Ante el aniversario de su muerte hace 87 años atrás, el 15 de marzo de 1937, presentamos una reseña de uno de sus más sangrientos relatos: Herbert West el Reanimador. Un disparador para bucear en las oscuras fauces del genio del horror.
Howard Phillips Lovecraft, nació en Providence Rhodes Island el 20 de agosto de 1890 y murió el 15 de marzo de 1937 en su ciudad natal. Es considerado uno de los más grandes exponentes del género del terror y es creador de una mitología propia en este submundo, asociada principalmente a los relatos de Cthulhu. Su obra supone una ruptura con el terror clásico al salirse de las temáticas convencionales que abarcaba este género. Adentrarnos en la literatura de Lovecraft es encontronazo con un mundo horroroso empapado de seres de otras dimensiones, viajes en el tiempo y criaturas abominables. También con los prejuicios raciales, étnicos y clasistas que destilan algunos de los pasajes de sus relatos, horrores bastante palpables y propios de la clase a la que supo pertenecer.
Con sus propios demonios a cuestas que han sido impulsores de sus relatos, su legado es inabarcable. La figura del monstruo y el concepto del terror fueron modificados para siempre por su pluma. Sin la literatura de Lovecraft no podríamos disfrutar, sin dudas, de autores como Stephen King o Ray Bradbury. Su manejo del terror tan descriptivo y tan punzante ha provocado pesadillas en generaciones y generaciones de lectores en todo el mundo.
El relato que recomendamos hoy es parte del inicio de la obra del autor y prácticamente reversiona el comienzo de Frankenstein, la novela de Mary Shelley, antagonizando la figura de Frankenstein, un héroe que oscilaba entre el racionalismo y el romanticismo con el frío West: un científico puro, materialista y bastante despreocupado respecto a las implicancias morales de sus experimentos.
Dr West y su obsesión por resucitar muertos
Saliéndonos de sus personajes más clásicos, asociadas a los mitos de Cthulhu, con Herbert West el Reanimador nos trasladamos al inicio de la obra del autor entre los años 1921 y 1922.
“Al principio, tenía esperanzas de encontrar un reactivo capaz de restituir la vitalidad antes de la verdadera aparición de la muerte, y sólo los repetidos fracasos en animales le habían revelado que eran incompatibles los movimientos vitales naturales y los artificiales. Entonces se procuró ejemplares extremadamente frescos y les inyectó sus soluciones en la sangre, inmediatamente después de la extinción de la vida” (Reanimador 1: De la oscuridad).
West es un doctor obsesionado con la vida después de la muerte y la búsqueda científica para lograr responder este interrogante. El narrador de la historia será su asistente y compañero desde que eran unos jóvenes estudiantes en la ficticia universidad de Miskatonic, que será mencionada por primera vez en la bibliografía del autor.
Tan fascinado como espantado, nuestro narrador (nunca sabremos su nombre) nos traerá a las retinas el horror de la Primera Guerra Mundial y sus beneficios para la macabra experimentación de West. Entre los vaivenes de las pruebas con aciertos y errores que conlleva la escalofriante tarea de tratar de matar la muerte.
Cada uno de los seis capítulos con los que cuenta esta historia fue publicado por separado y pueden leerse como pequeños cuentos individuales y por eso en cada uno nos encontraremos con la descripción física del personaje principal repetidas veces, entre las fotográficas descripciones de los experimentos producidos en el laboratorio de Bolton o Arkham.
Tenaz y obstinado contra toda explicación metafísica de cómo se produce la vida, veremos a West desarrollar una combinación de químicos para resucitar muertos, a la que tratará de perfeccionar en toda la historia.
A medida que avanzamos en los cortos capítulos la relación entre los personajes se vuelve tensa, moralmente contradictoria e impredecible. Nuestros ojos se llenan de sangre, violencia y agudas imágenes de zombies repulsivos, hechos de injertos experimentales. Nunca nos abandona la molesta sensación de que algo muy malo va a pasar en Bolton, Arkham o acá en Buenos Aires, mientras pasamos hoja tras hoja.
”Volvieron a llamar, un poco más fuerte. Al llegar a la puerta, corrí el cerrojo cautelosamente y abrí de par en par. Al revelarnos la luz de la luna la figura que teníamos delante, West hizo algo muy extraño. A pesar del evidente peligro de atraer sobre nuestras cabezas la temida investigación policial (cosa que felizmente evitamos por el relativo aislamiento de nuestra casa), mi amigo, súbita, excitada e innecesariamente, vació las seis recámaras de su revólver sobre nuestro nocturno visitante. Porque no se trataba del italiano ni del policía. Recortándose horrendamente contra la luna espectral había un ser gigantesco y deforme, inconcebible salvo en las pesadillas. Era una aparición de ojos vidriosos, negra, y casi a cuatro patas, cubierta de hojas y ramas y barro, y sucia de sangre coagulada, la cual mostraba entre sus dientes relucientes una cosa cilíndrica, terrible, blanca como la nieve, que terminaba en una mano diminuta.”(Reanimador 3, Seis disparos a la luz de la luna)
Lovecraft plasmó sus miedos y obsesiones en todas sus obras, esta no es la excepción. Aquí produce un interesante diálogo entre realidad y ficción, con la aparición de millones de cuerpos producto de la Primera Guerra Mundial que los personajes aprovechan para probar su pócima revitalizadora. La muerte amenazaba en la ficción y en la realidad por parte de las grandes potencias que apilaban cadáveres por doquier mientras se repartían el mundo.
Los capítulos son: De la oscuridad, El demonio de la peste (hace alusión a la gran epidemia de Tifus), Seis disparos a la luz de la luna, El grito del muerto, El horror de las sombras, Las legiones de la tumba.
El legado de West
La historia de Herbert West es considerada una de las primeras que contienen la imagen de lo que hoy conocemos como zombies, que abundan en series películas y videojuegos: el muerto viviente vengativo, sin razonamiento y hambriento de sangre, es la monstruosa respuesta de la muerte derrotada.
El Reanimador será fuente de inspiración para nuestros modernos zombies y, más precisamente, para tres películas: Re-Animator de 1985 ( ver aquí), Bride of Re-Animator de 1990 y Beyond Reanimator de 2003.
También inspirará algunas historias de videojuegos y decenas de comics propios o apariciones estelares como villano en algunas ediciones de Batman.
Este relato puede significar la puerta de ingreso al mundo del horror cósmico, un mundo que expande sus brazos tentaculares hacia todas las ramas del arte que forman parte del legado que nos ha dejado Lovecraft hasta nuestros días.
Como bien expresa la famosa cita que aparece en su primer relato: “No está muerto lo que puede yacer eternamente, y con el paso de extraños eones, incluso la muerte puede morir”. (La ciudad sin nombre). En este nuevo aniversario de su muerte, hemos de seguir confirmándolo: la muerte del padre del terror, no para de morir.