3 de mayo del 2006, Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del Estado de México, orquestó uno de sus actos más odiados por su brutal violencia: la represión de los pobladores de San Salvador Atenco. La causa fue una venganza contra la lucha de quienes se oponían a la construcción del Aeropuerto Internacional en el 2002.
La represión, acompañada de disparos, golpes, gases, abusos sexuales, provocó el encarcelamiento del dirigente Ignacio del Valle Medina, además de un muerto: Francisco Javier Cortés Santiago, de apenas 14 años, quien falleció porque lo alcanzó una bala proveniente de las armas de los policías.
No satisfechos, la policía se encargó de continuar con la represión toda la madrugada del 4 de mayo. Miles de elementos policiacos arribaron al poblado. Las mujeres fueron uno de los principales objetivos de tortura por parte de las fuerzas del Estado. Agresiones que, hasta la fecha, siguen sin ser esclarecidas.
Los responsables, tanto materiales como intelectuales, están impunes. Además, esa misma madrugada hirieron a Ollín Alexis Benhumea Ramírez, estudiante de la UNAM que, después de 34 días, falleció por el impacto de una bomba de gas lacrimógeno.
El caso de Atenco es el claro ejemplo de lo que lo que las Fuerzas represivas, actuando como el perro fiel del Estado capitalista, puede llegar a cometer con tanto cinismo e impunidad.
El Aeropuerto tenía como objetivo velar por las ganancias de los empresarios y, como todos los megaproyectos del país, prometía “nuevos empleos”, “mejores condiciones de vida”, “mayor infraestructura”. Pero la verdad es que son proyectos que lucran con el trabajo explotado de miles de trabajadores, con sueldos miserables, así como está pasando en “La Torre mítica”, donde los albañiles sobreviven con $700 pesos a la semana. Esto sin hacer de lado el ecocidio que implica la construcción de un coloso de este calibre.
Mientras el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) sigue exigiendo justicia, Enrique Peña Nieto, el principal responsable de los sucesos ocurridos en Atenco, se da una vida de lujos costeada por la clase proletaria de México.
La represión de Atenco no debe olvidarse como lo que fue: una de las peores reprimendas del Estado de los últimos años. A quince años seguimos exigiendo el castigo a los responsables. Basta de megaproyectos de muerte, despojo y depredación capitalista. |