En una elección que se ha nacionalizado y polarizado como nunca, con un porcentaje de participación récord en el marco de la pandemia, Isabel Díaz Ayuso del Partido Popular ha resultado ganadora con el 44.48 % de los votos y 65 escaños.
Con ese resultado la actual presidenta de la Comunidad puede formar Gobierno sin necesitar ni siquiera el apoyo externo de Vox, que pasó de 12 asientos que cosechó en 2019 a 13 asientos en esta elección. Aunque entre ambos superan ampliamente los 69 diputados necesarios para alcanzar la mayoría absoluta (69 asientos de 136 de la Asamblea de Madrid).
El bloque de la izquierda institucional se queda otra vez en la oposición. El PSOE tiene un duro retroceso y cae de 37 asientos a 24. Más Madrid, cuya candidata Mónica García fue una “revelación”, hace una gran elección superando en votos al PSOE y pasando de 20 a 24, mientras que Unidas Podemos pasa de 7 a 10 escaños, pero quedando en último lugar y muy lejos de las expectativas de Pablo Iglesias, motivo por el cual Pablo Iglesias ha anunciado que se retira de la política. Ciudadanos apenas llega al 3,3 % y se queda fuera de la asamblea al no superar el umbral del 5%.
Una campaña polarizada que fortaleció a la derecha trumpista
La arriesgada operación política de Isabel Díaz Ayuso, que hizo estallar el anterior ejecutivo y precipitó elecciones anticipadas ha resultado una clara victoria: duplicó sus escaños, liquidó a Ciudadanos y podrá gobernar en solitario con el apoyo de Vox, pero sin atarse a la extrema derecha.
Ayuso encaró una campaña polarizando con el lema “socialismo o libertad” que poco después se convertiría en “comunismo o libertad”. Un relato que Pablo Iglesias, tras haber recibido amenazas junto a otros ministros del Gobierno nacional, intentó transformar en una batalla entre “democracia o fascismo”. Algo que logró instalar bastante como discurso, pero no le alcanzó para superar al bloque de la derecha.
La formación de un nuevo Gobierno en solitario, con el apoyo de la extrema derecha -incluso valdría con su abstención- sin integrar el gobierno, le permitirá a Diaz Ayuso moderar un poco la polarización que se vivió durante la campaña. A esto pareció apuntar Pablo Casado, hablando de “convivencia”.
Aunque hasta ahora buena parte del éxito del tándem Ayuso-Casado ha sido justamente fomentar la polarización en clave trumpista para no perder terreno con Vox. Y previsiblemente esta dinámica continuará, porque Vox a pesar de no haber avanzado mucho respecto a 2019, es cada vez más un factor actuante en la politica madrileña y a nivel estatal.
En el caso de la derecha “cool” de Ciudadanos es el gran perdedor de la jornada. No supera el umbral del 5% de los votos, el mínimo para entrar en la Cámara. En sólo 54 días, Ciudadanos pasó de estar en el Gobierno regional a quedarse sin representación. El partido de Edmundo Bal, al que no lo votó ni su hijo, se hunde perdiendo nada menos que 26 parlamentarios que había obtenido en los comicios de 2019.
La izquierda del régimen cosecha lo sembrado
La participación electoral ha sido extraordinariamente alta, más aun considerando que estamos todavía en medio de la pandemia. Un 80,73% de la población con derecho a voto a acudido a un colegio electoral, o que representa 16,46 puntos porcentuales más que en las elecciones de 2019 y 10,37 más que en 1995. Pero este dato histórico no alcanzó para que el voto “progresista” superara a la movilización del voto de la derecha. Tampoco bastó apelar al relato de la lucha entre “democracia y fascismo”. La suma de los votos del PSOE, Más Madrid y Podemos se ubican 13 puntos por debajo de la suma del PP, Vox y Ciudadanos. Este resultado es la consecuencia de una izquierda del régimen que ha prometido mucho, pero ha hecho poco y nada.
El PSOE, con su peor resultado histórico en Madrid, es aparentemente quien más ha pagado su papel en el Gobierno de España, quedando igualado en Madrid con el partido de Mónica García e Iñigo Errejón.
En el caso de Podemos, el balance es pésimo. La participación de Pablo Iglesias, uno de los protagonistas indiscutidos de la campaña tras su sorpresiva renuncia a su cargo de vicepresidente para postularse como candidato en Madrid, permitió evitar el completo hundimiento que vaticinaban los sondeos previos a la “operación coletas”. Pero para una formación que viene en franco retroceso y cuya participación en el Gobierno social liberal con el PSOE solo ha dejado un reguero de renunciamientos, obtener el 7,30 % de los votos y solo 10 escaños en Madrid, a ni siquiera puede considerarse “salvar los muebles”.
Pablo Iglesias (porque Unidas Podemos casi no existió como tal con una IU semi liquidada en la capital) no superó a Vox en su propio terreno y ni siquiera se acercó mucho a sus competidores en el campo neorreformista, Más Madrid. Como líder de una fuerza minoritaria en la Cámara madrileña, con un poder reducido al extremo dentro del Parlamento y sin influencia en el Gobierno, el futuro político del líder de Podemos quedaba muy comprometido, pero no liquidado. Pero insólitamente el líder de la formación morada ha tomado la decisión de abandonar la política, aportando a la desmoralización tras el triunfo de la derecha
La notable elección de Mónica García, que siendo bastante desconocida obtuvo un mejor resultado que Íñigo Errejón en 2019, muestra por su parte las posibilidades del errejonismo de ocupar a escala madrileña el espacio que deja la crisis de Unidad Podemos en clave transversal, e incluso le permite superar al PSOE. Aunque esto difícilmente sea traducible a la arena política nacional.
La urgencia de construir una alternativa de izquierda anticapitalista y de clase
La izquierda institucional no ha tomado desde el Gobierno central ninguna medida favorable a la clase trabajadora y los sectores populares, empezando por derogar la reforma laboral, la ley mordaza y la ley de extranjería, imponer impuestos progresivos a las grandes fortunas y expropiar las viviendas vacías. Eso es lo que explica que la derecha haya arrasado en Madrid, incluso en barrios obreros tradicionalmente de izquierdas a pesar de la gran movilización electoral.
La crisis de la izquierda del régimen y el fracaso del malmenorismo -cuya metáfora más miserable es el retiro de Pablo Iglesias-, frente a una derecha y extrema derecha envalentonadas con un discurso trumpista radical, plantea la urgencia no sólo de hacer un balance profundo del ciclo neorreformista que fue del 15M al Palacio de la Moncloa para no cambiar nada, sino fundamentalmente de construir una alternativa politica revolucionaria, anticapitalista y de clase que no solo enfrente a la derecha trumpista, la extrema derecha, sino al conjunto de los partidos del régimen.
La imperiosa necesidad de poner en pie una izquierda anticapitalista y revolucionaria, cuyo centro de gravedad sea la lucha de clases, no ocupar espacios en las instituciones de esta democracia para ricos, es la gran lección del 4M. Y la gran tarea del momento. |