Editorial |
Guzmán, los subsidios y los ricos
|
|
|
La crisis eléctrica que atraviesa a la coalición oficial y el destino de los subsidios. El debate en la superficie y la cuestión de fondo. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que ese emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9. |
Link: https://www.laizquierdadiario.com/Guzman-los-subsidios-y-los-ricos
|
La discusión interna o la tensión que atraviesa a la coalición oficial por el tema de las tarifas de los servicios públicos puede leerse de distintas maneras. Se discute desde diferentes puntos de vista y con múltiples cifras, cálculos, porcentajes, menos uno. Pero, vayamos por partes.
Los voceros del Frente de Todos dicen que existe un sector más ajustador y otro que quiere frenar el ajuste. Un ajuste que, hay que decirlo, llevaron adelante todos (y todas) en este tiempo: los que mandaron los proyectos desde el Ejecutivo y los que se lo votaron en el Congreso. El ministro de Economía, Martín Guzmán, sería el más amarrete que quiere aumentar las tarifas para reducir el gasto, mientras que el kirchnerismo más “duro” (en este caso, representado por el renunciado que no fue: Federico Basualdo —subsecretario de Energía eléctrica—) propondría aumentar el gasto y sostener los subsidios para no subir las tarifas.
El viernes pasado, desde el Museo del Bicentenario, el ministro Guzmán dijo: “Tenemos que ser autocríticos. Los subsidios energéticos son pro-ricos en un país con un 57 % de pobreza infantil. Estamos gastando subsidios de luz y de gas en un sector que no es prioritario, en barrios donde vive gente de altos ingresos”.
Estoy de acuerdo, es verdad, el sistema es pro-ricos, pero no por las mismas razones que plantea Guzmán: es pro-ricos porque se discute a cielo abierto con los números o los porcentajes de todo el mundo, menos con los números de los ricos.
En primer lugar, hay un aspecto que queda oculto en el debate sobre la “segmentación” para el aumento de las tarifas. Queda disimulada una función, digamos, “objetiva” que cumplen los subsidios para sostener una ecuación general: el congelamiento o la contención de las tarifas impacta en el valor de la fuerza de trabajo (es decir en el salario), en lo que necesita una familia para llegar a fin de mes. Los servicios públicos más caros implicarían una presión a la suba de salarios. Mantener las tarifas sin aumento implica un “subsidio indirecto” a las ganancias de todo el resto de los empresarios que operan la economía local. Obviamente, que pagan menos las familias, pero también opera de esta manera, no es filantropía o una “donación” a los pobres.
En segundo lugar, también hay una trampa en los argumentos que se escuchan permanentemente sobre la segmentación porque entre quienes están subsidiados, como dicen, en Puerto Madero o climatizan las piletas en Nordelta y quienes se benefician de una tarifa social en Florencio Varela o en González Catán, hay una amplia gama de sectores sociales que van desde clases medias tradicionales (hoy empobrecidas), las llamadas “clases medias trabajadoras” (más golpeadas) y directamente los trabajadores que logran algún ingreso mejor (hoy deteriorado). O sea, quiero decir, se “naturaliza” que es discutible o analizable quienes pueden pagar, aguantar tarifazos en estos sectores, mientras algunos quedan afuera de este análisis.
En tercer lugar, se discute desde el punto de vista del Presupuesto: si el Presupuesto “se aguanta” destinar un 1.7 o un 2% a subsidios para los servicios públicos, si tiene que bajar o si se puede mantener. Todo esto, mientras otros ítems, como por ejemplo, el destinado al pago de la deuda odiosa son “indiscutibles” o “incuestionables”. Pero también acá, el debate es cielo abierto, con los números en boca de todos y sobre los que todos opinan.
Entonces, se mide milimétricamente cuánto impactarían los aumentos en los salarios, en los ingresos de las familias, en los números del Presupuesto; cuán “soportable” es el ajuste, quienes “podrían” y quienes no “podrían” pagar más o menos. Y este debate se centra en la mayoría de la sociedad y deja afuera a los actores más importantes: los números y las capacidades de las ganancias empresarias.
Hablamos de Edesur, donde unos de los accionistas es Nicolás Caputo, el amigo del alma de Mauricio Macri y de Edenor, que pasó de manos de Pampa Energía (de Marcelo Mindlin, amigo de todos los gobiernos) a estar bajo control del grupo Vila-Manzano. Hablamos de pulpos como Tecpetrol (de la familia de Paolo Rocca), Pan American Energy (Bulgheroni y otros) etc.
Veamos algunos datos que no están en la discusión pública: Pampa Energía de Mindlin, devenido en “ejemplo” de empresario que invierte “se queda” en el país, según las palabras del presidente Alberto Fernández. Es la principal empresa energética privada del país e interviene en todas las etapas productivas. Dueña de Transportadora de Gas del Sur, una de las principales empresas del rubro y exdueña de Edenor y otras empresas. Bueno: en 2018 ganó U$S 384,5 millones.
Nicolás Caputo, también hermano de la vida de Mauricio Macri, con participación accionaria en la Sociedad Argentina de Energía S.A. (Sadesa), que dirige la empresa Central Puerto, el principal generador de energía eléctrica, con acciones en Edesur: de 2016 a 2018 sus ganancias en dólares aumentaron un 403 %.
Globalmente: las ganancias de las principales empresas que participan de la generación, distribución y servicios a domicilios o industrias, sumaron U$S 3.525 millones entre 2016 y 2018. Esto significa que ganaron U$S 3,2 millones por cada día de gobierno macrista. Esto es lógico porque los aumentos, ahora “normalizados” o naturalizados rondaron el 1500 o 2000 %.
Bueno, la discusión no se plantea desde esta perspectiva, con estos números sobre la mesa, no se problematiza cuánto pueden aguantar ajustarse las ganancias.
Entonces, Guzmán tiene razón: el sistema es “pro-ricos” porque se debate con los empobrecidos ingresos de las mayorías y no con las abultadas ganancias de los ricos.
|
|
|
|