Son un grupo de madres y padres de las escuelas universitarias de Rosario que están organizados en defensa de la educación pública desde el 2018 y ahora convocados por: "la necesidad de expresar que no vemos la urgencia de plantear otro esquema de dictado de clases presenciales en el Instituto Politécnico Superior ni de hacer reclamos vaciados de solidaridad, de cuidado colectivo y de comprensión real del mecanismo de freno de brotes o contagios de esta pandemia viral".
En una carta a la comunidad, para contrarrestar la campaña de padres y madres que exigen más presencialidad, dejan en claro que: "proteger la salud y vidas humanas es la prioridad en este contexto" y orientar el concepto de "burbuja" a: "la idea de asepsia en relación al virus y no a la de meternos en una que nos sustraiga de nuestros pares".
A continuación el texto completo.
Una burbuja se define como un lugar para que un ser vivo permanezca aislado de gérmenes y toxinas. Es una palabra que últimamente abunda en nuestro vocabulario diario y define un espacio imaginario en el que los estudiantes y docentes se preservarían del contagio de Covid, aún teniendo clases presenciales. En este contexto global de pandemia, cursando la segunda ola del Sars Cov2 , con alta contagiosidad cuando semanalmente aumentan los casos positivos y la ocupación de camas de terapia intensiva se acerca a su máximo y la cifra de fallecidos volvió a crecer, creemos que no debería estar en discusión la “presencialidad” de las clases en todos sus niveles.
Somos un grupo de padres y madres de las escuelas universitarias de Rosario, reunidos desde 2018 en defensa de la educación pública. Puntualmente hoy nos convoca la necesidad de expresar que no vemos la urgencia de plantear otro esquema de dictado de clases presenciales en el Instituto Politécnico Superior ni de hacer reclamos vaciados de solidaridad, de cuidado colectivo y de comprensión real del mecanismo de freno de brotes o contagios de esta pandemia viral, que está lejos de terminar. Sostenemos que uno de los fundamentos de la educación pública (y por eso la elegimos, junto con ellos, para nuestros hijos e hijas) es la construcción a partir de criterios colectivos. Nos consta que el protocolo para el dictado de clases en la institución fue modelado colectivamente, con la participación de especialistas idóneos, por lo cual confiamos en que es la solución más apropiada en un marco de incertidumbre global y falta de certezas.
No desconocemos que el proceso de transmisión de conocimientos se dificulta al hacerse en forma virtual (tanto para los alumnos como para los docentes) pero sí creemos que proteger la salud y vidas humanas es la prioridad en este contexto. Remarcamos que la asistencia de estudiantes a la institución implica hacer uso del transporte público (donde el distanciamiento social es prácticamente nulo), el movimiento de familiares y personal docente y no docente, lo que indefectiblemente produce movilidad del virus.
Lejos de sostener certezas (porque hoy son muy escasas inclusive en el ambiente ligado a las ciencias biológicas y médicas), partimos de muchos interrogantes sobre cómo puede evolucionar la pandemia si dejamos librado al azar o a la necesidad de que las cosas funcionen con “normalidad” su evolución. Sí sostenemos la convicción de que en una institución educativa pública debe siempre primar el “bien común”, creemos que una educación “de excelencia” como se les demanda a las escuelas universitarias se acompaña de mostrar y enseñar respeto, solidaridad para con el/la otro/a, compañerismo, cuidado colectivo, de generar un espacio de discusión y defensa de derechos como estudiantes y ciudadanos. Estos puntos están inscriptos en la tradición del “Poli” a lo largo de muchos años de existencia y los consideramos tanto o más valiosos que el resultadismo a la hora de evaluar su eficacia como escuela de formación técnica. Por eso nos parece inoportuno e irresponsable reclamar o solicitar más clases presenciales sin contextualizar y sin pensar qué podría suceder si las instituciones educativas estuvieran funcionando a puertas abiertas. Lo cual también supone un trato poco respetuoso al trabajo de las personas que llevaron adelante, en una situación inédita, el sostenimiento posible del vínculo pedagógico.
Creemos importante orientar el concepto de “burbuja” a la idea de asepsia en relación al virus y no a la de meternos en una que nos sustraiga de nuestros pares. No es momento para procurar preservar nuestra vida familiar como la conocíamos y practicábamos, como si viviéramos en una “burbuja” “ideal e irreal” sino como vivimos: en relación a la comunidad educativa, regional, global.
Padres por la Educación pública y gratuita |