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31 de marzo de 2021 Twitter Faceboock

Infancias pobres
De la mano del FMI, ya hay seis de cada diez niñas y niños en la pobreza

Un informe del INDEC para el segundo semestre de 2020 registra que la pobreza afecta al 57,7 % de los niños y niñas en la Argentina. Los recursos para revertir esta tendencia están, pero se destinan al pago de la deuda y a negocios millonarios.

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Todos los indicadores sociales empeoraron de un semestre a otro: aumentó la pobreza, la indigencia, y la cantidad de los hogares pobres. Lo más preocupante son las cifras que registran las condiciones de vida de niños, niñas y jóvenes.

Un informe del INDEC para el segundo semestre de 2020 releva que la pobreza y la indigencia afectan principalmente a niños, niñas y jóvenes: el 57,7% de los niños y niñas que tienen hasta 14 años son pobres. De este total, un 15,7 se encuentran debajo de la línea de indigencia. Los datos también muestran que el 49,2 % de los y las jóvenes, entre 15 y 29 años también son pobres. El crecimiento de estos porcentajes con respecto al semestre anterior habla por sí solo: la pandemia no hizo más que empeorar las condiciones de vida de las mayorías, y particularmente de los más vulnerables.

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Estos números coinciden con la situación que atraviesan niños, niñas y jóvenes en todo el mundo. Un informe de la UNICEF registró para noviembre 2020, que alrededor de 7 millones de niños y niñas menores de cinco años habrían sufrido malnutrición aguda y emaciación (adelgazamiento patológico).

Por quinto semestre consecutivo, aumentó la brecha entre los ingresos de los hogares pobres y la canasta básica total (CBT). En otras palabras: a los hogares pobres les cuesta cada vez más acceder a una CBT mediante sus propios ingresos. Los datos deberían alertarnos: no solo hay más personas pobres, sino que los pobres son cada vez, más pobres. Son las familias más pobres las que destinan una mayor proporción de sus ingresos a comprar alimentos. La inflación que aumenta mes a mes y que sube los precios de la canasta de alimentos no ayuda revertir esta tendencia; todo lo contrario; las familias cada vez más, se endeudan para comer.

Un informe del Observatorio de la Deuda de la UCA, registró que una de cada cuatro familias tuvo que dejar de comprar ciertos alimentos durante la cuarentena, que el 48 % de los menores de seis años modificó su forma de comer y que el 10% de la población infantil asiste a comedores como estrategia de supervivencia alimentaria. Exportamos soja, maíz, trigo y carne al extranjero, pero niñas y niños en nuestro país, pasan hambre. Hablemos de paradojas o, de cómo funciona un sistema al servicio de los negocios millonarios de unos pocos. Digámoslo sin vueltas: donde hay una necesidad, nace el negocio empresario -y no importa si para llevarlo a cabo los slogans de “soberanía alimentaria” quedan suspendidos en promesas discursivas-.

Los ingresos de los hogares es muy poco probable que aumenten a causa de las mejorías en el empleo: un informe reciente pronostica un aumento del trabajo precarizado, o en otras palabras, trabajar más por menos salario. Además, el 11% de la población está desocupada, y esto también parece aumentar.

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Pero vayamos a los números redondos y dejemos de lado los porcentajes. Si vemos que el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de $29.567, y que la CBT está hoy en $50.854, ¿no es una burla que un salario mínimo se encuentre en los $21.600? Los trabajadores de la Junta Interna Ate Indec elaboran una “canasta de consumos mínimos” y calcularon que en febrero se requirió $88729,1. Si se toma como referencia esta canasta para llegar a fin de mes, la trabajadora o el trabajador que perciba el salario mínimo solo puede vivir siete días del mes con su salario.

Los datos de la pobreza nos muestran solo una parte de la realidad actual: no todo es negro en el mapa argentino. Cuando todos los sectores de la economía presentaron indicadores a la baja, hubo varios que salieron ganando: los bancos, las empresas que operan con servicios públicos de luz, agua y electricidad y quiénes se lleven la mayor tajada de la catástrofe que significa la pandemia, los laboratorios que producen la vacuna contra el Covid (y hacen negocios con la salud y la vida de millones). De esta brecha entre ricos y pobres poco se dice y además, ¿a quién se le ocurre hablar de la brecha que existe entre las infancias de las familias ricas y las pobres? En un país donde la desigualdad crece al ritmo de la crisis, no hay con que darle: hay infancias, e infancias.

El Frente de Izquierda exige un salario mínimo de $ 50.000 para activos y jubilados como medida de emergencia. A muchos les parecerá un número exagerado. Pero tengamos en cuenta lo siguiente: millones de pesos se esfuman para el pago de una deuda fraudulenta. Además, el impuesto a la fortuna que se encuentra hoy en la mira de los ricos afectaría a más de 12.000 personas que poseen más de 200 millones de pesos. 200 millones de pesos equivalen a 4.000 salarios mínimos de $50.000. Repitámoslo de otra forma: una persona hoy alcanzada por el impuesto a la fortuna, posee igual cantidad de dinero que casi 7.000 familias pobres cuyos ingresos rondan los $29.000. El aumento de la pobreza no resulta de la “falta de recursos”. Los recursos están, en pocas manos y bien cuidados.

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