La ópera prima de Emerald Fennell cosechó múltiples nominaciones desde su estreno en enero y dio vuelta los estereotipos de género de Hollywood, pero detrás de esta historia individual de venganza, la lucha y organización de las mujeres contra el machismo y sus derechos cada vez pisa más fuerte.
Un bar cualquiera en la madrugada. Un grupo de hombres miran a una mujer sola y borracha, sentada en un sillón. Se miran entre ellos comentando brutalmente todo lo que le harían hasta que uno de ellos se le acerca, le habla y la mujer balbucea. La lleva hasta su propia casa. Entre besos y toqueteos le ofrece alcohol a pesar de que ella parece sentirse cada vez peor y se acuesta en la cama. Las avanzadas sexuales aumentan a pesar de la débil resistencia hasta que ella enfoca por primera vez la mirada y en un tono distinto, sin rastros de alcohol, le pregunta “¿qué estás haciendo?”. Acto seguido, se la ve volviendo en la mañana con sangre en las manos y al llegar a su casa, agrega un palito más a una libreta llena de “víctimas”. Esa es la carta de presentación de Promising young woman.
Spoiler alert: te adelantamos algunas cosas de la trama
El film es el debut como directora de la actriz Emerald Fennell, que pudimos ver el año pasado en el rol de Camilla en The Crown, y cuya protagonista central es Carey Mulligan. Cuenta la historia de Cassie, una mujer de 30 años que mientras durante el día habita en un universo rosa, de tonos pasteles y con música pop de los 2000, de noche se convierte en una cazadora de posibles abusadores. A lo largo de la película vamos conociendo su drama: su mejor amiga fue abusada y violada en la universidad por un grupo de compañeros y el encubrimiento derivó en su posterior suicidio. Cassie se termina inmolando por su causa en una suerte de mártir anónima, en total soledad.
“¿Qué sucede cuando abusar de las mujeres es una broma? ¿Qué sucede cuando algo cruel y dañino es un comportamiento normal? En mi adolescencia y en mis 20, engancharte con chicas borrachas era deprimentemente común. Y, lamentablemente, es algo en lo que mucha gente todavía no se lo pensaría dos veces. Entonces, si llevaras a una chica a casa que estaba completamente borracha y luego te revelara que estaba sobria como una piedra, ¿por qué estarías tan asustado?”, refirió Fennell en cuanto a la premisa central que rodea su película.
Contrariamente a la mayoría de las películas donde las mujeres son las víctimas, Cassie invierte los roles y es ella la que tiende la trampa hacia los “chicos bien” que aparentemente nunca harían nada sin consentimiento hasta que la película demuestra que avanzan igual.
Por supuesto, el contexto en el que surge no es casual. Con el movimiento #MeToo que en 2017 paralizó a Hollywood con los casos de abusos sexuales (sobre todo el de Harvey Weinstein) y en momentos en el que la violencia machista ya no está silenciada, la voz de las mujeres cobra cada vez más fuerza. En ese marco la película, aunque disruptiva y polémica, puede ser leída como una producción políticamente correcta de una industria que, sin ir más lejos, desde sus comienzos encubrió numerosos casos de violencia machista y sabemos no pierde oportunidad en ganar millones. Nominada a los Golden Globes y a los Premios Oscar como Mejor Dirección, Mejor Guión y Mejor Actriz, la película pone de relieve una realidad que se encargaron de destapar y de reflejar todo el movimiento de mujeres a lo largo del mundo, sobre todo en los últimos años.
La película trata (y se posiciona) sobre las cuestiones que subyacen y rodean al sistema patriarcal, en donde las mujeres padecen sus consecuencias en un estado de vulnerabilidad y pone de manifiesto la realidad ante la violencia machista. Sin embargo, la salida que le imprime esta comedia negra es completamente individual. El punitivismo, la justicia por mano propia y la cultura del escrache son las armas que la protagonista utiliza en una cruzada que encara de una manera muy personal pero por el mismo motivo, en soledad. Este carácter aislado es el que le impide ver a Cassie que la opresión también tiene como cómplices al sistema político e institucional y que por lo tanto la única salida es la organización entre las mujeres y la denuncia y la lucha contra esta responsabilidad estatal.
En los últimos tiempos y con fenómenos locales como Ni Una Menos y la marea verde, las peleas contra la naturalización, contra el machismo y con su forma más terrible como los femicidios se convirtieron en la bandera de numerosos movimientos feministas. Esta pelea sigue en marcha. Pero las mujeres también pelean junto a las que luchan por sus derechos más básicos y elementales como el acceso a la tierra y a la vivienda, al trabajo, a la igualdad salarial y por el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Son estas mujeres las que no actúan de manera individual sino que se unen y organizan también con los hombres porque entienden que ambos se enfrentan a un enemigo común, a la alianza entre el patriarcado y el sistema capitalista que lo alimenta.
Son las que este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, salen a las calles y las que se unen también al reclamo de la Comisión de Mujeres de Guernica en lucha y solidaridad con otros sectores. Únicamente de esa manera es que podrán triunfar y, a diferencia de Cassie, no terminar inmoladas sino victoriosas de poder conquistar todos sus derechos.