A través de una carta, Joe Biden convocó a los líderes de las principales economías del mundo y otros “socios vitales” para un “diálogo urgente y abierto” con el fin de “fortalecer nuestros esfuerzos colectivos para afrontar la crisis climática”. La fecha no es azarosa: eligió el 22 de abril, Día de la Tierra, para dar inicio a su Cumbre de Líderes sobre Cambio Climático, que tendrá formato virtual y durará hasta el 23. Es una fecha con historia: hace poco más de medio siglo se reunieron en Estados Unidos unas veinte millones de personas para protestar contra la devastación ambiental.
La cumbre, previa a la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU que se realizará en noviembre en Glasgow, debatirá por enésima vez cómo descarbonizar la economía y ayudar a países vulnerables a adaptarse a los efectos de la crisis climática. La apuesta de Biden sigue siendo un mero “modernismo ecológico”, es decir, reunir financiamiento público y privado para "resolver" los desafíos ambientales con desarrollos tecnológicos sin modificar el régimen social y económico en el que se sustenta esta crisis. En este mismo sentido, las movilizaciones climáticas mundiales y la ciencia comprometida dicen que lo que hace falta es un cambio en el sistema, no “parches tecnológicos” a la depredación capitalista del planeta.
“Mientras seguimos batallando contra el covid-19 y reconstruimos mejores y más fuertes nuestras economías, no debemos dejar de abordar también la inminente amenaza existencial del cambio climático”, se lee en la misiva dirigida a Alberto Fernández, quien en diciembre habló de que "el cambio climático es política de Estado" (sic) en Argentina y viene de hacer un compromiso muy pobre en la última cumbre de “ambición climática”: una reducción de emisiones hacia el 2030 un 26 % más que la Contribución Determinada a Nivel Nacional de 2016. Según la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, “sigue lejos del número de emisiones que permitiría pensar en limitar el calentamiento global a 1,5 ºC”.
Entre las “novedades” de la cumbre Biden destaca que volverá a convocar el Foro de Grandes Economías sobre Energía y Clima, que había quedado “en desuso” con el ascenso de Donald Trump al poder. En una suerte de confesión, el demócrata asegura que se trata de los diecisiete países responsables por el 80 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.
Junto a esos líderes, Biden convoca a “voces críticas”, en referencia a quienes considera están mostrando un “fuerte liderazgo climático”, a miembros de la sociedad civil, a quienes más sufren los impactos de la crisis (como Jamaica y las Islas Marshall) o lideran innovaciones hacia una economía con cero neto de emisiones.
El mandatario norteamericano llama a “mantener al alcance” el objetivo de limitar el aumento de la temperatura terrestre a 1,5 ºC. “El mundo ya está experimentando los devastadores impactos del cambio climático”, dice Biden, quien asegura que “la ciencia deja en claro que, a menos que aumentemos drásticamente nuestros esfuerzos en el curso de esta década, condenaremos a las futuras generaciones a un daño incalculable”.
Biden, que no es un recién llegado a la Casa Blanca -tras haber sido vicepresidente de Barack Obama durante ocho años-, a menudo refiere que “se agota el tiempo”. Cinco años después del fin de aquella administración -que se jactaba de haber perforado más pozos petroleros que ninguna- y con el antecedente del negacionismo de Donald Trump, apenas asumió en enero intentó ubicarse como líder del combate climático.
En esa sintonía se inscriben la designación de John Kerry como enviado presidencial para el clima y el retorno al Acuerdo de París. Sin embargo, el relato verde de Biden se desmoronó con el anuncio de que no prohibirá el fracking más que en terrenos federales, es decir, apenas un 10 % del territorio.
Biden anticipa que para el momento del encuentro virtual de líderes su país presentará un “ambicioso objetivo climático para 2030” y adecuará su NDC al Acuerdo de París. A la vez, llama a hacer “mayores esfuerzos” para cumplir el pacto climático de 2015, que quedó incluso un poco oxidado para los desafíos a tono con la aceleración de la emergencia. En la actualidad, científicos alertan que, aun si todas las naciones firmantes cumplieran sus lineamientos, el calentamiento rondaría los 2.6 – 3.1° C para 2100, mucho más que el límite de aumento de 1.5º C que fijó el tratado climático, cifra a la que la Tierra llegaría entre 2030 y 2052.
En un intento por comprometer a sus invitados a que fijen nuevos y más ambiciosos objetivos climáticos en el papel, Biden menciona la creación de empleo y los beneficios económicos de la acción climática. Pero, más allá de los discursos, China sigue construyendo centrales eléctricas de carbón a ritmo mayor que el resto del mundo combinado; los principales sesenta bancos invirtieron más en la industria de los combustibles fósiles en 2020 que en 2016; y el Gobierno británico anunció que se perforarán más pozos de petróleo y gas en el Mar del Norte. En el caso de Argentina, el Gobierno de Fernández combina su apuesta decidida por la extracción de hidrocarburos en Vaca Muerta con la profundización del extractivismo a pedir de multinacionales mineras, petroleras y del agronegocio.
Entre los convocados hay, además de responsables -como el propio Biden-, varios negacionistas, como Jair Bolsonaro, Scott Morrison de Australia y Vladimir Putin. Entre otros, también fueron convocados Xi Jinping (China), Emmanuel Macron (Francia), Angela Merkel (Alemania), Boris Johnson (Gran Bretaña), Justin Trudeau (Canadá), Narendra Modi (India), Pedro Sánchez (Estado español), Benjamin Netanyahu (Israel), Mario Draghi (Italia), Andrés Manuel López Obrador (México), Sebastián Piñera (Chile), Moon Jae-in (Corea del Sur), Recep Tayyip Erdoğan (Turquía), Iván Duque (Colombia) y el rey Salman bin Abdulaziz (Arabia Saudita).
Carta de invitacion de Biden a Fernández a la cumbre climática virtual by La Izquierda Diario on Scribd
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