El sistema de salud está colapsado.
La guardia siempre llena.
En el área de salud mental son sesenta números los que llegan a dar y el resto que se queda sin número tiene que esperar y volver a los dos días. Esperar y esperar, en medio de una pandemia, con trastornos de sueño, de ansiedad, de estrés, u otros padecimientos.
En la sala de espera se escuchan como testimonios la realidad de algunos pacientes:
“Tuve que viajar 3 horas para poder hablar con un psiquiatra”, “No duermo hace dos días”, “No hay pastillas en ningún hospital”, “Si hoy no hay pastillas en el Materno voy a tener que parar el tratamiento porque la plata para comprarlas no tengo”.
La salud pública en estos tiempos de pandemia, de crisis sanitaria, económica y social se trata un poco de esto. Como estudiantes también sufrimos esta crisis, muchos tenemos trabajo precarios o no conseguimos laburo, ni hablar de cursar en virtualidad con todo los problemas de conectividad.
La guardia del servicio de salud mental de los hospitales públicos están de esta forma, hoy profundizada a consecuencia de la crisis, pero que siempre fue así para los más pobres.
Ir al Germani significa esto, esto que no se puede naturalizar de ninguna manera, esto que vivimos millones en la salud pública, porque no es noticia en La Matanza el vaciamiento de los hospitales públicos, es algo que vemos hace años, Gobierno tras Gobierno.
La pandemia, la crisis sanitaria y económica dejó ver en su estado más puro la precarización de la vida. Para algunos es la falta de medicamentos, para otros la falta de servicios básicos, desocupación, hambre, pobreza.
Mi psiquiatra es el único en el Germani, atiende alrededor de 60 personas por día y el colapso se vuelve inevitable.
¿Un psiquiatra para 60 personas por día en un hospital donde se atiende la mayoría de los habitantes, es lógico?
Es la realidad del hospital público hoy en día.
El colapso se vuelve inevitable y el acceso a la salud mental para los que no contamos con obra social es casi imposible. Seguir seriamente el tratamiento también se hace imposible.
Hay pacientes que no tienen agua potable ni cloacas, hay pacientes que no tienen lugar en dónde vivir y menos tienen acceso a un medicamento de $2.000, de $3.000.
Los trabajadores de la salud que pelean contra el vaciamiento de la salud, contra los sueldos de indigencia, también reclaman por condiciones dignas de trabajo y por insumos para los pacientes.
Cuando hablamos que la salud mental sigue siendo un privilegio de unos pocos y que el Estado debe garantizar el acceso para todos, es porque el Estado elige el pago de una deuda odiosa y preservar negocios privados de los empresarios de los laboratorios y las clínicas privadas como lo vemos ahora con las vacunas.
Porque el Estado decide recortar el 12% del presupuesto de salud en plena pandemia. Y que como dijo un enfermero, “donde nosotros vemos la defensa de la salud pública, el Estado ve un negocio”.
Como usuaria del hospital Germani y estudiante de la UNLaM apoyo el reclamo de los trabajadores de la salud pública del Municipio, porque somos los mismos estudiantes de los barrios de La Matanza los que nos atendemos ahí mismo.
¿Los estudiantes cómo no vamos a apoyar a los trabajadores de la salud? Si ellos fueron estudiantes y nosotros podríamos trabajar en esos puestos, si realizamos las prácticas de Medicina o Trabajo Social en esas instituciones. Tenemos que darle fuerza, su lucha es nuestra lucha.
Es importante acompañar esta pelea por sus derechos y por una salud de calidad, que es el derecho de todos.
Este es mi testimonio pero también es la vida de millones de jóvenes en el Conurbano. Pelear porque nuestra vida esté por delante se vuelve elemental. |