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La Izquierda Diario
30 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

Libros
“Mujer al borde del tiempo”, una novela adelantada a su tiempo
Eduardo Nabal | @eduardonabal

Gracias a una magnífica traducción de Helen Torres tenemos ya en castellano una de las novelas más perturbadoras, valientes e infravaloradas de la literatura estadounidense de los años 70.

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Algunos la catalogarán, con cierto simplismo, como “ciencia ficción” feminista, otres como alegato contra el racismo de la mano de la escritora y poetisa Marge Piercy. Pero estamos ante un desgarrador fresco social donde, sin rehuir la ironía y la magia, la autora entra en las tripas de los males pasados, presentes y futuros del capitalismo salvaje en nuestras sociedades occidentales, así como un libro que, adelantándose a su tiempo, desafía las normas de género, identidades racializadas, diversidad sexual y abre un frente de batalla contra la psiquiatrización de los disidentes que deja en paños menores a los clásicos de Ken Kessey y otros autores reconocidos por su valiente alegato contra la medicina y la psiquiatría como instituciones al servicio del poder establecido.

“Mujer al borde del tiempo” empieza con un episodio en el que una joven chicana es maltratada por su chulo y la, hasta el final, valiente Connie Ramos, protagonista del relato, sale en su defensa, viéndose apartada de la sociedad sin miramientos e ingresada en una institución mental donde sufrirá toda suerte de abusos, malos tratos y miradas paternalistas. Pero la protagonista femenina, en un libro donde las categorías de género y raza son, muchas veces, cuestionadas, tiene un secreto: puede viajar hacia el futuro, ver el pasado, aunque no cambiarlos. Así, Piercy hace más vitriólico, complejo y político su retrato de una sociedad clasista, racista, medicalizada, basada en la explotación y la invisibilidad de los considerados “enfermos”.

Mezclando el suspense, la poesía, el terror gótico, la fantasía, el erotismo y, sobre todo, la denuncia de un modelo social, la autora nos presenta sin prejuicios a los compañeros de Connie en ese extraño sanatorio, donde las jerarquías y el clasismo, se reproducen con toda su crudeza. Prácticas como las terapias aversivas para “cambiar la orientación sexual”, sesiones de “reeducación”, un continuo espionaje y algunos fallidos intentos de huida están narrados con admirable riqueza en sus registros lingüísticos por una autora sin pelos en la lengua, ni pudor a la hora de hurgar en las heridas de los humillados de la América blanca, acomodada, heterosexista y poco dada a aceptar la alteridad.

Connie, con su capacidad de transitar por los avances y retrocesos sociales de un mundo en el que ella ha crecido en el bando de los desheredados, nos conduce, sin descartar la música, la poesía, ni el amor por criaturas “fuera de la norma” por un viaje tenso y laberíntico donde la posibilidad de salir no es, tampoco, una salvación, como vemos en el breve y mordaz episodio en la que se le concede permiso para visitar a su arrogante hermano el “Día de Acción de Gracias”.

Por sus múltiples episodios aparecen y desparecen personajes de toda suerte y condición enfrentados de formas diferentes al panóptico de la normalidad, una especie de Dios farmacéutico que también ha sufrido los embistes de la historia.

En el trasfondo de “Mujer al borde del tiempo” están las luchas por los derechos civiles, la liberación sexual, el cuestionamiento del poder establecido y, a través de su protagonista, la observación de un mundo a ratos frío y deshumanizado y a ratos grotesco o sentimental.

Como Octavia Butler, Piercy juega con las metáforas políticas tras los espejos de la literatura fantástica más salvaje, aunque esta novela alcanza un nivel de compromiso, lucidez, arrojo y originalidad que dejan a lectoras y lectores sin respiración. Un libro difícil donde tiene cabida la prosa poética, el suspense, la reflexión filosófica, el activismo, la soledad y la búsqueda de la dignidad y la identidad, todo ello narrado con una prosa rica en matices y corta en tabúes.

 
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