Luego de reunirse con el dueño de Grupo Carso, el hombre más rico de México, AMLO declaró que hablaron de la importancia de las inversiones y que:
Slim "cree en el país" y que "lo que necesitamos es que haya inversión en el país, porque si no hay inversión no hay empleos, si hay empleos hay bienestar, si hay bienestar hay paz, tranquilidad en México".
En su conferencia matutina de hoy, AMLO presentó los avances que la concesionaria de Carso, CICSA, lleva en el megaproyecto del Tren Maya, tramo localizado en el estado de Campeche y que, con una extensión de 172 km, va de Escárcega a Calkiní.
El tramo en construcción ha confrontado la oposición de comunidades locales y de organizaciones ambientalistas que señalan el peligro que significa la obra para la fauna local, la cual afectaría, entre otras especies, a la mitad de la población de jaguares en la selva yucateca.
Pero es falso que para que haya bienestar y empleos se necesite de la famosa "inversión" de Slim. Al menos no en la forma en que AMLO y Slim la conciben: una "inversión sin obstáculos" lo cual es ni más ni menos que el evangelio del neoliberalismo.
Durante más de tres décadas el magnate Slim ha engordado su cartera a base de las medidas neoliberales que se vienen imponiendo desde los ochentas, y uno de los primeros grandes beneficiarios fue ni más ni menos que Carlos Slim, a quien el gobierno de Salinas de Gortari le entregó Telmex a precio de remate y en cómodos pagos.
Si alguien en este rincón del planeta ha gozado del privilegio de la "inversión sin obstáculos" ha sido este personaje que construyó el grupo Carso, un enorme emporio transnacional, a partir de ir destruyendo las conquistas de los trabajadores telefonistas en complicidad del nefasto líder charro Francisco Hernández Juárez.
Es hora de que quienes más se han enriquecido, con la absoluta permisividad y apoyo del Estado, apoyen, aunque no lo quieran, la inversión en infraestructura, educativa, sanitaria, alimenticia, cubriendo las necesidades básicas de los habitantes de este país.
Para ello hay que imponer fuertes impuestos a las altas fortunas a los enormes parásitos capitalistas, vividores a expensas del Estado y de los gobiernos que solícitamente les allanan los obstáculos a "su" inversión y les promueven leyes antiobreras como la del outsourcing.
Esto muestra una vez más a qué intereses realmente responde la "Cuarta Transformación": no a los 30 millones que lo votaron y el resto de la población trabajadora, quienes son sometidos a la austeridad "republicana" (a base de precarización del trabajo y recortes de personal a los organismos estatales) mientras un puñado de empresarios se enriquecen "sin obstáculos".
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