Se cumplen 152 años de la Comuna de París de 1871, la primera vez que los trabajadores crearon su propio gobierno. Hoy recomendamos la película de Peter Watkins.
Una mujer obrera de las barriadas de París dice ante la prensa que los trabajadores “¡Llevamos tres revoluciones! ¡Y los burgueses siguen ahí! Ya estamos hartos, exigimos respeto, escuela para nuestros hijos y un salario digno”. Se refiere a la gran revolución de 1789, 1848 y la Comuna de París 1871.
Pero ¿qué fue la Comuna de París? Durante 1870 los gobiernos de Francia y Prusia se disputaban los territorios fronterizos de Alsacia y Lorena. Esta disputa se transformó en un conflicto abierto cuando Napoleón III declaró la guerra como una forma de fortalecer su gobierno y aumentar su poder frente a los estados europeos. El enfrentamiento terminaría con su rendición, agravando la crisis de poder en Francia.
Por aquellos días la Asociación Internacional de los Trabajadores, o Primera Internacional creada en 1864, se preparaba para una batalla decisiva. Si el “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels anticipó teóricamente el internacionalismo obrero, la Primera Internacional lo practicó al pie de la letra. La consigna “Obreros del mundo ¡Uníos!” lanzada en 1848 se hizo realidad en 1871, ya que los militantes de la Internacional de todos los países, pero en particular de Francia y Prusia (actual Alemania), lanzaron distintos manifiestos donde desconocían la guerra franco-prusiana, la repudiaban y solo veían en los trabajadores del otro lado de la frontera a una clase hermana. Se proponían tender una mano solidaria de uno y otro lado porque reconocían a la burguesía como la única clase verdaderamente enemiga y más allá del país de origen, sería la única ganadora en la sangrienta contienda bélica.
La guerra engendra a la revolución ¿Por qué? Porque pone en alta tensión las contradicciones sociales en su máxima altura. Las guerras imponen enormes penurias a las masas, cuando los que menos tienen caen en la miseria, al nivel de tener que comer ratas para sobrevivir y los que más tienen aumentan su riqueza; cuando el abismo entre las clases se agranda; se crean las condiciones para una crisis revolucionaria. Eso fue lo que pasó en la Comuna de París de 1871.
En los inicios de este peliculón de Peter Watkins vemos a los propios actores dando voz a los protagonistas de aquellas jornadas. Por ejemplo, un obrero cuenta que participó en la revolución de 1848 y relata que en 1871 la situación se vuelve familiar a la de aquella revolución. Los demás actores nos explican, a través de sus experiencias, la gravedad de la situación política, su vida cotidiana, sus miedos, pero también su valentía y la decisión de tomar el destino en sus propias manos. Una historia de vida de cualquiera de los comuneros podría recordar a la miseria en la que caen miles de familias en el mundo. El problema habitacional, por ejemplo, bien podría parecerse a las familias sin techo de Guernica. La precariedad laboral, funciona en esta película como un espejo en el que se ven reflejados millones de jóvenes. La opresión de las mujeres muestra la continuidad en la historia del patriarcado que no cae por sí solo, sino que interpela a voltearlo.
“La Comuna” [Le Commune] (2000), dirigida por el crack de Peter Watkins, fue rodada con la participación de 200 personas entre actores profesionales y jóvenes inmigrantes “sin papeles” de las banlieues, los suburbios parisinos. El encatador tono en blanco y negro le da intensidad a la pelicula. Intensidad y profundidad que se aprecia a través del guión, donde en muchas escenas, hay improvisaciones de los actores que denuncian la desigualdad del siglo XXI, la opresión de las mujeres, la crítica al rol de los medios masivos de comunicación y el maltrato que sufre la juventud en un mundo agusanado por la burguesía. Como bien dirían los pibes del Mayo Francés de 1968: “La burguesía no tiene más placer que degradarlo todo” y esta película muestra que de las entrañas de semejante degradación nació un gobierno obrero representado en la Comuna de París, de 1871. Un auténtico gobierno del pueblo trabajador, en el que el ejército regular fue disuelto y reemplazado por el pueblo en armas. Un gobierno conformado por delegados revocables en cualquier momento, que cobraban el salario de un obrero promedio, asumiendo el poder legislativo y ejecutivo en sus manos.
Destacamos tres ejes temáticos que recorren este film de 345 minutos. Por un lado vemos que la educación fue una de las preocupaciones de la Comuna. Al decretar la separación de la Iglesia del Estado, la educación dejó de ser religiosa y se volvió laica. Un grupo de niñas de un orfelinato “estudian” bajo la asfixiante atmósfera que imponen las monjas. Infumable, si. Afuera se escuchan gritos, cañones, canciones, bardo. Adentro las jóvenes preguntan si la educación va ser laica desde que se proclamó la Comuna el 18 de marzo de 1871. Ante las preguntas insistentes la monja se parece a Messi evadiendo, gambeteando todas las preguntas hasta que las más pequeña de las niñas dispara a quemarropa y le pregunta si “¿Dios quiere a las escuelas laicas?”. La respuesta de la monja, que no tiene desperdicio, la encontrarán en el film.
La separación de la Iglesia del Estado fue uno de los grandes pasos adelante de aquel gobierno obrero y popular. En otra escena que supone una iglesia reconvertida en un club revolucionario donde flamea la bandera roja, un cura opina sobre la situación política. Un comunero lo increpa y le niega la participación pero el cura pregunta “¿yo no soy parte del pueblo?”. Una mujer le responde que sí es parte del pueblo que vaya a las barricadas, al combate contra la reacción que se prepara en la cuna de la monarquía: Versalles. Fin de la discusión.
Otro de los ejes temáticos es el rol de las mujeres. La formación de la Comuna de París fue producto de la intervención de las valientes obreras que no entregaron los cañones una vez que la Francia burguesa se disponía a aceptar la derrota con Prusia. Detrás de esa derrota lo que se preparaba era una nueva traición y así descargar la crisis sobre el pueblo. Pero como un reguero de pólvora el entusiasmo que irradiaron las mujeres se desparramó rápidamente y liberó sus energías en una onda expansiva. Veremos a las mujeres dar sus primeros pasos en la autoorganización por sus demandas. La igualdad salarial frente a los varones, el reparto de las tareas domésticas para tener más tiempo libre para pensar, reflexionar, estudiar y acceder a la cultura serán parte de las fuerzas motrices que solo frenaron las bayonetas de la represión burguesa. Veremos cómo muchas de ellas eran maestras laicas -como Louise Michel- que tomarán el lugar de las monjas en la educación pública. Explicarán a sus alumnas la gravedad de la situación política. Las pibas lo agradecen pero también proponen sumarse a las barricadas tal como realmente fue; los hijos del pueblo, jóvenes sin casa ni pan, encontrarán en la Comuna un motivo para luchar y morir.
Finalmente vale destacar que los actores dan su opinión política en el transcurso del film y va cargado de una fuerte crítica al rol de los medios masivos de comunicación. Si algo no le falta a la película es originalidad. Mientras los comuneros tienen su propia “TV Comunal” la burguesía recluida en Versalles tendrá la suya. Mientras los primeros cubren la guerra civil desde las barricadas, los segundos se burlan del internacionalismo obrero, de las ideas del socialismo y de las conquistas de la comuna.
El gobierno de la Comuna se mantuvo por 60 días. No logró extenderse al resto del país y derrotar la contrarrevolución burguesa y europea que colaboró en su aplastamiento. El saldo de la represión fue de 30.000 mil comuneros fusilados en una semana. Si, una semana. Muchos de ellos fueron enterrados vivos. Las viejas burguesas de París enterraban la punta de sus paraguas en la cabeza de los comuneros. La sangre llenaba las alcantarillas de las calles. Al decir de Karl Marx, la bandera tricolor francesa se tiñó de roja, el color del comunismo y la república mundial de los trabajadores.
Al terminar la represión, se le oyó decir a Thiers el responsable político de la contrarrevolución que “hemos liquidado la posibilidad de revolución por tres generaciones”. Y tuvo razón, la siguiente revolución recién será en 1905, con la primera Revolución Rusa. Esa lucidez estratégica tuvo la burguesía y eso le faltó a la clase obrera. Sin embargo, la experiencia del primer gobierno obrero dejó lecciones estratégicas a la clase obrera de todo el mundo que la revolución rusa de 1917 supo traducir en acción: no se trata de hacerse del aparato del estado tal cual es sino que es necesario destruirlo por completo y reemplazado por sus propios organismos de poder. Si la Comuna no fue más lejos, fue por la falta de una dirección revolucionaria. En su artículo “Las lecciones de la comuna” León Trotsky sostuvo que: “Podemos hojear página por página toda la historia de la Comuna y encontraremos una sola lección: es necesaria la enérgica dirección de un partido. El proletariado francés se ha sacrificado por la Revolución como ningún otro lo ha hecho. Pero también ha sido engañado más que otros. La burguesía lo ha deslumbrado muchas veces con todos los colores del republicanismo, del radicalismo, del socialismo, para cargarlo con las cadenas del capitalismo. Por medio de sus agentes, sus abogados y sus periodistas, la burguesía ha planteado una gran cantidad de fórmulas democráticas, parlamentarias, autonomistas, que no son más que los grilletes con que ata los pies del proletariado e impide su avance”.
Al cumplirse 152 años de la Comuna de París, los trabajadores del mundo, las mujeres, inmigrantes, refugiados y la juventud encontrarán en ella una fuente inagotable de valor, enseñanzas y lecciones cargadas de futuro que es necesario desenterrar para no volver a empezar desde cero.