El avance del coronavirus en el mundo ya es responsable de más de 1 millón de muertes en todo el globo, siendo América Latina una de las regiones más afectadas, con más de 300.000 muertes confirmadas a septiembre del 2020.
En este contexto diversas investigaciones han logrado vincular cómo las condiciones socioeconómicas se relacionan directamente, no solo con las posibilidades de contagio, sino además con la posibilidad de agravarse o incluso morir a causa del virus.
Por ejemplo, un estudio desarrollado en las unidades de cuidados intensivos en Escocia determinó que “Las personas en las áreas más pobres de Escocia tienen más probabilidades de verse afectadas por el Covid-19 severo y de morir a causa de la enfermedad que las de los distritos más ricos”. En EEUU se estudiaron diversos condados determinando que “Al comienzo de la pandemia, los condados con niveles de pobreza muy bajos o niveles de pobreza muy altos reportaron el mayor número de casos”.
En esta misma línea un estudio realizado a la Región Metropolitana y publicado este año en el International Journal of Epidemiology, logró vincular una fuerte asociación entre el nivel socioeconómico y la mortalidad en períodos pre pandémicos y pandémicos, sin embargo, el estudio destaca que esta asociación fue más fuerte en 2020.
Los resultados más preocupantes tienen relación con el grado de mortalidad de la población más vulnerable expuesta al virus. En ese sentido, los sectores más vulnerables (que han completado menos años de escolaridad y que viven en mayor hacinamiento) siempre han presentado una mortalidad mayor a los sectores geográficos que tienen población más acomodada. Sin embargo, en tiempos de pandemia la mortalidad subió a un 32%.
Se destaca también que se trata de un problema originado por las desigualdades estructurales existentes en Chile, y “ellas van desde el acceso a la utilización de la atención médica por tipo de seguro, hasta determinantes sociales de la salud que van más allá del sistema de salud”.
Sin duda, la pandemia ha dejado al descubierto, no sólo la gran y enorme crisis de la salud pública en el país, sino todo un funcionamiento que ha empujado a miles a la pobreza en el último año, y que ya cobra casi 30.000 muertos por la pandemia.
Es necesario cambiar estructuralmente un país que ha demostrado sistemáticamente ser un oasis sólo para un grupo de multimillonarios (en los que se incluye nuestro presidente Sebastián Piñera). Para esto debemos coordinarnos de cara a las movilizaciones que se abren, como el llamado a paralización del 30 de abril, para que esa punta de lanza abra el camino a la lucha contra las medidas de hambre del gobierno de Piñera, pero también por el combate por un impuesto a las riquezas y grandes fortunas que permita articular un Plan de Emergencia Sanitario para enfrentar la situación, y que dejen así de morir los más vulnerables que habitan Chile. |