precariedad y pauperización
Hay que comenzar señalando que la tasa de paro juvenil actualmente se encuentra en una cifra estratosférica, el 40,9%. Este nivel de desempleo junto a los niveles de precariedad que arrastran los jóvenes, superiores al 65% -entre contratos temporales y jornadas reducidas-, lastra cualquier posibilidad de planificar ninguna perspectiva de existencia mínimamente esperanzadora, hoy por hoy, y solvente para la juventud en el Estado español. Además, el incremento del paro reciente ha sido demoledor. Para los menores de 25 años subió un 40,5% interanual, mientras que para los mayores de esa edad ha sido de un 20,3%.
Pero a estos datos que ya venían siendo un auténtico tsunami de padecimiento social entre la juventud desde la crisis de 2008, hay que añadir los nuevos golpes generados por la crisis social y económica tras la covid-19 que son recogidos por este estudio.
Respecto a las retribuciones salariales, el 65,9% de los millennials manifiesta que ha visto reducido su salario durante la pandemia, mientras que la Generación Z lo declaran en un 60,3%. Con carácter general un 51% de la población manifiesta haber sufrido una reducción salarial -una cifra sin duda espeluznante también- en el período, y los que menos lo han visto reducido ha sido el tramo de edad entre 65 y 75 años, un 19,5%, al tratarse de pensionistas que tienen ingresos, por el momento, más estables.
La jornada laboral también se ha visto más reducida para los sectores más jóvenes. Aquí están en cabeza los millennials con un 48,9%, los Z un 44,7%. Mientras el total general de reducción ha sido un 36,8%.
En cuanto al recorte del gasto, directamente relacionado con el nivel de ingresos, también ha sido muy significativo entre las y los jóvenes. Un 60% ha reducido el gasto en ocio, frente al 54,8% del resto de la población. Pero es que en productos de primera necesidad -alimentación, suministros esenciales, ropa- lo han reducido un 30,4% de la juventud, mientras que el resto de la población lo ha hecho en un 26,5%. La calefacción fue desconectada por un 21,1% de las y los jóvenes, frente a un 18,5% del resto. Son cifras en cualquier caso que manifiestan el profundo padecimiento social que están sufriendo los más vulnerables, sean jóvenes o no.
Respecto de la salud mental, algo también esencial, frente al 63,9% de la población en general que dijo estar desanimada por la pandemia, la juventud Z lo indicó en un 78,3% y los millennials en un 65,9%. Esto denota claramente el fuerte impacto general de la pandemia en el conjunto de la población, pero muy especialmente entre la juventud, sobre todo entre los de menor edad.
Otro gasto muy relevante que también se ha visto afectado es el de la formación. En este caso los millennials son, de nuevo, los que más han recortado el gasto en este capítulo, un 16,5% dicen haber disminuido estos gastos, frente al 12,2% de los Z y el 10,7% del resto. Además, el 20% de la juventud ha abandonado algún tipo de estudio frente al 13,7% de la población en general.
La juventud criminalizada
La juventud viene mostrando desde el inicio de la pandemia que se adapta mucho peor que el resto de la sociedad a las exigencias legales marcadas por las políticas de contención de la movilidad y renuncia casi absoluta a los contactos sociales, impuestas para frenar la extensión de la covid-19. Las y los jóvenes por su propio desarrollo psicológico y emocional necesitan del contacto directo con sus amistades y de los escarceos amorosos y sexuales vitales a su edad para potenciar su desarrollo físico y mental sano en todos sus aspectos.
No han podido entender, como tampoco gran parte de la clase trabajadora y del conjunto de la sociedad, como tenemos que ir a trabajar en medios de locomoción hacinados; o ver como los recursos sanitarios han continuado infradotados en rastreadores y personal; o ha seguido sin atenderse la emergencia social derivada de la crisis sanitaria- colas del hambre, ERTE sin pagar, Ingreso Mínimo Vital irrisorio, etc., mientras a la juventud -y a los barrios obreros- se les ha criminalizado culpabilizándolos por los contagios, por salir a divertirse, con mayores o menores precauciones, y relacionarse con sus amistades y disfrutar de la aventura de nuevos contactos y escarceos, algo imprescindible para el desarrollo psicológico y personal de las y los jóvenes.
Esta criminalización, además, que ha sido enfocada hacia la juventud trabajadora, cuando ha habido auténticos escándalos durante toda la pandemia de las élites con fiestas de todo tipo que han pasado apenas sin crítica.
Las protestas de muchos jóvenes en las calles por la libertad de expresión y la puesta en libertad sin cargos de Pablo Hasél, que se han producido en muchas ciudades del Estado español -sobre todo en Barcelona-, también están sirviendo para criminalizar cínicamente a la juventud de la clase trabajadora que protesta. Pero no nos podemos extrañar del estallido de la rabia violenta de muchas y muchos jóvenes, ante su negro futuro y la violencia que el Régimen del 78 ejerce sobre ellos con su policía, sus jueces y una democracia para ricos que no les ofrece nada y a la que no deben nada. Frente a unas condiciones económicas y sociales que abocan a la juventud a la más absoluta pauperización, sin esperanza y sin futuro.
Pero a pesar de esta dura realidad, nada está perdido. Aunque la quieran dejar sin futuro, en la juventud y en su lucha está el futuro mismo. Por ello es necesario apostar a que surja una nueva generación juvenil organizada que conquiste un programa y una estrategia anticapitalista para luchar codo a codo junto a la clase trabajadora, las mujeres y las clases populares contra este régimen reaccionario que solo sirve a reyes, millonarios y políticos capitalistas. |