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11 de marzo de 2021 Twitter Faceboock

Cultura
A 76 años de la muerte de Ana Frank: “La belleza que aún permanece”
Paula Freddy

Hace 76 años, un 12 de marzo de 1945, moría Anneliese Marie Frank. La niña de ascendencia judía que escribió un diario durante los casi dos años y medio que pasó ocultándose de los nazis en Ámsterdam, con su familia y cuatro personas más. Murió a pocos meses de que acabara la segunda guerra mundial.

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Ana nació el 12 de Junio de 1929 en Fráncfort del Meno, en Alemania. Era la segunda hija de Otto Heinrich Frank y Edith Hollander, una familia de judíos alemanes que Vivian en una comunidad con ciudadanos judíos y otros que no lo eran. Los Frank eran reformistas, mejor llamados progresistas. La que era más creyente era Edith, mientras que Otto, que había sido teniente en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial pasó a ser empresario. Tenía una gran biblioteca e influía en el interés de sus hijas por la lectura. Ana era extrovertida e impulsiva, y contaba chistes, a diferencia de su hermana Margot que era un ejemplo de bondad y discreción para la familia.

Al poco tiempo del ascenso de Hitler en 1933, el NSDAP (Partido Nacionalista Obrero Alemán), conocido como partido nazi, ganó la mayoría en las elecciones municipales en Frankfurt. Los antisemitas enseguida empezaron las manifestaciones. Con miedo, la familia se trasladó a Ámsterdam, donde Otto llevaba varios meses preparando sus negocios, y se fueron a vivir a un nuevo barrio al sur de la ciudad, Rivierenbuurt, donde ya había varias familias judías.

Aunque Otto mantenía su optimismo incluso sabiendo lo de las sinagogas incendiadas, se quebró cuando en septiembre de 1939 el ataque a Polonia hizo estallar la Segunda Guerra Mundial.

Cuando en 1940 la Alemania nazi atacó y ocupo el país, las tropas neerlandesas se rindieron, la reina Guillermina escapó a Londres y quienes vivían en Holanda sabían lo que les esperaría.

La casa de atrás

Aumentaban las leyes antijudíos. Los parques, las tiendas y el cine les eran prohibidos. Fue muy difícil para Ana porque le gustaba coleccionar fotos de estrellas de Hollywood. Además eran obligados a ir a una escuela especial separados del resto de los niños, obligados a usar una estrella de David para poder identificarlos.

Cuando su hermana Margot recibe un aviso para presentarse a trabajar en Alemania, sus padres desconfían y deciden esconderse al día siguiente. Otto había pensado un escondite en la casa de atrás de su compañía durante la primavera de 1942 con ayuda de sus colegas. Al poco tiempo llegaron cuatro personas más para esconderse, los Van Pels. El lugar era un poco apretado y se tenían que mover sigilosamente.

“Mi querida kitty”

Cuando Ana cumplió 13años, los padres le regalaron un diario forrado en tela cuadrillé con tonos rojos y una pequeña cerradura, al que nombro Kitty, su amiga imaginaria. Allí escribió cómo era estar en el escondite, cuentos, pensamientos, miedos, una novela y citas que sacaba de los libros que leía. Escribió sobre el joven de 17 años, Peter Van Pels, de quien se había enamorado, y también se descargaba cuando tenía desacuerdos sobre el rol que se esperaba de ella, por ser mujer.

Mi querida Kitty: grábate en la memoria el día de ayer, que es muy importante en mi vida. ¿No es importante para cualquier chica cuando la besan por primera vez? Para mí al menos lo es. Peter me estrechó bien fuerte contra su pecho, sentí cómo me palpitaba el corazón.

En una ocasión el padre de Peter sugirió que su hijo no debía pelar papas, ya que no era un trabajo propio del hombre, a lo que Ana escribió: “Puede apreciarse su tipo de lógica”. Hermann también opinó sobre el tiempo que los jóvenes dedicaban al estudio: “¡No hace falta que las niñas aprendan tanto! Qué moderno es, ¿no?”. Y continuaba: “Las mujeres modernas exigen su derecho a la independencia total”. No entraba en sus esquemas tener una vida dedicada exclusivamente al matrimonio y la maternidad: “No puedo imaginar que tuviera que vivir como mamá, aparte de un marido e hijos, necesito otra cosa a la que dedicarme”.

Estos mismos pensamientos aparecían reflejados en sus cuentos, donde las niñas tenían sus propias aspiraciones, como una de sus personajes que trabajaba en una fábrica. Esto era parte del contexto que se vivía en muchos países en guerra, donde las mujeres empezaron a trabajar en la industria para suplir a los varones que eran reclutados como soldados.

La policía encuentra el escondite

Cuando el ministro de Educación del gobierno holandés, desde Inglaterra, hace un llamado a través de la radio de guardar diarios y documentos de guerra, a Ana se le ocurre reescribir sus diarios en una historia a la que llamo “La casa de atrás”.
A poco de terminar de reesccribirlo, el 4 de Agosto de 1944, oficiales de policía encuentran el escondite y los arrestan. Luego de pasar por la prisión de Amsterdam, son trasladados al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.
Ana es enviada al campo de trabajo para mujeres junto con hermana y su madre. Otto en cambio a un campamento de hombres. A principio de 1944 es nuevamente trasladada con su hermana al campo de concentración de Bergen-Belsen. Casi sin comida y con frio, Ana contrae fiebre tifoidea y fallece antes de llegar a los 16 años.

Otto fue el único sobreviviente, luego de ser liberado de Auschwitz por los rusos, conmovido por los escritos de su hija donde decía que quería ser escritora o periodista, decide dar a conocer el diario y, el 25 de Junio de 1947, “El diario de Ana Frank” es publicado en una primera edición de 3000 ejemplares. Con el tiempo, sería traducido a 70 idiomas.

Lo que empezó como el diario íntimo de una niña, se convirtió en uno de los documentos más importantes de la historia, aunque no siempre reivindicado con honestidad y espíritu de homenaje. Es que sobre la Segunda Guerra Mundial hay muchos discursos que tienden a reflejar el conflicto como una lucha entre “democracia” y “fascismo”, cuando en realidad se trataba de una lucha entre diferentes Estados imperialistas por el reparto del mundo. Eso explica que, a pesar de todo el discurso democrático de los Estados Unidos, este país jamás recibiera a los millones de judíos que eran perseguidos en Europa. Además, este nuevo imperialismo en ascenso arrojó las bombas nucleares sobre Nagasaki e Hiroshima, cuando la guerra ya estaba prácticamente ganada, solo para demostrar su poderío sobre el mundo. Así mostraba que no tenían mucho que envidiarle a la Alemania de Hitler.

Contra esta brutalidad de la guerra, que expresaban tanto uno como otro bando imperialista, la dulzura de Ana se lanza como una flecha que nos recuerda lo importante de resistir y luchar. “No pienso en toda la miseria, sino en la belleza que aún permanece”, escribió ella y nosotros repetimos, como homenaje.

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