Desde que inició la pandemia, múltiples investigaciones en ciencia básica han tratado de buscar una molécula que permita combatir la diseminación de la COVID-19. Se han propuesto diferentes fármacos como potenciales tratamientos contra el SARS-CoV2 ya que sus resultados positivos, inhibiendo la replicación viral o su ingreso a la células, evidenciados en estudios de laboratorio demostraron una justificación para escalar en el diseño de investigaciones en humanos, lo que se denominan Ensayos Clínicos (Clinical trials popularizados en inglés). Así, fármacos como el Remdesivir, la Hidroxicloroquina, Lopinavir- Ritonavir, que mostraron una potencialidad terapéutica en estudios de ciencia básica, no tuvieron resultados satisfactorios cuando se los investigó en humanos.
Un caso particular lo cumple la Ivermectina. Este fármaco es utilizado contra las parasitosis intestinales y cutáneas, muy difundida en el mundo entero; y que al ser estudiada por el grupo de investigación del Dr. Caly, en el Royal Melburne Hospital de Australia, demostró tener efectos en la inhibición de la replicación viral del Sars-CoV2 en cultivos celulares. A partir de este descubrimiento y durante todo el año pandémico se llevaron a cabo más de 65 estudios en humanos sobre la eficacia de la Ivermectina como propuesta terapéutica o profiláctica contra la COVID-19.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud a través de un comunicado del 31 de marzo pasado sostiene que “La evidencia actual sobre el uso de ivermectina para tratar pacientes con COVID-19 no es concluyente. Hasta que se disponga de más datos, la OMS recomienda que el fármaco sólo se utilice en ensayos clínicos” desaconsejando su uso en la atención clínica de los pacientes con COVID-19. La OMS pone en relieve que la gran mayoría de los estudios contienen sesgos (desvíos) metodológicos que tienden a disminuir la calidad de la evidencia científica.
Un día antes del comunicado de la OMS se publica en el sistema de archivos on line para artículos científicos sin revisión, y que se llama “medRixv”, un ensayo clínico titulado “Un ensayo aleatorizado – tratamiento basado en Ivermectina e iota-carragenina como profilaxis pre-exposición para covid-19 en agentes sanitarios”. En este estudio la investigadora principal es la polémica ministra de Salud de Tucumán, la Dra Chahla, y tuvo un protocolo previo antes de iniciar la investigación en los trabajadores de la salud de los hospitales de la provincia. Esta publicación se transformó en noticia y trascendió hasta en medios nacionales lo que en la actualidad determina una elección forzada en el uso terapeutico de la Ivermectina. A continuación trataremos de abordar un análisis crítico del protocolo y del artículo publicado, para luego poner en la superficie el sentido político de estos “trabajos científicos”.
Crónica de sesgos anunciados
Para facilitar la lectura al lector poco familiarizado con textos científicos de Biomedicina, haremos la aclaratoria de que se tratan de estudios epidemiológicos analíticos, dentro de los cuales se dividen en dos grandes grupos: los observacionales y los experimentales. Los primeros corresponden a estudios que analizan por medio de la observación los fenómenos que se presentan en dos grupos comparativos; por ejemplo, en el seguimiento de un determinado factor de riesgo hasta que aparece un evento (Estudio de Cohortes) o por el análisis retrospectivo de la comparación entre un grupo de personas enfermas y sanas (Estudio de Casos y Controles). Los segundos corresponden a estudios experimentales, dentro de los cuales se encuentran los ensayos Clínicos; lo que significa que el investigador va a introducir una intervención en uno de los grupos estudiados para evaluar comparativamente la respuesta a la misma.
Todo Ensayo Clínica comienza con un “plan” para llevar a cabo la tarea científica y que se denomina Protocolo. Este debe ser aprobado por un comité de ética en investigación biomédica que certifique la garantía de seguridad y cumplimiento de los derechos a los sujetos de la investigación. También, el protocolo debe tener objetivos y una metodología de cómo alcanzarlos, para luego demostrar los resultados analizados estadísticamente, y a partir de estos, elaborar conclusiones que puedan o no generalizarse.
Para ello es necesario un máximo control de los factores que puedan determinar los errores, antes y durante el trabajo científico, denominados “sesgos”. La presencia de éstos disminuye la calidad científica de los estudios clínicos, lo que impide la generalización de las conclusiones a partir de los resultados obtenidos. Estos pueden deberse a una mala selección de las muestras, a errores de coherencia metodológica en la recolección de datos y a errores en el análisis estadístico. De estos problemas radica la importancia de “controlar” las condiciones del estudio para disminuir estos potenciales sesgos y aumentar la calidad de la evidencia científica.
En este caso, el protocolo titulado “Estudio de eficacia y seguridad para evaluar el uso de Ivermectina oral asociada a Carragenina aplicada localmente en la cavidad nasal y bucal, en la profilaxis de la enfermedad COVID-19 en el personal de salud” tiene como objetivo evaluar los efectos de esta asociación, administradas de forma tópica en la cavidad nasal y bucal de trabajadores de la salud sanos. Parten de la hipótesis de que esta asociación disminuirá la aparición de las manifestaciones clínicas o el progreso a formas severas y disminuirá la carga viral en las vías aéreas, y el tiempo de diseminación del virus.
A pesar de las ambiciosas hipótesis, el estudio carece de una metodología por la cual se puedan probar cada una de las mismas, ya que las variables utilizadas no dejan claro en cómo van a abordar las hipótesis mencionadas. Con las variables buscan conocer la frecuencia con la que aparecen los síntomas, la frecuencia de aparición de la infección por COVID-19, la duración de los síntomas en los casos de la infección; luego utiliza como variable algo no contemplado en los objetivos de la investigación ni en la hipótesis, que es la “recaída clínica luego del alta” (reinfección), y el estudio de eventos adversos que no los especifican. Un elemento que choca con la coherencia del estudio es la determinación como objetivos secundarios a la “incidencia de detección de COVID-19” y al “tiempo de persistencia del virus” que no explican cómo lo van a medir.
Otro sesgo introducido en el protocolo es el de muestreo, ya que hacen un cálculo de 100 sujetos para el grupo donde van a experimentar los fármacos y 50 sujetos para el grupo que no lo recibirán, aleatorizados en 2:1, sin calcular el error alfa de muestreo para poder controlar y darle mayor calidad al estudio. Sin embargo, no hay un control de los factores confundidores que pueden influenciar en los resultados, como por ejemplo los diferentes lugares de trabajo, ya que los distintos hospitales no tienen las mismas condiciones de trabajo y exposición; la presencia de empleos dobles o triples que aumentan el riesgo de exposición, y las comorbilidades que requieren una estratificación en el muestreo.
El seguimiento de ambos grupos fue propuesto a 28 días en 5 visitas, donde no se especifica de forma clara el estudio de las variables y una metodología coherente para cumplir los objetivos propuestos. Si bien el protocolo se jacta de ser un “Ensayo Clínico Controlado y Aleatorizado” dista muy lejos de ser metodológicamente de esa categoría.
La otra cara del Protocolo
El protocolo analizado con anterioridad tuvo luz verde desde el comité de Ética perteneciente al Ministerio de Salud de la Provincia para realizarse con los trabajadores de la salud. Como elaboración póstuma se publicó en medRvix una versión mejor tratada del protocolo mencionado. En esta ya no se menciona que se trata de un “Ensayo Clínico Controlado”, sino de que es “aleatorizado” con una asignación de 1:1 de los sujetos de estudio a los grupos control y de experimentación, lo que significa una cantidad igual de sujetos en cada grupo. El artículo sostiene que 117 sujetos fueron randomizados en cada grupo, con edades promedio y distribución de género similares, en los cuales se estudió el efecto protector de la Ivermectina-Carragenina en aerosol para prevenir el contagio de COVID-19.
La publicación sin revisión de pares establece como objetivo de estudio la “disminución de la incidencia de la infección por COVID-19 en los trabajadores de la salud” y la “reducción de la presencia en el número de síntomas y la protección contra el avance a estadios más severos de la enfermedad”. Se realizaron 5 visitas y en 28 días de seguimiento y en el apartado de resultados ya se expresa un alto contenido subjetivo en el texto cuando menciona que “el número de sujetos diagnosticados por COVID-19 en el Grupo Experimental (GE) fue menor” siendo de un 3,4% mientras que el 21,4% del Grupo Control (GC) fue diagnosticado de la infección. De estos, los 4 sujetos del GE tuvieron síntomas leves; mientras que 10 del GC tuvieron síntomas moderados a severos.
Los autores de este estudio concluyen que el uso profiláctico de Ivermectina- Carragenina en los trabajadores sanos y expuestos al virus, tienen una menor posibilidad de infectarse de COVID-19 y, en el caso de que suceda, los síntomas sean leves. Pero, de este mismo estudio se analiza que la presencia de comorbilidades aumenta de 3 a 7 veces las chances de tener COVID-19.
La insoportable levedad del sensacionalismo (pseudo)científico
Los resultados obtenidos a partir del estudio clínico controversial, queda claro que el GE recibió una asociación de dos antivirales: Ivermectina y Carragenina ambos con efectos contra el Sars-CoV2, a pesar de que la Ivermectina es la que más mediatizada esta. Este estudio también ha dado un marco teórico a nebulosos fundamentos metodológicos a partir de los cuales se hacen inferencias estadísticas que justifiquen el uso masivo y político del fármaco, en contra de las recomendaciones de la OMS y de la Sociedad Argentina de Infectología.
Sin tener evidencia científica, el gobernador Manzur se comprometió en garantizar dosis de Ivermectina a trabajadores rurales de la UATRE “para evitar que se enfermen”, y de esta manera afianzar un método pseudocientífico en la toma de decisiones sanitarias. Pero, esto no parece ser una conducta inocente del gobernador y de su ministra de salud, sino más bien parece algo planificado ante la la crisis sanitaria y económica que golpea a la provincia. Quizás buscan la pseudociencia sea el resguardo que les permita estabilizar la imagen política ante la catástrofe de un inevitable colapso sanitario, y que quieran presentar estos hallazgos tendenciosos como triunfos científicos y epidemiológicos.
Pablo Kreimer, sociólogo de la ciencia, advierte que “los artículos científicos pueden ser muchas cosas pero, por sobre todo, son instrumentos retóricos, es decir piezas discursivas para convencer… los papers no son la ciencia y mucho menos la verdad, sino que se tratan de ejercicios que practican los científicos para convencer a otros de lo importante que son las cosas que hacen”. Con la descomposición política se profana a la ciencia y eso puede resultar muy peligroso para toda la población. Por más que nos quieran convencer desde la casta política que el uso de la Ivermectina-Carragenina pueda prevenir la infección por COVID-19, todavía no hay evidencia científica fehaciente y confiable. Pero, de lo que sí hay evidencia es que estamos en una situación peor que en la ola pasada, porque la salud pública está pauperizada y los trabajadores de la salud están sobrecargados, masticando y replicando una amarga bronca que se generaliza.
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