Somos 8 mil millones de seres humanos contenidos en más de 200 países. La pandemia causada por el virus SARS-Cov-2 es la primera en llegar a casi la totalidad de países y se encuentra en camino de alcanzar a la humanidad entera. Esto la coloca como el fenómeno natural más temible de la historia, un fenómeno detonado por la actividad depredadora del capitalismo que en su afán de ganancias se apropia de territorios silvestres donde proliferan microorganismos potencialmente letales que dan origen a las pandemias.
En México, la Covid-19 ya le arrancó la vida a más de 200 mil personas —según los datos oficiales— pero que, según distintos analistas y especialistas, probablemente son 500 mil debido al ineficiente registro de casos y muertes de la metodología estadística del gobierno.
La tercera oleada de contagios azota a la Europa imperialista, rica, desarrollada y supuestamente equipada con excelentes sistemas sanitarios, obligándola al cierre de sus economías y al confinamiento estricto de sus habitantes, esto a pesar de que ya se cuenta con al menos una decena de vacunas aprobadas, de las cuales la Unión Europea pidió y pagó por adelantado en una cantidad cuatro veces superior a sus necesidades.
En tanto, el grado de acaparamiento de los fármacos por parte de los Estados Unidos es de tal magnitud que esperan inmunizar al 70% de su población (unos 220 millones de habitantes) a más tardar en agosto de este año.
Mientras, a más de tres meses de iniciada la campaña de vacunación en México, solo se ha inmunizado con las dos dosis de vacuna a poco más de un millón de mexicanos.
El gobierno no ha podido y no ha querido concluir la inmunización del personal de salud y tiene en números mínimos la vacunación de la población mayor a 60 años del país (unos 15 millones).
En total, ha aplicado apenas 11 millones de dosis para una población de 126 millones de habitantes, cuando la necesidad es de 252 millones de ampolletas. Si esto pasa con México, ¿qué estará pasando con los más de 180 países coloniales o semicoloniales, muchos de los cuales están en condiciones de igual o peor dependencia, opresión y pobreza? Es la lógica del capitalismo, que pone en primera línea de suministro a las naciones que han desembolsado el pago por anticipado, dejando en la cola y a merced de las migajas caritativas a los más pobres. Hasta el momento 10 países ricos acaparan el 80% de las vacunas, disputándose el mercado de las vidas humanas.
En camino a la vacunación universal, el mundo ha topado con la gran muralla de las patentes farmacéuticas. Es el capitalismo en su máxima expresión como sistema que convierte a la vida humana en mercancía para la obtención de ganancias indebidas, éticamente reprobables, que pone el desarrollo científico como propiedad exclusiva de unos cuantos en detrimento del derecho universal a la salud y la vida, derecho básico de la humanidad. Este hecho ha sido reconocido hasta por el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien exhortó “a renunciar por ahora a los derechos de patente de las vacunas contra el nuevo coronavirus hasta que concluya la pandemia para que puedan incrementarse drásticamente los suministros.”
Se trata de un negocio con un valor de mercado exorbitante. Para inmunizar a la humanidad entera se requieren ¡16 mil millones de dosis! Y no existen evidencias de que la inmunización sea permanente, de manera que año tras año se necesitará la misma cantidad de ampolletas. Esto significa un negocio constante de miles de millones de dólares por al menos 20 años, cuando por fin caduquen las patentes comerciales y puedan ser fabricadas por otros laboratorios o por los gobiernos mismos.
Producir esta cantidad de vacunas, como exigen las circunstancias, está muy por encima de las capacidades de los laboratorios propietarios de las patentes. Esto significa que miles de millones de seres humanos harán cola para obtenerlas mientras el virus se propaga por todo el orbe con números escalofriantes de contagios y muertes. A esto es preciso sumarle la crisis económica que obliga a esos miles de millones a salir a buscar el sustento diario, quedando expuestos al contagio sin alternativas de seguridad.
Los socialistas luchamos por la cancelación de las patentes, que estas les sean retiradas a las farmacéuticas para cortar de tajo con este negocio inmoral y se proceda de inmediato a la fabricación de vacunas en gran escala mediante la nacionalización y puesta en manos de los trabajadores de la salud de todos los laboratorios con capacidad de producción. Exigimos que se decrete a las vacunas como bien público y se ordene su producción masiva reactivando las capacidades de la paraestatal mexicana Birmex, la más grande de Latinoamérica en este ramo.
Esto requiere un aumento de presupuesto a la salud y la ciencia, así como la contratación de más personal sanitario en condiciones laborales dignas que garantice la producción y la vacunación. Para esto es crucial establecer impuestos progresivos a las grandes fortunas y dejar de pagar la ilegítima deuda pública. Es fundamental que la inversión para los onerosos megaproyectos se aplique en la expansión de esta capacidad hasta el límite requerido para cubrir la demanda en el menor plazo posible.
La crisis pandémica y la urgencia de vacunación no deben ser un negocio ni moneda de cambio para el sometimiento de los países pobres a los dictados de las naciones imperialistas, sino una emergencia sanitaria de vida o muerte para millones.
El gobierno de López Obrador no ha cumplido con sus obligaciones en materia de salud. No compró las vacunas a tiempo y las obtenidas no las está administrando con la celeridad necesaria. Además, se ha negado a vacunar a la totalidad de los trabajadores sanitarios, tanto públicos como privados, y no solo a los que atienden directamente a los pacientes con Covid. Los acuerdos con Estados Unidos para el envío de vacunas a México no deben implicar ningún tipo de subordinación al gobierno de Biden, como la profundización del control de migrantes centroamericanos o la devolución de migrantes de Estados Unidos a México.
¡Se deben salvar vidas, no engordar los bolsillos de las trasnacionales! Lograr esto no vendrá de la “buena voluntad” del gobierno ni de los partidos del régimen político, menos aún de los grandes capitalistas. Es fundamental para conquistarlo la lucha de las y los trabajadores, junto a la juventud y el movimiento de mujeres. En esa perspectiva, todas las organizaciones políticas de la izquierda y de los trabajadores deben sumarse a esta exigencia para López Obrador y formar un frente por la vida y la salud de los más vulnerables encabezado por los sindicatos. |