El partido se moría y el equipo blaugrana estaba quedando eliminado de la Copa del Rey ante Sevilla. El 1 a 0 no alcanzaba para revertir la derrota en el partido de las semifinales donde había caído 0-2. Pero a los 93 minutos y tras un rechazo rival, Antoine Griezmann recibió la pelota fuera del área, se sacó un hombre de encima y tiró un centro perfecto para que Piqué anotara el segundo de cabeza. Nada que hacer para el arquero, que vio como la bola se metía por el segundo palo y mandaba el encuentro al alargue.
Gol agónico, festejo alocado de todos los jugadores y 30 minutos de prórroga por delante con un hombre de más. Así, el Barcelona recibió un guiño de la suerte en medio de la crisis que atraviesa tras la derrota por Champions League con el PSG (1-4).
Ya en el tiempo suplementario, el dominio del equipo de Messi fue total. Haciendo correr la pelota aprovechó el hombre de más hasta que a los 95 minutos Braitwhite, que había ingresado como suplente, cabeceó tras un centro de Jordi Alba y al arquero Vaclík se le escapó entre las piernas. 3-0 y delirio (3-2 en el global).
Un gran respiro para el equipo, la ilusión intacta de volver a levantar un nuevo título y un dato que no deja de sorprender: de las últimas 13 ediciones del torno, Barcelona logró clasificarse en 10 oportunidades a la final.
Al terminar el partido las cámaras captaron el festejo de los jugadores y el abrazo entre Messi y Piqué, que es una de las postales de la noche.
El Barcelona está en una nueva final, espera al ganador de Levante-Athletic de Bilbao y se permite soñar, por qué no, con un empujón anímico que le permita otra remontada histórica cuando visite al PSG por los octavos de final de la Champions, el próximo 10 de marzo en París.
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