Un Macri nervioso mira a su derecha, esperando ver subir al escenario a Pablo Avelluto. Pero el exministro de Cultura sube por el otro lado. La imagen hasta ahí es un poco confusa y el cuadro se termina de completar con el chiste: “Acá te reciben mejor que en la feria del libro”, le dice el líder de Juntos por el Cambio para romper el hielo. Silencio.
Así empezó la presentación del libro “Primer Tiempo”, en el Centro de Convenciones de Buenos Aires, donde Macri buscó largar definitivamente la campaña electoral para este año y empezar a perfilarse para el 2023. Estuvieron presentes los principales funcionarios y dirigentes de Juntos por el Cambio (sin Carrió). A pesar de la inoportuna humorada, el ¿verdadero autor del libro? lo acompañó como "maestro de ceremonias".
Si alguna definición resaltó de todo el discurso del cambiemita fue la llamada de atención a su tropa para aflojar en las evidentes internas que hay dentro del frente y que quede claro que el líder es él. “Juntos por el cambio tiene que hacerse cargo de la esperanza, sin personalismos”, o “La transformación no tiene que ver específicamente con quien la lidera, tiene que ver con el compromiso de muchos”, fueron algunas de las líneas que propuso en ese sentido. Además dijo que hay que poner “el ego en su lugar”.
A lo largo de la hora y media que duró el evento, esa fue la única “novedad”. El lider de Cambiemos se dedicó a lo que acostumbra hace años: polarización con el kirchnerismo, lenguaje motivacional y frases hechas. Incluso la participación de artistas e intelectuales que hicieron comentarios sobre el libro fueron esperables. A nadie le habrá sorprendido que un Mario Vargas Llosa o un Juan José Campanella aparecieran frente a una pantalla para defender al gobierno que dejó quebrado al país en solo cuatro años, con una devaluación monumental, millones de puestos de trabajo perdidos y una deuda ilegal, ilegítima, fraudulenta e impagable, más allá de que el actual Gobierno decida pagarla aunque sea a costa de jubilados y trabajadores.
Lo que sí es sorprendente es que siga despotricando contra los dirigentes sindicales de la CGT, que fueron repudiados durante su Gobierno por no oponerle ninguna resistencia mientras el bolsillo de las grandes mayorías sufría golpe tras golpe. Se quejó de que lo dejaron “de garpe” con sus intenciones de contrarreforma laboral.
Cada “invitado” le hacía una pregunta al terminar su intervención, y Vargas Llosa le preguntó si no había sido muy “lento” o “gradual”. “Definirnos como gradualistas fue una forma muy elegante de disfrazar la enorme debilidad política que teníamos”, respondió Macri e insistió con que “faltaron reformas” y que su plan será imponerlas si consigue volver a la presidencia en el 2023. Reivindicó la flexibilización de las leyes que se votaron en varios países de Europa en los últimos años, en nombre de una supuesta “modernización” del sistema de trabajo.
Mauricio Macri, el presidente que vivía de vacaciones, volvió a hablar de la “cultura del trabajo”. También repitió el clásico de echarle la culpa a los votantes por haber perdido las elecciones, diciendo que los argentinos van a llegar con “maduración” a las próximas presidenciales después de la experiencia del kirchnerismo.
Pero Macri tiene un problema y es que, a diferencia del 2015, las masas hicieron una experiencia con su política a favor de la inmensa minoría. El chiste de la “nueva derecha” ya se contó, y ya no da gracia. Polarizar contra el kirchnerismo, y proponer la idea de “populismo” contra “república” parece ser la única opción que tiene en medio de una crisis para la que no tiene una salida que no sea profundizar aún más el ajuste.
El lider de Juntos por el Cambio hizo varias referencias futbolísticas al estilo del libro, y terminó diciendo que el segundo tiempo ya arrancó, que hay que salir a la cancha. Afuera, lo esperaban 100 militantes. En el barrio hubieran dicho que la hinchada llegó en un remis. |