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2 de mayo de 2021 Twitter Faceboock

Lesa humanidad
Causa Subzona 15 II: declararon Miguel Bonasso y familiares de Raquel Negro y Tulio Valenzuela
Marcelo Roldán | Hijo de desaparecido - CeProDH Mar del Plata
Sofía Talbot Wright | CeProDH Mar del Plata

El lunes 26, testigos reconstruyeron la historia y el secuestro de “María” y “Tucho”, ocurrido en la ciudad de Mar del Plata, en enero de 1978. La operación fue conducida por Galtieri, aprobada por Videla y el Ejército marplatense tuvo su participación en dar área libre para operar.

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El pasado lunes 26, a través de la plataforma Zoom, declararon como testigos familiares de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Lo hizo también el periodista y ex-legislador Miguel Bonasso. Reconstruyeron la historia y el secuestro de “María” y “Tucho”, como se los llamaba en la agrupación Montoneros, ocurrido en la ciudad de Mar del Plata en enero de 1978.

La causa que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mar del Plata, a cargo de los jueces María Claudia Morgese Martin, Héctor Sagretti y Fernando Machado Pelloni, que se encuentra en su segundo tramo, investiga los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en el ámbito de la Subzona Militar 15 (General Lavalle, Madariaga, Mar Chiquita, Balcarce, Alvarado, General Pueyrredón, Lobería, Necochea y San Cayetano) y busca desentramar el funcionamiento del Centro de operaciones de inteligencia de la Subzona. Donde la mayoría de los siete acusados se desempeñó en las planas mayores del GADA 601 o GADA 602.

A lo largo de las cinco horas declararon Sabrina Guillino Valenzuela Negro, Jorge Negro, Silvina Palau de Negro y Matías Espinosa Valenzuela; también testificó Miguel Bonasso. A través de los diferentes testimonios se reconstruyó la historia de Tulio “Tucho” Valenzuela y Raquel “María” Negro -embarazada de mellizos para ese momento- quienes fueron secuestrados, junto al hijo de la mujer, de un año y medio, en enero de 1978, en las inmediaciones de la emblemática Tienda Los Gallegos. Siendo objeto de esta causa el secuestro y la posible zona liberada en coordinación con GADA 601 de Mar del Plata, para la operación diseñada desde Rosario por el entonces Jefe del Cuerpo II del Ejercito Leopoldo Galtieri.

El caso de la pareja, y la apropiación de su hija e hijos mellizos, tienen sus responsables penales en la Justicia federal de Rosario y Paraná.

Raquel Negro, luego de estar detenida en la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario fue llevada a parir al Hospital Militar de Paraná en Entre Ríos, donde dio a luz a sus hijos mellizos en los primeros días de marzo de 1978. La niña fue adoptada luego de ser dejada en la puerta del Hogar del Huérfano con un mes de vida y logró recuperar su identidad en 2008. El niño continua siendo buscado y forma parte de los 400 jóvenes que aun no recuperaron su identidad.

En la audiencia del pasado lunes, Sabrina Gullino Valenzuela Negro, esa niña que nació en la clandestinidad, hoy, comunicadora social, docente universitaria, militante de HIJOS en Rosario y Paraná, fue la primera en declarar. Relató quiénes fueron sus padres, su conocimiento sobre el día del secuestro y los motivos, cerrando su testimonio con una transcripción de un casete que grabó su mamá unos meses antes de su secuestro y desaparición, en agosto de 1977, y trasmitió el mensaje de que “la lucha continúa y al melli lo vamos a encontrar”.

Luego le siguieron Jorge Negro -hermano de Raquel- quien se encontraba conmovido y resaltó la lucha de sus padres y su mujer Silvina Palau de Negro, quien también brindo un relató cargado de emoción. Ambos dejaron constancia de lo vivido en aquellos años, las consecuencias, el desarraigo, el exilio interno y que la búsqueda del hermano mellizo es algo que no culmina.

En otra tramo prestó su testimonio Matías Espinosa Valenzuela -hijo de Tulio Valenzuela- quien expresó su deseo de justicia, sin embargo también expresó que era muy difícil dimensionar “Cuando pensamos cuánto perdimos”, “cuanto nos robaron”, hizo mención a que es muy difícil calcular esa falta, “nos han arrebatado demasiado”.

La reconstrucción de los hechos a partir del testimonio de Bonasso

En último lugar brindó su testimonio Miguel Bonasso quien realizó una reconstrucción no solo del secuestro ocurrido en la ciudad de Mar del Plata, sino de todo su entramado y los verdaderos motivos de su envío al exterior por parte de los represores, a partir de los diálogos mantenidos con “Tucho” Valenzuela en México cuando él se desempeñaba como secretario de prensa de Montoneros.

Tulio y Raquel viajaron a Mar del Plata con el objetivo de mantener una cita cada uno. Habían sido pautadas de antemano. Eran las cinco de la tarde del 2 de enero de 1978: plena temporada marplatense en las concurridas calles céntricas de la ciudad. Tulio estaba en la puerta de la tienda "Los Gallegos" con Sebastián, el hijo de Raquel, en brazos. Valenzuela supo que la cita había sido cantada y y que quienes los estaban intentando detener eran “los genocidas operativos del II Cuerpo del Ejército”, como los definió Bonasso, que habían concurrido especialmente a realizar el operativo.

Según los relatos, la víctima resistió todo lo que pudo, lo que despertó la atención de las personas que pasaban por ahí. Cuando un policía quiso intervenir, lo retiraron de allí. Le mostraron una credencial del Ejército y le dijeron que se fuera del lugar porque tenían “área libre para operar”, según lo que el propio Tulio le contó en una larga conversación a Bonasso, con quien se encontró en México unos 15 días después. Lo golpearon en la cabeza y lo subieron a un auto. El niño fue llevado en otro vehículo.

A unas cuadras de allí, en la intersección de la Avenida Luro y la calle Catamarca, Raquel, quien se encontraba con un embarazo avanzado de mellizos, también fue secuestrada.

La pareja y el niño fueron subidos a un camión con dirección al centro clandestino de detención que se conoció como la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario. Allí estaba secuestrado también un compañero de militancia, Jaime Dri, llevado a modo de “préstamo” desde la ESMA -donde se encontraba cautivo-, quien tiempo después contó que la detención de Valenzuela estuvo planificada desde ese centro clandestino.

En este lugar se buscaba “quebrar” a las detenidas y los detenidos para que presten colaboración con los militares y se infiltren dentro de la organización revolucionaria a la que pertenecían.

Este mismo fue el propósito que llevó a Galtieri, por orden de Jorge Videla, a diseñar el secuestro de Valenzuela. En en una entrevista en persona, el mismo Galtieri, le dijo que debía viajar a México, en lo que se conoció luego como Operación México y pautar, a través de Bonasso, entonces secretario de Prensa de la organización, un encuentro con la cúpula de Montoneros, de esta manera, los militares que viajaban infiltrados junto a él, podrían secuestrar o asesinar a sus dirigentes.

“Yo sé que si vos vas y no vendés a tus compañeros, a mí me van a matar. Pero si vos vas y vendés a tus compañeros, no vengas más”, le habría dicho Raquel Negro a Valenzuela, aún sabiendo que representaría para ambos una sentencia de muerte, según declaró el periodista.

Bonasso reconstruyó que Valenzuela le hizo creer a los militares que cumpliría con todo lo pedido, e incluso negoció que el hijo de Raquel, “el Quinqui”, fuera llevado a casa de su abuela materna en Rosario. Ya en México Valenzuela se entrevistó con Bonasso, quien recapituló esta historia en el libro “Recuerdo de la Muerte”.

“Vino a decirme que necesitaba verse con la conducción nacional de Montoneros”, relató Bonasso. Agregó que tiempo después recibió dos cintas con la voz de los dirigentes Roberto Perdía y Horacio Mendizábal, donde explicaban cuál era el plan y que efectivamente Valenzuela, simulando estar “quebrado”, trabajar para los militares, había viajado con miembros del Ejército y ex compañeros que habían accedido a colaborar con los militares en esa causa, entre ellos “El Nacho”, Carlos Laluf. Esto se conoció como Operación México, donde los militares genocidas pretendieron infiltrar a Valenzuela y a Laluf en la conducción de Montoneros que se encontraba exiliada en ese país. Como garantía de que Valenzuela no se fugaría, mantiene como rehenes a su mujer y su hijo.

Los casetes también daban instrucciones para hacer público el operativo a nivel nacional e internacional. “Era un verdadero escándalo que la dictadura militar argentina, en vísperas del Mundial del 78, decidiera operar clandestinamente violando la soberanía de México, con la intención de secuestrar y asesinar”, relató Bonasso, quien entonces -explicó- organizó una conferencia de prensa con cuatro periodistas de confianza, con el acuerdo de Valenzuela.

Bonasso recordó en su testimonio que en la conferencia de prensa, Valenzuela dio un número de teléfono de la Quinta de Funes y periodistas del diario Uno más Uno se comunicaron, lo cual llevó al levantamiento del centro clandestino y traslado de los detenidos y detenidas, entre ellas, Raquel Negro. Luego de un paso por los centros clandestinos Escuela Magnasco y “La Intermedia”, la mujer fue llevada a parir al Hospital Militar de Paraná, en Entre Ríos, donde dio a luz a sus hijos mellizos. Hoy continúa desaparecida.

A partir de lo relatado por Bonasso queda en claro la forma de trabajo coordinada de las distintas fuerzas, su inteligencia y la infiltración. La importancia de esta operación pone en evidencia que la misma no podía desconocerse por ningún sector político del país, fue conducida por Galtieri, aprobada por Videla y el ejercito de Mar del Plata tuvo su participación en dar área libre para operar.

Pero los relatos de Bonasso también llevan a la reflexión sobre la convicción de esa generación de los ’70, una generación que tuvo una voluntad admirable de enfrentarse a un sistema aberrante por sus ideales, a pesar de perderlo todo, no solo la propia vida, sino la de quienes amaban. Más allá de no compartir estrategia política y métodos.

A 45 años es inadmisible que aún se tengan que seguir buscando a si mismos los niños apropiados que hoy son hombres y mujeres. Cuando con la apertura de todos los archivos de la dictadura, el Estado podría proporcionar los nombres de los apropiadores, para que el melli como tantos otros recuperen su verdadera identidad.

 
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