“El mérito de lo que pasó en el debate es de la gente que vio que esta campaña va de fascismo o democracia”, ha dicho Pablo Iglesias en una entrevista en Público. Los nuevos términos del debate han dado un vuelco formidable de la campaña electoral hacia el 4M, especialmente para Unidas Podemos, que no terminaba de dar en la tecla de su campaña. Pero no sólo la formación liderada por Iglesias ha hecho de la épica “democracia versus fascismo” su nuevo relato. También lo ha adoptado Más Madrid, el PSOE y hasta Ciudadanos. El PP no ha llegado a tanto, pero hasta Pablo Casado ha “rechazado” cualquier amenaza o agresión que están sufriendo los políticos y ha apelado a “salir de la radicalidad”.
El “frente democrático” para frenar al fascismo pretende ir desde Podemos e Izquierda Unida hasta el PP. Y lo del PP no es una exageración polémica. Iglesias asegura en la misma entrevista que Vox “supone una amenaza para la democracia y para nuestra convivencia, y creo que el cordón democrático lo tenemos que tejer los demócratas” y que, para ello, espera “poco del PP porque es evidente lo que están haciendo”. El dato que es que, aunque poco, espera que el partido fundado por el exministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne, actúe como una “derecha democrática”.
Quien va hasta el final en hacer explicita esta estrategia es Xosé Manuel Beiras. En una columna de opinión publicada en El Diario , el histórico dirigente del nacionalismo gallego reivindica, citando a Hobsbawm, las creencias, principios y postulados “racionalistas y humanistas” que conforman una arena común "tanto al capitalismo liberal como al comunismo" (sic), y que, en el siglo XX, “hicieron posible su decisiva alianza contra el fascismo, que los rechazaba”. En plata, la propuesta de Beiras es pergeñar una “alianza de demócratas conservadores, progresistas y revolucionarios”, una “alianza anti-fascista” (sic, sic, sic), para frenar el totalitarismo de Vox. Sólo le faltó el Rey para sumarlo al convite.
Ni es democracia… ni es fascismo
La operación política en curso es una impostura en sus dos polos. No sólo no estamos ante una lucha entre democracia y fascismo… es que ni siquiera son lo uno y lo otro.
Pablo Iglesias y todo el arco político de la izquierda constitucional hacen una reivindicación de la democracia en términos abstractos, es decir, sin reparar en qué clase detenta el poder político. Pero la “democracia” sin adjetivos no existe. Etimológicamente la “democracia” es el “gobierno del pueblo”, pero en una sociedad dividida en clases, dominada por una minoría de explotadores, esta sólo puede existir como un “gobierno de engaño al pueblo”, como una “democracia para los ricos”. La democracia bajo el capitalismo, dirá Lenin, no puede ser más que “estrecha, amputada, falsa, hipócrita, trampa y engaño para los explotados”, y por ello, “la mejor envoltura para la dictadura del capital”. Es decir, el mejor modo en que la burguesía presenta su dominación de clase de una forma más aceptable para las masas trabajadoras y populares. En nuestro caso concreto, la democracia tutelada y para ricos del régimen monárquico español.
¿Y el fascismo? El fascismo es un producto histórico de la época imperialista. Basado fundamentalmente en la pequeñoburguesía arruinada y financiado por las grandes potencias capitalistas, es la forma más violenta y guerrerista que adquiere el imperialismo en la lucha contra su propia decadencia y contra la revolución proletaria. Como dice Trotsky, “El fascismo no es solo un sistema de represión, violencia y terror policíaco. El fascismo es un sistema particular de Estado basado en la extirpación de todos los elementos de la democracia proletaria en la sociedad burguesa. La tarea del fascismo no es solo destruir a la vanguardia comunista, sino también mantener a toda la clase en una situación de atomización forzada”. [1] En este sentido, el fascismo es el ultimo recurso de la burguesía para salvar su poder frente a la rebelión de los explotados.
Vox, como ya hemos definido en otros artículos, es la versión radicalizada del ideario de la derecha post-franquista: fanatismo de ultraderecha con todos sus símbolos, centralismo nacionalista español, una agenda reaccionaria antiderechos contra las mujeres y las personas LGTBI, persecución de la inmigración, deportaciones masivas y soluciones xenófobas contra los refugiados, ilegalización de los partidos independentistas, derogación de la ley de memoria histórica. En este sentido, tiene todo tipo de componentes fascistizantes, pero no es el fascismo. Es un fenómeno populista de extrema derecha dentro de la misma constelación en la que habitan los Trump, Le Pen, Salvini, Orban y Bolsonaro.
Esta precisión, lejos de pretender minusvalorar el peligro que representa el desarrollo de Vox, busca por el contrario no banalizarlo ni sembrar ilusiones en que una posible deriva fascista de Vox se la puede enfrentar desde las instituciones del podrido Régimen del 78 que, en resumen, es lo que se está proponiendo.
La lógica “democracia versus fascismo” fue la piedra angular de la politica de los frentes populares comandada por el estalinismo, que en la década del 30 impidieron la revolución obrera en Europa (¡España!) y permitieron el triunfo del fascismo, y que luego continuó bajo la forma de la colaboración en el campo “democrático” imperialista de los aliados durante la segunda guerra mundial (el espíritu que propone recuperar Beiras).
Las lecciones revolucionarias de la lucha de clases del siglo XX nos enseñan que la burguesía está dispuesta a utilizar todas las vías posibles para sostener su poder cuando este se ve amenazado, desde los frentes populares (para engañar, pacificar y subordinar a la clase obrera como aliada de la burguesía), hasta la solución del fascismo (como método de guerra civil contra la clase trabajadora y los derechos democráticos).
El conjunto de la burguesía del Estado español no ve un peligro inmediato de revolución social que amenace las bases de su Régimen. Por ello sigue optando por gobernar mediante sus partidos e instituciones “democráticas”, en las cuales Vox también tiene lugar. Pero, al mismo tiempo, la burguesía es consciente de que las cosas están muy frágiles. Por ello es mejor si se revitalizan un poco las achacosas instituciones del Régimen del 78.
Por ello, el renovado frentepopulismo que nutre la campaña electoral madrileña va mucho más allá del 4M. En medio de la profunda crisis social y sanitaria que sufren las mayorías sociales, ante la cual el Gobierno “más progresista de la historia” no ha hecho más que defender los intereses de los grandes capitalistas, la campaña del “frente antifascista” desde Vallecas hasta la Zarzuela es una operación politica preventiva. Un blanqueo olímpico del régimen capitalista español, con sus millonarios del IBEX35, sus partidos “democráticos” y, por supuesto, su monarquía constitucional.
Blanqueando el Régimen de los ricos y borbones: tres argumentos
1) La polarización “fascismo o democracia” blanquea el racismo institucional y la represión de quienes supuestamente están del “campo democrático”. La disyuntiva planteada por este renovado frentepopulismo permite blanquear a actores políticos fundamentales del Régimen del 78 como el PSOE. Partido que se niega a derogar leyes represivas como la Ley Mordaza o la ley de Extranjería que supone una sistematización del racismo por parte del Estado Español. Hablar del riesgo de las políticas xenófobas de Vox al mismo tiempo que se gobierna con quien se niega a cerrar los CIES o tiene a inmigrantes en verdaderos campos de concentración en Canarias, es hipócrita. Hablar de defensa de la “democracia” de la mano del PSOE, que manda la policía a reprimir a la juventud o que apoya el encarcelamiento a los políticos catalanes y raperos, es una completa hipocresía.
2) La disyuntiva “fascismo o democracia” blanquea también a los poderes reales del capitalismo español. La polarización entre una “democracia” en abstracto y un enemigo común identificado en Vox como “el fascismo”, permite al bloque del PSOE y Unidas Podemos lavar la cara a los verdaderos actores del régimen capitalista: los grandes empresarios, las fuerzas represivas, instituciones reaccionarias como la judicatura y la audiencia nacional, la monarquía, el centralismo español. Quienes realmente tienen las palancas de control del poder estatal se presentan como “del lado bueno de la historia”, pero son los mismos que no dudarán en echar mano del fascismo para detener al movimiento obrero si es necesario.
3. Del 15M y la lucha contra “la casta”, al “frente antifascista” con el PSOE. La integración en el Régimen por parte de Unidas Podemos queda más patente si cabe -considerando que son parte del Gobierno- en la campaña electoral madrileña. Los autoproclamados “herederos” del 15M hace tiempo que han abandonado cualquier pretensión de derrotar a los pilares políticos y económicos del régimen monárquico español. Pero esta deriva conservadora da una nueva vuelta de tuerca. No bastaba con formar parte de un Gobierno social liberal con el PSOE. Ahora se propone incluso un “frente antifascista” con el partido de la “cal viva”, los GAL, la defensa a ultranza de la monarquía y el impulso de las contrarreformas neoliberales contra la clase trabajadora de los últimos 40 años, que justamente son el caldo de cultivo en el que crecen las nuevas derechas radicales.
El peligro “fascista” y la trampa del “mal menor”
La agitación del fantasma del “fascismo” es funcional a una estrategia frente populista en la que se blanquea el Régimen y se subordina los intereses de la clase trabajadora a los del IBEX. Pero si estuviésemos realmente ante el ascenso un movimiento fascista organizado que buscase aniquilar al movimiento obrero e imponer una agenda reaccionaria sobre la que solucionar la crisis de régimen, ¿acaso se los detendría llamando a confiar en las instituciones de la democracia capitalista?, ¿o incluso llamando ilegalizar a la extrema derecha fortaleciendo el aparato punitivo del estado?
Este enfoque deja al desnudo que no se está planteando seriamente la lucha contra el fascismo, sino haciendo uso de un ardid electoral. Porque si los líderes de Unidas Podemos o Más Madrid pensaran que de verdad existe un riesgo inmediato de ascenso del fascismo y fuesen consecuentes con ello, deberían entonces llamar al frente único de todas las organizaciones obreras y el impulso organismos de autoorganización y autodefensa de masas que preparan el combate contra los fascistas y la huelga general para derrotar a quienes los sustentan, los grandes capitalistas. Pero no. Nada de eso, ni por asomo. Porque el relato “democracia o fascismo” es una impostura. Los neorreformistas solo utilizan la retórica del “frente antifascista” para dar justificación a la formación de un posible gobierno de Gabilondo, y en el caso de Unidas Podemos, para tratar de salvar a su formación política de un declive sin solución. Y de paso, desarman a la clase trabajadora frente al crecimiento real de la extrema derecha.
Porque una de las consecuencias más perniciosas de la trampa del “mal menor” es justamente la desmovilización de la clase trabajadora y los movimientos sociales, para lo cual los neorreformistas cuentan con la colaboración inestimable de las burocracias sindicales de todo pelaje. Todo lo que hacen Unidas Podemos y Más Madrid apunta en ese sentido: sembrar esperanzas en que resolverán las cosas “desde arriba”, desde gobiernos “progresistas” junto al PSOE, y hasta junto a Ciudadanos si hace falta. “Por abajo”, solo hay que esperar y votarlos cuando corresponde. Pero después lo que viene son más políticas neoliberales, porque no había relación de ferzas para . Así lo hemos visto con los llamados “ayuntamientos del cambio” y así lo estamos viendo con el Gobierno PSOE-UP.
Votar a la izquierda del régimen este 4M no es alternativa para enfrentar a la derecha y la extrema derecha. Hace falta superar el experimento fallido del neorreformismo ensayando una hipótesis alternativa: construir una izquierda anticapitalista y revolucionaria, cuyo centro de gravedad sea la lucha de clases, no ocupar espacios en las instituciones de esta democracia para ricos. No es una tarea fácil, pero la premisa para avanzar en este camino es volver a confiar en nuestras propias fuerzas.
* Agradezco los aportes y sugerencias de Josefina Martínez y Roberto Bordón en la redacción de este artículo. |