Hace poco más de un año se anunciaban los primeros casos de COVID en nuestro país. En todo el planeta la pandemia venía a profundizar una crisis económica que desde el 2008 el Capitalismo había intentado resolver sin grandes éxitos. En Argentina la crisis se hizo aún más aguda. La deuda externa que Alberto Fernández prometió pagar compromete la situación. Algunas imágenes rozaron lo distópico y en esa historia los que más la sufrieron fueron los más pobres y los más jóvenes. Según el INDEC, desde el inicio de la pandemia, el 50% de la población entre 15 y 29 años son pobres y el 70% de los que tienen trabajo se encuentran bajo condiciones de precarización. Además, 1 de cada 2 desocupados es joven.
Los trabajadores precarizadxs se dedican, en mayor medida, al área de servicios. Se trata de un sector en crecimiento y desarrollo que, como señala Kim Moody [1], lejos de desterrar las “viejas formas productivas”, las hace posibles e incrementan la producción de valor. Otros servicios, a su vez, “simplifican” tareas reproductivas de la fuerza de trabajo. Estos servicios en las últimas décadas fueron construidos y sostenidos bajo formas de flexibilización e inestabilidad que facilitaron la acumulación de capital, buscando de paso fragmentar a la clase trabajadora.
Ese “nuevo ejército” de trabajadores precarizadxs, extendido en todo el mundo, se dedica a las peores tareas, tiene los peores sueldos y son de los primeros en sumarse a las filas de los desocupados. Pero esa juventud despojada de derechos no permanece silenciosa. En los últimos años gritó fuerte y dió de qué hablar. Se escuchó en Chile, Ecuador, Perú y Colombia, en Estados Unidos, en Francia por trabajo, educación, contra el incremento de los precios y contra la violencia policial.
A esta juventud despojada de todo también le quitaron el miedo. La crisis que estalló desde 2008 y el crecimiento sin freno de la desigualdad, liquidó para toda una generación las expectativas de mejorar sus condiciones de vida en el futuro.
Volviendo a nuestro país, el año pasado la cuarentena empujó a esa juventud a la calle de a poco, mostrando sus primeros ejemplos de lucha como parte de una generación insumisa. Los repartidores fueron quienes organizaron las primeras marchas. En los calls centers se multiplicaron las asambleas. Ante la ausencia de instituciones o sindicatos que los representen, se autoconvocaron e incluso fundaron sus propias organizaciones para unirse con aquellos que sufren las mismas penurias. La Red de trabajadores precarios e informales buscó ser una de estas instituciones, colaborando a la organización por abajo, a la conformación de asambleas; a unir lo que el sistema divide.
Entre los ejemplos más novedosos nos topamos con los telemarketers de Hey Latam, un call center de 300 operarios de la ciudad de Rosario que trabajaba con grandes empresas (American Express, Clarín, BBVA). Fue el inicio de una historia que merece ser contada por la persistencia y decisión de esta juventud insumisa que continúa la pelea por sus puestos de trabajo contra “viento y marea”.
CAPÍTULO I. LA JUVENTUD PRECARIA EN CUARENTENA
Los telemarketers son los que trabajaron igual a pesar de la cuarentena más estricta. Ellos y ellas, a quienes les dieron una “vincha” y los obligaron a trabajar en sus casas sin importar las condiciones, no tardaron en organizarse. Al principio lo hicieron clandestinamente, con reuniones virtuales, buscando unir aquello que la deslocalización de la empresa o la ausencia de establecimiento había querido impedir.
“Al principio para algunos era “raro”, había desconfianza, se sumaban unos pocos. Empezamos hablando con los que teníamos más confianza y después con asambleas de 30 por las condiciones de trabajo. En ese momento a algunos nos recortaban el sueldo porque no nos entregaban las herramientas y no podíamos trabajar”, dice Tomás, trabajador de la Red de Hey Latam.
En el caso de este call, las suspensiones llegaron con la cuarentena como a muchos. Pero ellos se plantaron. Para eso tuvieron que combinar métodos tradicionales de la clase obrera como la organización clandestina sin buchones, con nuevos métodos como asambleas virtuales. El elemento asambleario tuvo gran importancia desde el principio y aunque los delegados no ahorraron “negativas”, les permitió organizarse igual, ampliar las redes por abajo y decidir colectivamente.
“La patronal quiso meternos miedo, entre amenazas y extorsiones, incluso a dos compañeros les inventaron una causa para despedirlos porque estaban al frente de la organización contra las suspensiones. A pesar de eso las asambleas crecían, en ese momento de las asambleas participaban 150 trabajadores. Y con la organización venía también la bronca hacia el accionar del sindicato. Ante esto las delegadas tuvieron que participar de las asambleas” cuenta Tomás.
Pero para lograr triunfar contra las suspensiones necesitaban unir fuerzas con otros trabajadores. De esa idea surgió la iniciativa de crear una “coordinadora de call centers en lucha”.
En ella participaron trabajadores de otros tres importantes call centers de la ciudad. En Hey Latam luchaban por las suspensiones, en otros lugares por el pago de la luz e internet que tenían que bancar los trabajadores de su bolsillo, en otros para que les otorguen las licencias permitidas por ley. Los reclamos eran distintos pero la fuerza tenía que ser una sola. Su primera asamblea la realizaron en la plaza San Martín, votaron sus representantes y decidieron movilizarse, empezando por acompañar a los trabajadores de Hey Latam contra las amenazas de despidos.
“Desde la Red insistimos desde cada lugar y en cada lucha, después de lograr varias marchas masivas en cuarentena cuando los sindicatos no hacían nada, en que nos teníamos que unir, que teníamos que salir a la calle, que separados no teníamos fuerza, y esa idea llegó a distintos lugares y tomó distintas formas en cada lucha. Por eso nuestra bandera dice ‘si tocan a unx, tocan a todxs”, señala Cuyén, referente de la Red de Precarizadxs.
CAPÍTULO II. DE LA ORGANIZACIÓN POR ABAJO A LA LUCHA HACIA AFUERA
Mientras nos enterábamos de que en Guernica cientos de familias trabajadoras que no tenían garantizado el derecho a la vivienda y que habían sufrido despidos con la cuarentena se vieron obligados a tomar tierras para vivir, en Rosario se extendían las tomas con los vecinos de Magaldi y Benteveo a la cabeza, pero también en Neuquén, Tucumán y Jujuy. La situación estaba cambiando y el “quedate en casa” ya no era la excusa que podían usar los gobiernos para frenar las luchas.
Es en este momento donde se cruzan las tomas con la experiencia de los jóvenes de Hey Latam y vuelve a plantearse la idea de coordinación. “Mientras los vecinos luchaban por tierra, aumentaban los despidos en todo el país, sobre todo de los sectores precarizados, seguían las suspensiones, en Hey Latam dejaron de pagarnos, hicimos paro por tiempo indeterminado durante algunos días y ahí dijeron que no iban a operar más y que nos iban a cerrar los usuarios a los 300 laburantes. Entonces nos dimos cuenta que la organización que habíamos construido los meses anteriores era fundamental y que no nos quedaba otra que pelearla. Se sumaron muchos compañeros, muchos más incluso que en la lucha contra las suspensiones, porque si quedamos en la calle no conseguimos otro laburo en blanco”, dice Tomás.
El 1° de diciembre la patronal bloqueó los usuarios de todos los operadores. Sabían que no podían hacerlo solos, por eso desde el primer momento fueron a buscar y exigir el apoyo de su sindicato, la Asociación de Empleados de Comercio. “Fuimos a exigirle al Sindicato que nos defiendan. Al principio iban a las reuniones en el Ministerio, que no servían de mucho porque la patronal hacía lo que quería. Por eso le exigimos que hagan paro y nos dijeron que no. Había una bronca bárbara. Llegamos a marchar hasta el sindicato para exigirle paro regional de call centers, o que por lo menos convoquen al paro en Key Market que es la otra empresa de Stauffer, porque nuestra lucha, solos no alcanzaba. Sobre esto nunca respondieron ni hicieron nada.”
Para que no vaciaran la empresa, acamparon en la puerta desde entonces. El acampe jugó una doble función. Por un lado, visibilizó el conflicto ante la sociedad, conquistando un gran apoyo y uniéndose a otros sectores en lucha como los vecinos en lucha de Magaldi y logrando el apoyo de importantes sectores que aportaron al fondo de lucha y se movilizaron en varias ocasiones. Entre ellos sectores sindicales como el SOEA (aceiteros), Amsafe Rosario (docentes), COAD (docentes universitarios); también se dijeron presentes centros de estudiantes de la UNR y la Federación Universitaria de Rosario, entre muchos otros. Los medios tuvieron que reflejarlo. Lograron una gran solidaridad de los vecinos del barrio que apoyaban con algún grito de aliento o acercaban comida. Por otro lado, el acampe mostró una nueva forma de sortear las dificultades que se le presentaban a la juventud: organizar una olla popular para que la lucha no se debilite por el alimento diario y un fondo de lucha que se extendió a todos lados. Los estudiantes de los pueblos del interior, los pibes que vivían de su laburo, las madres con sus hijxs y todos los trabajadores de Hey Latam encontraban en el acampe un plato de comida para poder seguir. Este espacio le puso un límite a la prepotencia de los patrones que no podrían retirar las máquinas y fortaleció la organización.
“Un día en una audiencia el caradura de Stauffer vino a decirnos que nos pagaba lo que nos debía si levantábamos el acampe. Le pedimos que nos asegure el puesto de trabajo y nos dijo que no. Nos estaba pidiendo que abandonemos la lucha por dos mangos y la conducción de Comercio nos decía que teníamos que aceptar. Votamos en asamblea y por mayoría decidimos mantener el acampe porque era nuestra garantía para seguir la lucha por los puestos de laburo”, continúa contando Tomás.
Ya había corrido mucha agua bajo el puente y los trabajadores no iban a bajar los brazos. La conducción del sindicato, optó por abandonar todo tipo de medida de apoyo. No volverían a aparecer desde entonces. El llamado y exigencia al Sindicato de Comercio persiste al día de hoy. Sin quedarse de brazos cruzados, pelean por abajo la unidad con los otros call y otras luchas para juntar fuerzas e imponerles a la conducción del sindicato que salgan a luchar.
CAPÍTULO III. LA TOMA Y LA RECUPERACIÓN
El conflicto tuvo varios campos de disputa, y uno de ellos fue el judicial. La empresa se jugaba a que se decrete la quiebra para deshacerse de los trabajadores “sin poner un mango”. Para ello habían preparado el terreno acumulando deudas y transfiriendo activos a una “empresa gemela” que funcionaba en el mismo establecimiento.
“Los trabajadores denunciaron este fraude y lograron, con pruebas recolectadas por ellos mismos, conquistar el embargo de las cuentas de las dos empresas del mismo dueño, la que habían cerrado y la que seguía funcionando con 80 trabajadores. Es una conquista importante en el terreno legal.” señala Celina Tidoni, integrante del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, quien acompañó a los trabajadores.
Si la ley está hecha a medida de los patrones, la ley de quiebras es el modelo ideal. El 23 de febrero, pese a que se demostró el vaciamiento de una empresa y el trasvasamiento de recursos, bienes y personal a otra, se consumó el fraude permitiéndole a Stauffer quebrar Hey Latam (Martin Eduardo Stauffer, titular tanto de Hey Latam como de su firma gemela). Por otra parte, intentaron criminalizarlos y avanzar en el procesamiento de 3 referentes a pocos días del 24 de Marzo, a lo que respondieron marchando contra la impunidad de ayer y de hoy.
Ante la quiebra trucha era necesario tomar medidas urgentes para garantizar los puestos de trabajo y continuar funcionando a pesar de la quiebra. Ese mismo día en asamblea, los trabajadores decidieron una permanencia pacífica en la planta. A las 6 AM ingresaron para resguardar los materiales de trabajo y evitar que sea vaciado el establecimiento, que la patronal o la justicia se llevaran los bienes que podían garantizar la continuidad de sus empleos.
“Esa semana nos enterábamos de más de cinco tomas, entre ellas un frigorífico de más de mil obreros y una estación de YPF. Éramos luchas distintas, unidas por pocos kilómetros y por la decisión de no bajar los brazos. Por eso decidimos poner en pie un Comité de Lucha, para que podamos acompañar a todos los trabajadores que se ponían de pie, la mayoría precarizadxs como nosotros. Ahí volvía a ser importante la idea de que ‘si tocan a unx tocan a todxs’” cuenta Tomás de Hey Latam.
Ante la complicidad de los gobiernos y la inacción de los sindicatos, los trabajadores “tomaban” la lucha en sus propias manos.
A los pocos días de la toma, buscaron otros ejemplos de los cuales aprender. Se encontraron con cooperativas y fábricas en el acampe. Diez trabajadores de MadyGraf no dudaron en viajar hasta Rosario al enterarse de la convocatoria, a compartir sus aprendizajes, sus conclusiones, sus lecciones y la importancia sobre todo de saber que iniciaron un camino de lucha “que nunca termina”, como les dijeron los gráficos a los telemarketers. Los trabajadores de Hey Latam no empezaban de cero y hay una gran tradición que recuperar.
La enorme lucha que dieron los ceramistas de Zanon en el 2001, que marcó a fuego a la vanguardia obrera y que recorrió el mundo, la experiencia de las obreras textiles de Brukman que dijeron que “si podemos dirigir una fábrica, podemos dirigir un país”, los trabajadores gráficos de MadyGraf, que junto a su Comisión de Mujeres mantienen de pie una enorme fábrica a metros de la Ford y la Volkswagen son experiencias que están ahí para recuperarlas.
Porque en cada uno de estos ejemplos lxs trabajadorxs mostraron la potencialidad de seguir la lucha hasta las últimas consecuencias y demostraron que una fábrica sin patrones puede funcionar, pero sin trabajadores no. Es el ejemplo de las fábricas recuperadas, que tantas enseñanzas dejaron y que hoy sirven de aprendizaje para los tiempos de crisis y de lucha. Porque en el marco de la crisis estructural, el cierre de plantas, fábricas o establecimientos de trabajo es moneda corriente, ¿qué hacer? Estos ejemplos encarnaron una de las ideas de una salida de emergencia para que los trabajadores no sean los que paguen los platos rotos.
“Los trabajadorxs de Hey Latam hicimos propias las conclusiones que nos dejaron las fábricas recuperadas en una nueva crisis. Ocupamos el establecimiento, nos organizamos, restablecimos las líneas y volvimos a funcionar. Le exigimos al Estado que nos responda de una vez y nos dé trabajo, porque podemos cumplir un rol importante en esta situación social y sanitaria” concluía Tomás.
Pueden asistir ante la pandemia, el testeo y la vacunación. Pueden hacer atención telefónica como parte de un plan integral frente a la violencia de género, pueden desarrollar logística y asistencia para comedores, centros comunitarios y trámites administrativos. Esta pelea porque el Estado se haga cargo continúa y mientras, siguen demostrando su importante rol social como trabajadores. La pelea por la continuidad y la expropiación marcarán los siguientes pasos.
Casi sin pausas, el viernes 19 de Marzo asistieron a 18 centros comunitarios en un convenio con organizaciones sociales para facilitar la inscripción a becas Progresar, contribuyendo a que se realice en tiempo récord.
Este ejemplo que retoman y continúan lxs ex trabajadorxs de Hey Latam, hoy RECtuel (Recuperada - Trabajadores Unidos en Línea) es un paso más en las nuevas formas y experiencias que recupera esta juventud precarizada que se siente parte de una clase trabajadora con experiencias, tradiciones y ejemplos. Una juventud insumisa que aprende y se rebela. |