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La Izquierda Diario
2 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Contrapunto
Crisis pandémica, lucha de clases y organización obrera en el Estado español
Clara Mallo | Madrid | @ClaraMallo
Pablo Juárez

El nuevo escenario en el que se desarrolla la lucha de clases viene fuertemente marcado por la crisis desatada por el coronavirus. En este marco la patronal aprovecha para atacar las condiciones laborales más básicas de los trabajadores al mismo tiempo que destruye cientos de miles de puestos de trabajo.

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El nuevo escenario en el que se desarrolla la lucha de clases viene fuertemente marcado por la crisis desatada por el coronavirus. En este marco la patronal aprovecha para atacar las condiciones laborales más básicas de los trabajadores al mismo tiempo que destruye cientos de miles de puestos de trabajo. El Gobierno de PSOE-UP allana este camino, y a pesar de las fuertes contradicciones que le genera esta situación planea incluso una deriva de mayores recortes, medidas y reformas para blindar los intereses de los grandes capitalistas.

La otra cara de la moneda son los incipientes procesos de resistencia y organización por parte de la clase trabajadora. En estos últimos 15 meses se han producido importantes luchas que muestran como la conflictividad obrera volverá con fuerza tarde o temprano, dada la magnitud de los ataques; así como también reflejan la necesidad de repensar cuáles son las tareas de los revolucionarios para que estos fenómenos de la lucha de clases puedan desarrollarse y abrir un escenario en el que logremos recomponer, en clave revolucionaria, la capacidad ofensiva y defensiva de la clase trabajadora y la mayoría social.

La crisis de los de abajo

Después de más de un año desde que se decretase el estado de alarma y empezasen los confinamientos domiciliarios hemos visto como ha habido una abrupta caída de los niveles de vida de amplios sectores de las clases populares.

En concreto en el Estado español la pobreza ha vuelto a retumbar con fuerza escalando a niveles de la anterior crisis. De esta manea, según un estudio de FUNCAS (Fundación de las cajas de Ahorros) el impacto ha golpeado sobre todo entre las rentas más bajas. Así, más de 280.000 personas han dejado de percibir ingreso alguno desde que se inició la pandemia. Esto ha conllevado un aumento considerable de lo que se denomina ’pobreza severa’, situándose actualmente en 790.000 personas.

El otro gran indicador de cómo la actual crisis está teniendo consecuencias dramáticas para la mayoría social es el desempleo. Desde el inicio mismo de la pandemia se ha producido un aumento de alrededor de 800000 parados. En enero de 2020 el número de parados según la EPA (Encuesta de Población Activa) era de 3.163.605. En marzo de 2021 es de 3.949.640.

Esta sangría de puestos de trabajo, no parece que vaya a detenerse en los próximos meses, sino todo lo contrario. El agotamiento de la medida estrella de contención social, los ERTE, puede implicar una autentica explosión de EREs (Expedientes de Regulación de Empleo), es decir de despidos masivos.

El inicio de 2021 está siendo un preanuncio en este sentido. Diversas empresas, como El Corte Inglés, H&M, Tubacex y otras han recurrido a esta medida. Mientras la patronal, exigen aun más facilidades y flexibilidad para poder tramitar EREs, preparando así el terreno para una verdadera ofensiva de despidos.

Esta situación de precariedad y desempleo galopantes, como ocurrió hace diez años, provoca que vuelva también a aflorar el problema de la vivienda. La falta de ingresos de muchas de las familias o la disminución de los salarios ha desatado una avalancha de desahucios. Mientras incluso y a pesar de la crisis, los alquileres en las principales ciudades han seguido subiendo con un aumento de cerca de 4,6%.

La crudeza del drama social que se está gestando entre las clases populares contrasta con la tibieza de las medidas sociales que ha tomado el Gobierno. Tanto los ERTE para frenar el desempleo, como el decreto anti desahucios se han demostrado como mecanismos inútiles para los fines con los que habían sido presentados por PSOE y Unidas Podemos. En última instancia estos han significado más bien un salvataje encubierto, con deuda y dinero del Estado, para grandes empresas y bancos.

Respuestas y resistencias ante los ataques

Después del shock inicial de estos ataques y del propio deterioro de la situación sanitaria, económica y social, comenzaron a surgir respuestas y procesos de lucha por parte de la juventud, las mujeres, los inmigrantes y la clase trabajadora que son abiertamente invisibilizados por los grandes medios de comunicación y muchos de ellos reprimidos por el Gobierno a través de las fuerzas represivas.

En contra de lo que tanto la izquierda como la derecha del régimen quieren hacernos creer, los conflictos y las luchas obreras, así como otros movimientos de resistencia, han estado presentes en todos estos meses en mayor o menor medida. Estos todavía están por debajo del nivel de ataque que sufrimos, pero desde luego su mera existencia desmiente la imagen de una clase trabajadora que entra en esta crisis pasiva y derrotada de antemano. Intentaremos en este articulo dar cuenta solo de algunos de los principales conflictos obreros que se han producido desde marzo del 2020 hasta ahora y dejaremos fuera otros fenómenos de resistencia que también han estado a la cabeza de la respuesta frente a los ataques que sufrimos los sectores populares como el movimiento por la libertad de expresión, o las movilizaciones contra los confinamientos de clase.

En la industria sin duda los conflictos con mayor relevancia fueron los que se produjeron por el cierre de la histórica fábrica de Nissan en Catalunya y el de Alcoa en Galicia. En los dos conflictos los trabajadores mostraron una enorme predisposición a enfrentar, incluso físicamente, tanto las amenazas de la patronal como la represión policial. Si estas movilizaciones no alcanzaron a traspasar las puertas de dichas fábricas fue exclusivamente al papel que jugaron los dirigentes sindicales.

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En las últimas semanas es en Euskal Herria y en la zona norte de la península donde nuevamente parece sucederse conflictos importantes ante los constantes anuncios de EREs y despidos. Entre ellos destacan la huelga de los trabajadores de la planta de Bosch en Lliçà D’Amunt, los del sector de transportes en Aragón, los de los empleados públicos en Galicia y Navarra o el conflicto que lleva desarrollándose durante ya semanas en Vitoria en la empresa de aleaciones Tubacex. Esta empresa, como muchas otras, decretó un ERE a 129 trabajadores y una reducción de jornada de un 60% a otros 521. Desde entonces las organizaciones sindicales han declarado huelga indefinida hasta que la empresa eche atrás sus planes. Han tenido que enfrentarse en diversas ocasiones a la Ertxaintza produciéndose en los hechos una escalada importante de la radicalidad en el conflicto.

Otro de los grandes sectores que ha mostrado gran capacidad de resistencia ha sido el de la salud. En el ojo del huracán desde el principio mismo de la pandemia, los trabajadores de la salud han tenido que soportar el peso de la situación y también han protagonizado luchas en defensa de una sanidad pública y de calidad y en contra de los numerosos intentos de precarización, sobre todo de los sectores más vulnerables. En este sentido uno de los más importantes y que consiguió doblar el brazo de la administración pública y la gerencia del hospital es el de las trabajadoras de la limpieza del Hospital Gregorio Marañón en Madrid.

Este conflicto fue tan solo uno más del sector, entre los que estuvieron la huelga de los MIR, del personal de enfermería, de los servicios de Urgencias en Madrid, la huelga de todo el personal sanitario en Catalunya contra la privatización y los recortes, las ambulancias de Aragón, la lavandería del Hospital Miguel Servet en Zaragoza y muchos otros en todo el Estado. La importancia del conflicto de las trabajadoras del Gregorio Marañón fue la de la victoria de las trabajadoras que pelearon frente a los intentos de privatización que trataron de imponerse inmediatamente después de finalizar la primera ola.

Las limpiadoras, sin el apoyo de los grandes sindicatos presentes en el hospital, CCOO y UGT organizaron concentraciones y movilizaciones por el cual fueron construyendo un amplio apoyo de otros sectores, jóvenes y estudiantes. Finalmente, el gobierno de la Comunidad de Madrid tuvo que echar marcha atrás.

También los sectores mas precarizados y juveniles han protagonizado procesos de lucha y organización. Es probablemente en estos centros de trabajo en donde más invisibilizado este cualquier intento de resistencia al despotismo patronal. Sin embargo a pesar de ese bloqueo mediático, conflictos como la huelga de Telepizza, o las movilizaciones de los riders sí consiguieron una amplia repercusión.

En ambos casos la decisión de lucha de estos trabajadores logró arrancar conquistas parciales a las empresas. Los jóvenes de Telepizza lograron que la empresa les proporcione mejores equipos de protección para prevenir posibles contagios. Mientras que los riders han obligado a la patronal y al gobierno a legislar para no seguir siendo considerados autónomos sin ningún derecho y si trabajadores asalariados.

Nuevos ejemplos de organización

Al mismo tiempo, nuevos ejemplos de organización se dan día a día en el Estado. Desde nuevos espacios de trabajadores autoorganizados como las trabajadoras cuidadoras del SAD en Catalunya, las trabajadoras empleadas del hogar SINTRAHOCU, colectivos de riders, a nuevas secciones sindicales en sectores precarios. Muchas de estas iniciativas están protagonizadas por sectores muy precarios sobrerrepresentados por mujeres, migrantes y jóvenes y todas ellas emergen dando cuenta de un creciente descontento y conciencia de organizarse en sectores muy precarios y atacados como la hostelería, el telemarketing, gigantes de la tecnología como Amazon, o el sector precario de la educación como el del “tiempo Libre” educativo y sociocultural para afrontar la situación que se avecina.

Todas estas luchas, — surgidas en un contexto en el que las y los trabajadores tenemos que enfrentarnos a los ataques en medio de una situación compleja marcada por una pandemia y un ’consenso pandémico’—, así como los nuevos fenómenos de organización, dejan entrever un escenario en el que lo que no está en cuestión es que todos estos fenómenos irán multiplicándose a medida que se agrave la crisis y agote la capacidad de contención del Gobierno y las burocracias sindicales.

La burocracia sindical como bomberos del régimen del 78

La crisis pone aun más de relieve el papel que hasta ahora vienen jugando los grandes sindicatos CCOO y UGT. Como diría Trotsky [1], las burocracias sindicales se han convertido en “la columna vertebral” del Régimen del 78. En este sentido podemos apreciar como el fenómeno de la “estatización” de los sindicatos, es decir su dependencia material del Estado burgués, ha pegado un salto cualitativo en las últimas décadas. Este fenómeno, que forma parte de cómo la burguesía ha garantizado su dominio a nivel mundial, ha hecho que estas organizaciones operen como auténticos policías dentro del movimiento obrero, es decir son los que velan por garantizar que cualquier intento de rebelión por parte de los trabajadores, por pequeño que sea, termine siendo un fracaso.

Esta realidad no tiene que ver solo con que quienes dirigen los sindicatos sean unos corruptos y traidores o de su conservadurismo ideológico. Sino que es la expresión profunda de cómo los regímenes burgueses han cooptado exitosamente a buena parte de quienes dirigen las grandes organizaciones sindicales, provocando en los hechos que se forme una casta con intereses contrapuestos al conjunto de la clase trabajadora. Eso explica, y no la pandemia solamente, la parálisis y las pocas movilizaciones convocadas en estos últimos meses, a pesar de los ataques del retroceso de las condiciones de vida de millones desde el inicio de la crisis.

En concreto aquí, en el Estado español este rol de agentes de la burguesía por parte de los burócratas de CCOO y UGT se ha evidenciado en los últimos meses por un lado negociando con Gobierno y CEOE con el objetivo abierto de contener desde lo más alto un posible escenario de lucha de clases, reduciendo su estrategia de negociación a los despachos, al mismo tiempo que hacen tímidos llamados a movilizaciones que a lo sumo se quedan en un tuit. Por otro lado, en las distintas huelgas y conflictos reales donde tienen peso de representación, traicionan abiertamente los intereses de las y los trabajadores, firmando acuerdos vergonzantes, aislando estos conflictos y no ofreciendo ningún plan de lucha a los trabajadores, como ya ocurrió en Nissan y otros tantos lugares.

Esta dependencia del Estado se ha incrementado todavía más en estos meses de pandemia. En febrero de este año el Gobierno aumentó en un 56% la partida para subvencionar a los sindicatos. El Consejo de Ministros acordó destinar este año más de 13,88 millones a financiar las actividades de carácter sindical, 5 millones más que en 2020. El Gobierno se prepara así, tratando de reforzar la burocracia sindical, para los nuevos tiempos que vendrán.

El retrato que hacen de sí mismos los grandes sindicatos no es ajeno a las y los trabajadores. Por un lado, los que ya hicieron la experiencia de la crisis posterior a 2008 conocen sobradamente el papel de estas burocracias, y aquellas generaciones que tienen sus primeras experiencias laborales comienzan a descubrir muy rápido el rol de las burocracias. Es por este motivo que muchos de los nuevos ejemplos de organización se dan ligados a la izquierda sindical o en otros muchos casos como nuevos espacios auto organizados. Desde 2008 CCOO y UGT han perdido en torno a 600.000 afiliados, muchos de aquellos trabajadores que salieron de estos sindicatos pasaron a formar parte de sindicatos de base y combativos, otros simplemente se desafiliaron. A pesar de ello tanto CCOO como UGT cuentan (cada uno de ellos) con cerca de 900.000 afiliados.

En ese sentido Gobierno y patronal se preparan para escenarios más convulsos de la lucha de clases y son conscientes que sin el papel de gendarmes dentro del movimiento obrero se pueden encontrar con situaciones de mayor lucha de clases y como diría Trotsky aparecer ante los ojos de las masas proletarias como una minoría social ridícula e impotente. Sin embargo a diferencia de otros momentos, la burocracia sindical entra en esta crisis con el desarrollo de dos fenómenos reales que dificultan este rol histórico en el dominio burgués: el del desapego a los sindicatos mayoritarios de cada vez más sectores de trabajadores principalmente mujeres, juventud y migrantes, y por otro lado, la cada vez mayor necesidad de luchar que va a experimentar la clase trabajadora y que actualmente se expresa en esas nuevas experiencias de organización.

Esto es algo que debe poner a debate las tareas a las que se van a enfrentar el movimiento obrero de conjunto y en particular aquellas organizaciones políticas y sindicales que tratan de apostar por un verdadero plan de lucha que enfrente los ataques de Gobierno y patronal.

Unidad para enfrentar los históricos ataques que se vienen

Como venimos viendo, a medida que las consecuencias de la crisis se vayan haciendo carne y los ataques se vayan concretando, nuevos sectores saldrán a la lucha. En estos futuros escenarios, el rol de quienes dirigen los sindicatos se hará más evidente, es por ello que la posibilidad de quebrar a estas burocracias sindicales y políticas que atenazan a la clase obrera serán mayores también.

Hasta ahora las burocracias sindicales han incentivado y se han apoyado en la división de las y los trabajadores y de sus conflictos para y plantear que no hay alternativa posible ante los despidos, ataques, reformas laborales, o los recortes en pensiones... Este escenario de división y de fomento de la desmoralización obrera juega en favor de las burocracias.

Es necesario por tanto avanzar hacia la construcción de una alternativa a los grandes sindicatos que agrupe las experiencias de organización más combativas que desarrollan los trabajadores por dentro o fuera de los diferentes sindicatos. Una herramienta de las y los trabajadores que aspire a jugar un papel en la recomposición de la capacidad defensiva y ofensiva de lucha de las y los trabajadores.

La llamada izquierda sindical tiene una responsabilidad de primer orden en esta tarea. En todos estos años diversos sindicatos con un perfil de clase y combativos, críticos del papel de los dirigentes de CCOO y UGT han tenido un cierto desarrollo que les ha permitido ganar mayores afiliados e incluso conquistar alguna secciones sindicales y comités de empresa. Sin embargo lo que ha primado es la competición entre las distintas siglas sindicales y una suerte de lógica alternativista, según la cual la única alternativa a los grandes aparatos sindicales es afiliarse a su organización sindical. Es la dinámica que han tenido COBas, CGT, Solidadridad Obrera y todo el espectro del sindicalismo combativo. Al mismo tiempo este sectarismo ha sido el caldo de cultivo para que también se desarrollen dinámicas burocráticas en estos mismos sindicatos, las cuales en diversos conflictos con responsabilidad han caído en posiciones coorporativistas y cortoplacistas. El caso más emblemático es el de la CGT en Nissan, en donde fueron uno de los garantes del acuerdo con la patronal por el cual se terminará cerrando esta histórica fábrica, y que este sindicato lo vendió como un triunfo.

Una posible superación de esta dispersión de fuerzas del sindicalismo combativo tendría que ser la perspectiva de un sindicato unificado y con libertad de tendencias de todo el sindicalismo de base, combativo y democrático que se identifica como la izquierda sindical, que supere la división de la izquierda sindical para poner una alternativa real a las burocracias sindicales de CCOO y UGT. Al mismo tiempo, es necesario luchar por recuperar los sindicatos de las manos de la burocracia sindical. Los nuevos activistas y los procesos de lucha y organización que comienzan a surgir, entre los cuales hay secciones y comités de empresa de CCOO y UGT, son la base para luchar también por la democratización radical, de abajo hacia arriba, de los sindicatos mayoritarios para ponerlos al servicio de la lucha de clases y la unidad de las filas obreras

La creación de una organización de este tipo supondría o al menos tendría que aspirar a no ser solo la sumatoria de las distintos sindicatos combativos, sino jugarse a ser un polo de referencia para los millones de trabajadores precarizados y explotados que no ven en los sindicatos ninguna herramienta útil que les sirva para luchar contra esta situación. En la organización de esta enorme masa social para el combate, que no le debe nada y siente un fuerte rechazo a los burócratas de CCOO y UGT, anida la posibilidad de construir una alternativa sindical y política que impacte al conjunto de la clase obrera.

Sin embargo, toda experiencia que se proponga la unidad de las luchas y de los trabajadores, no puede dar la espalda a los miles de trabajadores que se encuentran agrupados bajo las siglas de los grandes sindicatos. Es necesario exigir a las burocracias sindicales un frente único obrero por un programa de emergencia contra las patronales en cada conflicto, y contra el Gobierno y sus ataques al conjunto de la clase, como parte del combate para que los sectores que aún confían en estas direcciones hagan una experiencia con ellas.

Es debido a esto que aspirar verdaderamente a barrer con las burocracias conservadoras que juegan el rol de dirección oficial del movimiento obrero solo puede ser en base a una combinación no solo de denuncia del papel que juegan sino también de exigencias concretas que siembren la idea de la necesidad de unificar las filas obreras en cada conflicto o lucha. En eso también la izquierda sindical peca en demasiadas ocasiones de abstencionista con respecto a CCOO y UGT. Es decir, de no tratar de articular los volúmenes de fuerza necesarios que dialoguen con la base de los grandes sindicatos para obligar a las burocracias de los grandes sindicatos a movilizar a los trabajadores o incluso en el peor de los casos a que con cada experiencia de la lucha de clases estas burocracias sean desenmascaradas para un sector del movimiento obrero.

La tarea del momento, para comenzar a dar pasos en ese sentido, pasaría por coordinar, a nivel local, regional y estatal, todas las luchas de la clase trabajadora, para fortalecer un polo de lucha que pueda rodear de solidaridad los conflictos y proponerse batallar por una perspectiva unitaria a nivel más amplio entre la clase obrera y diversos sectores populares. Un ejemplo auspicioso en este sentido es la declaración y convocatoria para el primer mayo de las distintas organizaciones del sindicalismo combativo en Catalunya.

Esta tarea de unificar a los sectores combativos para articular un defensa en mejores condiciones ante los ataques que la crisis capitalista desata contra los sectores populares es la vía para que pueda plantearse en algún momento la posibilidad de una ofensiva por parte de la clase obrera. Permitiendo la irrupción de esta en la escena política con sus propios métodos de lucha y de esa manera avanzar en la posibilidad de acabar con este sistema capitalista que amenaza con traernos nuevas catástrofes y miserias que las que ya estamos viviendo.

 
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