Traducción: Natalia Pons
Publicado originalmente en Révolution Permanente
Al igual que toda la gestión de la crisis sanitaria en el último año, el lanzamiento de la campaña de vacunación ha catastrófico y se ha retrasado mucho. Ante la falta de personal debido a los sucesivos recortes presupuestarios en los hospitales, más y más sobrecargados desde el inicio de la crisis, los sanitarios tuvieron que recurrir al sistema D: solicitar cuidadores jubilados y de la sanidad privada como refuerzo, de la misma manera que al principio de la pandemia lo habían sido los estudiantes de medicina, pagados a un euro.
El periódico Libération ha informado de que en Garches el personal sanitario lleva casi dos meses esperando a que se le pague. Los trabajadores del hospital llamados a la primera línea para vacunar cuentan que las autoridades sanitarias y el ayuntamiento les dan largas cuando reclaman una remuneración: «cada vez que llamamos a alguien, siempre nos reenvían a la oficina de al lado, o nos dicen que mandemos un correo electrónico», resume para Libération Véronique (nombre ficticio), una enfermera jubilada que participa en la campaña de vacunación.
El desprecio del gobierno por los trabajadores en primera línea sigue ya no desbordando, sino sobrepasando cada vez más los límites de la desconsideración y la insolencia hacia estos trabajadores esenciales para la sociedad como ha demostrado explícitamente la crisis.
Si ayer los sucesivos gobiernos cerraron hospitales, servicios y plazas, imponiendo la austeridad en los servicios públicos, siempre con una lógica lucrativa y para obtener beneficios, hoy los trabajadores de los hospitales mantienen a duras penas el ritmo, en centros a menudo sobrecargados, y a veces ni siquiera se les paga por su trabajo.
Se trata de una situación inaceptable, que refleja la consideración del gobierno hacia estos trabajadores esenciales, que a menudo son sectores altamente feminizados y precarios, que se organizan cada vez más como una fábrica de beneficios, por encima de la salud de todas y todos.
Este nuevo escándalo por parte del Gobierno vuelve a poner de manifiesto sus prioridades en medio de una pandemia mundial, frente a los sanitarios a los que antes llamaba demagógicamente «héroes de la patria». Como recordó Marie-Pierre Martin, profesional de la salud y miembro del colectivo Inter-Urgencias, en una entrevista concedida a Révolution Permanente: «Hay una diferencia entre querer y poder vacunarse».
En efecto, es muy complicado desde el punto de vista logístico poder vacunar a todo el personal, teniendo en cuenta el periodo de recuperación tras la inyección de las dosis, porque los ya escasos miembros personal no pueden prescindir de trabajadores durante dos días. Por otra parte, debido a la falta de dosis y a la sobrecarga de trabajo de los sanitarios por la falta de mano de obra, a menudo es difícil que se tomen sus días libres para vacunarse.
Mientras que el gobierno ha optado por no reconfinar y confía únicamente en la vacunación para detener la epidemia, una vez más, asistimos a una nueva oleada de desprecio hacia los cuidadores, a los que se presenta como si no se esforzaran lo suficiente en vacunarse a pesar de que llevan casi un año en primera línea del virus.
Por estas razones, es más necesario que nunca exigir inversiones masivas en los servicios públicos, y en particular en los hospitales, pero también centralizar todo el sector sanitario privado, para que este servicio público esencial sea público, gratuito y accesible a todas y todos.
Si es evidente recordar la urgencia de la contratación de personal, y de los medios materiales, también conviene subrayar la importancia de la reivindicación de que los hospitales y la gestión de la crisis se realicen bajo el control de los propios trabajadores sanitarios, en conjunto con los usuarios, que saben mejor que nadie lo que necesitan y cuáles son sus prioridades, que son nuestra salud y nuestra vida, y no sus beneficios.
Frente a la catastrófica gestión del gobierno, que se ha reflejado una vez más en la campaña de vacunación, debemos exigir transparencia sobre las mismas, que sean accesibles a todas y todos y, especialmente, la supresión de las patentes.
La semana pasada, el gobierno se atrevió a decir que la lentitud del personal era la que frenaba las campañas de vacunación, buscando señalar con el dedo a un culpable y culpabilizar a los sanitarios.
Como ha demostrado la crisis, los trabajadores de la sanidad juegan un papel central en la sociedad, más allá de aplaudirlos como en el primer confinamiento, debemos luchar junto a ellos, estas manos esenciales de la sociedad, contra este gobierno criminal al servicio de la patronal, que pretende hacernos pagar los platos rotos de una crisis de la que son responsables y lucrarse con nuestras vidas. |