Si bien se están dedicando muchos titulares a la retirada del ejército estadounidense de Afganistán y la acumulación en Asia-Pacífico, pero otra área ha pasado desapercibida: el aumento de las fuerzas estadounidenses en el Ártico.
En marzo, el Ejército de los Estados Unidos anunció su estrategia para "Recuperar el dominio del Ártico", señalando que la región devastada durante mucho tiempo por el cambio climático pronto también podría ser devastada por la competencia de grandes potencias y el imperialismo estadounidense.
Este enfoque en el Ártico se produce como resultado de la crisis climática. El hielo del Ártico se está derritiendo tres veces más rápido que el resto del mundo, pero en lugar de tratar esto como una amenaza existencial, los capitalistas lo ven como una oportunidad para expandir su influencia regional, un movimiento que alimentará aún más la crisis.
El anuncio del Ejército de los EE. UU. deja en claro que un enfoque en la competencia de las grandes potencias está impulsando el objetivo sobre el Ártico, afirmando: “Operar en el Ártico permite al Ejército proyectar poderosamente nuestras fuerzas para mejorar nuestra capacidad de responder en competencia, crisis y/o conflicto".
Gran parte de la disputa en cuestión tiene que ver con el gas natural en el Ártico, que recién ahora se está volviendo accesible, en gran parte debido al derretimiento de los grandes bloques de hielo, un proceso que ha sido impulsado por la extracción de petróleo en primer lugar. La mayoría de los campos petroleros de la región conocidos se encuentran en Rusia, lo que coloca a los capitalistas estadounidenses en desventaja.
De ahí el mayor enfoque militar para hacer cumplir los intereses del capital estadounidense. El derretimiento del Ártico también trae a la ecuación nuevas rutas comerciales más cortas. Rusia también ha establecido su acceso ventajoso a estas rutas comerciales emergentes, y el Pentágono ya está explorando cómo desarrollar la presencia naval estadounidense en el Ártico. También China tiene proyectos vinculados a la Ruta Polar de la Seda, que acortaría varios días las rutas comerciales hacia EE. UU y Europa desde los puertos chinos.
El imperialismo estadounidense en el Ártico ya viene alimentando la crisis climática. Un informe de 2019 del proyecto Costs of War de la Universidad de Brown encontró que el ejército de los EE. UU. es el mayor contaminador del mundo. Incluso cuando se clasifica entre naciones enteras, el ejército de EE. UU. produce más emisiones de carbono que otros 140 países. Estos números son lo suficientemente extremos sin que los barcos naveguen directamente a través de las capas de hielo polares que se derriten.
Desgraciadamente, la amenaza de la expansión militar estadounidense en el Ártico ha pasado desapercibida. Aunque es difícil vigilar todas las zonas sometidas al imperialismo estadounidense, dado que éste incluye más de 800 bases extranjeras en más de 70 países y territorios, los antiimperialistas deberían hacer mayor hincapié en esta expansión específica, dada la singular amenaza medioambiental que supone.
También es importante hacer más hincapié en el papel estadounidense a la hora de alimentar la crisis climática. Es una suerte que la juventud se haya propuesto tratar la lucha contra el cambio climático como una prioridad absoluta. Sin embargo, el papel del imperialismo se ha dejado en gran medida fuera de la conversación. Estados Unidos admite abiertamente que tiene la intención de ocupar la región del mundo más afectada por el cambio climático. Si alguna vez hubo una oportunidad para conectar la lucha contra el cambio climático con la lucha contra el imperialismo y el capitalismo es esta. |