Los personajes de Mónica Ojeda nos inquietan, bloquean el paso a la indiferencia. No se puede decir solo que sus libros se disfrutan, porque la zozobra en que nos introducen se transforma en un camino sin retorno. Y del que tampoco es fácil salirse.
Mónica Ojeda Franco nació en Guayaquil, el 17 de mayo de 1988, y actualmente es considerada una de las novelistas más relevantes de la literatura latinoamericana contemporánea y cada uno de sus personajes lo demuestran.
La escritora ecuatoriana nos sorprendió con tres estremecedoras novelas: La desfiguración Silva, Nefando y Mandíbula, thrillers psicológicos donde lo que más nos aterra es lo que tenemos cerca.
Las voladoras es una colección de cuentos, de miedos y obsesiones que se enraízan en el salvaje paisaje andino. Brujas aladas, una mujer que se encuentra una cabeza decapitada en su jardín, fascinación por la sangre y los dientes, una mujer que se arroja desde una cordillera, un engaño a la muerte, forman parte de su cosmovisión. Con la virulencia de un vendaval, las primeras páginas nos elevan hasta un espacio en el que mujeres de un solo ojo ahuyentan caballos, hablan el lenguaje del bosque y supuran miel de las axilas. Un recorrido por pueblos, páramos, montañas y volcanes donde lo sobrenatural se impone a lo terrenal.
Los femicidios visten a los personajes de bronca y fuerza. Ponerle un cuerpo a un tipo concreto de asesinato, el de las mujeres por culpa de una base estructural patriarcal, muestran todo un cambio generacional que se plasman en sus letras.
Lo aterrador —insiste Ojeda en Las voladoras— está más cerca de lo que creemos. A veces basta con mirarnos en un espejo.
"Yo pertenezco a esta generación que ya ha traído consigo la palabra femicidio, está en mi lenguaje. Las escritoras latinoamericanas siempre han tratado este tema, aunque no se hubiese acuñado este término"
"¿Bajar la voz? ¿Por qué tendría que hacerlo? Si uno murmura es porque teme porque se avergüenza, pero yo no temo. Yo no me avergüenzo” así comienza "Las voladoras". ¿Qué significa levantar la voz, tomar la palabra para las mujeres de tus relatos?
Yo creo que son personajes que asumen toda la violencia de la palabra, pero también la ternura que hay en la palabra. Son mujeres que están en situaciones hostiles, en contextos agresivos, y que de una u otra manera buscan formas, subterfugio, para poder sobrevivir a esas situaciones. Son personajes muy fuertes, personajes que tienen tácticas y las emplean para no morir.
Sí, las considero personajes fuertes.
En "La sangre coagulada", otro de los cuentos de este libro, la niñez, la inocencia corre por la sangre es la de la abuela, la madre que deja a su hija, la niña violentada. ¿Por qué elegiste la sangre para unirlas y la violencia también?
Creo que aquí hay distintos tipos de sangres. Hay la sangre que la niña protagoniza, bella y atractiva, que es su propia sangre, es una sangre buscada, abrazada por ella.
Está la sangre de los golpes y del maltrato que ella recibe, que ese sí que no es buscado. Está la sangre de las mujeres que abortan como su abuela. La sangre de los animales a los que la abuela le corta la cabeza, la sangre de la menstruación y la que ella recibe producto de violencias sexuales. Entonces hay distintos tipos de sangres: unas son amables y otras son violentas y la retrotraen a la muerte, a la descomposición y al dolor.
Es un cuento que construye un hilo generacional entre madre, hija y abuela, las tres atravesadas por la violencia. Pero también esa necesidad para sobrevivir pese a que su entorno está esquinándolas, tratando de convertirlas en parias. En la actualidad esa violencia existe, a veces más fuerte que en mi historia. Eso duele.
Esa relación profunda entre mujeres y familiares vuelve en "Slasher", pero aquí desde lo sonoro. ¿Por qué elegís las imágenes sensoriales, la vista, el olfato, los sonidos, para contar tus historias?
Quise explorar sobre todo el tema del sonido como origen del horror. Es algo que el cine ha trabajado, las películas de terror utiliza sonidos que son perturbadores y generan miedo. En "Slasher" quería explorar cómo los sonidos pueden explorar la imaginación, pero para una muy específica que es tétrica y oscura que tienen estas gemelas. Para mí fue muy divertido y bastante revelador en torno a la música, el sonido, al ruidismo. Es un cuento que va sobre eso. Es algo que quiero seguir en la novela que estoy escribiendo.
Tus cuentos recuperan una tradición muy desconocida dentro de la literatura en español: el gótico andino. ¿En qué consiste este subgénero?
Hay artistas actuales de lo que podríamos llamar gótico andino. Como Johana Rivero, Liliana Colasci, Sandra Araya en Ecuador. Yo entiendo el gótico andino como un trabajo del miedo vinculado a la violencia en una geografía muy específica, en este caso son Los Andes. Con toda su historia, mitos, su simbolismos sobre todo. Pienso que es un abordaje que hasta ahora se ha hecho más creativamente que teóricamente, hay muy poca teoría sobre lo que podría ser denominado gótico andino. Hay muchos textos que han llevado por ahí, practicando esta mirada.
Yo escribí Las Voladoras para hacer una propuesta de lo que para mí sería el gótico andino.
Tus personajes femeninos sienten dolor. ¿Por qué mostrarlas desde allí? ¿Qué espacio tiene en tu visión de las mujeres sus fortalezas, sus luchas, sus logros?
Yo creo que no existe fortaleza si no hay dolor, entonces los personajes que son fuertes lo son porque se han curtido en experiencias más duras. Yo pienso que la fortaleza puede existir en tanto que siendo comparada con la debilidad, y para eso hay que pensar en la vulnerabilidad, en la fragilidad, en todas las partes más sensibles y tiernas, y más blandas.
Trabajo con personajes femeninos que sienten dolor porque sienten la violencia. Los personajes están sumidos en el daño pero no son solamente víctimas. Lo que me interesa de la violencia, literariamente, es mostrar que esta funciona como una serpiente que se muerde la cola. Las personas que generan violencia sobre cuerpos de mujeres convierten a sus víctimas en seres violentos.
Es por eso que mis personajes son víctimas en un tiempo y en otro son quiénes agreden para sobrevivir y hasta por placer. No son inmóviles, no están fosilizados en ese lugar. Y se vuelven fuertes en otro momento.
En ese sentido sí creo que "Cabeza voladora" habla de la negligencia del estado a la hora de proteger a las víctimas de violencia de género. Yo escribo con la intensión de entender cómo funciona el mundo y las psicologías de mis personajes.
En "Cabeza voladora" la policía no encuentra el cuerpo de la víctima, la protagonista es quien halla la cabeza de Guadalupe. Es un femicidio descubierto directamente por otra mujer. ¿Hay algo del rol de las instituciones del estado que quieras mostrar acá?
Yo creo que una buena ficción siempre da cuenta de la verdad. Esa es la cuestión, por eso los trabajadores trabajamos tan arduamente para que nuestras ficciones den cuenta de algo.
En ese sentido sí creo que "Cabeza voladora" habla de la negligencia del estado a la hora de proteger a las víctimas de violencia de género. Yo escribo con la intensión de entender cómo funciona el mundo y las psicologías de mis personajes.
Recuerdo ahora muchos casos donde son las familias las que buscan a las mujeres desaparecidas y terminan encontrando sus cuerpos, no el estado. Eso está en el cuento, sin duda alguna , con la intensión de contar la verdad.
“Repulsión y atracción: reconocimiento de lo ajeno en ella misma creciendo igual que un vientre lleno de víboras”. Es una imagen muy bella de la solidaridad de género de la protagonista.
Cuando me meto en la psicología de un personaje la consecuencia es que el lenguaje termina reflejando esa vibración mental que tienen. Es lo que pasa cuando escribo frases como esas. Creo que también me interesa trabajar en las tensiones que ocurren en el mundo de los personajes, y una de esas es la de la repulsión y la atracción.
Los personajes están irremediablemente atraídos, casi por esa perdición que comparten. Se podría decir que es solidaridad, sí.
¿Cómo ves el espacio que se fueron ocupando las mujeres en la literatura mundial y particularmente en español?
Yo estoy muy contenta porque eso significa que el cambio se ha producido más que nada en las lectoras, en la recepción. Estamos viviendo un momento donde las lectoras se acercan a las librerías con ganas de leer lo que escriben autoras.
Eso también tiene que ver con la calidad de las escritoras de hoy en día, no significa que en el pasado no hubiera habido calidad pero ahora mismo está acompañada por recepción y un poco más de acceso. En un contexto en el que las mujeres ocupamos otro lugar.
¿Cómo ves el desarrollo del movimiento que denominamos Ni Una Menos o movimiento de mujeres en tu país natal y en Latinoamérica?
Me parece un movimiento fundamental sobre todo porque vivimos en un continente lleno de desigualdades, plagado de tumbas desconocidas, que no tienen nombre, un nivel de impunidad en nuestro continente con respecto a los asesinatos de mujeres amparados por leyes misóginas.
Este movimiento recoge toda la rabia, que nos une, que hace que en esa unión vayamos generando espacios de seguridad y buscando justicia.
¿Por qué escribís, Mónica?
Por el entusiasmo. La escritura me entusiasma, por eso escribo. Me da felicidad.
Tres autoras que nos recomiendes leer
Recomiendo a Fernanda Melchor, Ariana Harwicz , María Fernanda Ampuero y a Natalia García Freire.
Mónica Ojeda forma parte de la prestigiosa lista de Bogotá 39-2017 que recoge a los 39 escritores latinoamericanos menores de 40 años con más talento y proyección de la década. Es autora de las novelas La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa, 2014), Nefando (Candaya, 2016) y Mandíbula (Candaya, 2018). Con su primera novela, La desfiguración Silva, obtuvo el Premio Alba Narrativa en 2014 y con su primer libro de poesía El ciclo de las piedras, el Premio Nacional de Poesía Desembarco en 2015. En 2017 publicó el relato «Canino» y otro de sus cuentos. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013). Historia de la leche (2019). Las voladoras (Páginas de Espuma, 2020)
Máster en Creación Literaria y en Teoría y Crítica de la Cultura, da clases de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente cursa un Doctorado en Humanidades sobre literatura pornoerótica latinoamericana. |