El 4 de diciembre del 2020 las empleadas y los empleados de la panificadora La Nueva Central llegaron a sus puestos de trabajo y se encontraron con que las puertas y portones habían sido soldadas desde dentro por los dueños y ellos se encontraban despedidos. Hacía cuatro días se habían llevado acabo las elecciones municipales y la ciudad transitaba un relajamiento en la cuarentena establecida a causa de la pandemia. Era fin de semana largo y parecía el momento ideal para que la patronal vaciara la fábrica antes del martes, que era el próximo día hábil. Las y los trabajadoras, 29 en total, sabían esto, lo entendieron en el acto y se negaron a dejar sus puestos de trabajo dando comienzo a un acampe que duro un total de 17 días.
A los diez días de iniciado el conflicto la patronal, por medio del Ministerio de Trabajo, les ofreció el 70% de un solo mes de salario adeudado, lo que en algunos casos era el 2% de lo que les debían en total. Solo el cansancio y la desesperación de quienes no tienen nada pudo empujarlos a aceptar lo que les ofrecían y esperar que el resto que se les adeudaba (vacaciones, doble indemnización, dos meses de salario, aportes, ATP que habían cobrado los dueños y se dejaron para sí) se les arreglara en corto plazo.
Eso no sucedió, al menos para casi la mitad. Algunos trabajadores arreglaron enseguida por el 10% de lo que se le adeudaba del total, es decir que les pagaron el 10 % de lo que les debían y es todo, nada más. Los que contaban con más años de antigüedad y menos ganas de entregar sus años dentro de la panificadora por dos monedas se reusaron a aceptar ese arreglo mafioso y siguen sin ver un peso y peor aún, como nos los despidieron, porque eso los obligaría a pagarles todo sin conflicto, quienes tuvieron suerte y consiguieron un trabajo donde los querían registrar como trabajadores en blanco tuvieron que abandonarlo porque aún siguen siendo empleados de la familia Rotelli, al menos en papel. Así mismo, siguen siendo parte del Sindicato Regional de Obreros Panaderos de Rio Cuarto el cual, al igual que la patronal parece ya no tener más nada que ver con estas trabajadoras y trabajadores que en algunos casos dejaron 30 años de su vida ahí adentro.
El año pasado fue durísimo para muchísimos sectores productivos pero no el de la panificación. Como parte de un sector de las actividades esenciales nunca dejaron de trabajar, nunca cerraron sus puertas, siguieron produciendo durante toda la pandemia incluso haciéndoles comprar los kit de bioseguridad a sus propios empleados. Se enriquecieron durante toda la pandemia y cuando se terminó simplemente cerraron sus puertas, horas después (literalmente un par de horas) de que llorando les prometieran a sus trabajadores que iban a hacer todo para seguir abiertos. Una completa estafa a las y los laburantes que aún no termina. A casi 5 meses de ser despedidos las y los trabajadores de La Nueva Central necesitan una respuesta, necesitan cobrar, necesitan dejar esta lucha atrás pero sabiendo que todo el esfuerzo, el sacrificio, el laburo y los años dejados ahí adentro para mantener sus puestos de trabajo sean reconocidos.
Algunas reflexiones que podemos escuchar de los trabajadores en lucha:“Tenemos que hacer algo, tenemos que salir a la calle de nuevo. Cuando estuvimos en la calle fue el único momento en el que parecía que nos escuchaban, el sindicato, los medios… ahora ni los abogados nos llaman…”; trabajadores que el año pasado no hubiesen pensado nunca en salir a cortar calles por sus derechos hoy ven, en pocos meses de hacer experiencia en la lucha, que no parece haber otro modo en que las masas trabajadoras sean escuchadas y sus reclamos respondidos, pero también sacan lecciones: “ sabes en que le erramos? No, nos deberíamos haber ido nunca de ahí, deberíamos haber seguido con el acampe hasta que nos pagaran todo. Pero bueno, ahora deberemos salir de nuevo con nuestro reclamo a ver si alguien nos escucha” |