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La Izquierda Diario
23 de septiembre de 2014 Twitter Faceboock

A propósito de Viajes, de Beatriz Sarlo
Un viaje tradicional con escalas atípicas
Ariane Díaz | @arianediaztwt

En nuevo libro de Beatriz Sarlo reúne una serie de reflexiones sobre viajes realizados a mediados de la década de 1960, aunque el marco teórico con el que pretende hilvanárselos es tan amplio que permite incluir otras coordenadas temporales y geográficas.

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Viajes es una suma de relatos de viajes realizados a mediados de la década de 1960 centralmente, por territorios latinoamericanos que una joven Sarlo creía por ese entonces cargados de energías revolucionarias, idea que ya no sostiene, como se encargó de aclarar en todas las entrevistas realizadas a propósito del libro.
Los viajes de juventud, también incluyen la reconstrucción de viajes de la infancia al interior del país, van desde la Puna –en busca de una iglesia abandonada–, la Amazonia –donde son alojados por una comunidad jíbara–, la Brasilia modernista recién estrenada y la Bolivia convulsionada post revolución del ’52 –donde “brillaba el trotskismo”, corriente que hoy, según sus declaraciones, le resulta tan desconocidacomo los jíbaros en ese entonces, a pesar del peso de esa tradición en el país–.

El hilo que une los relatos es la noción de “salto de programa”, una experiencia que “asalta de modo inesperado”, un “shock que desordena lo previsible”. El libro, muestra “en acto de esa teoría”, pretende así apartarse del turismo tanto como del exotismo. Pero el concepto, bastante pobre a pesar del vocabulario a la Benjamin y otras referencias que muestran su abultada biblioteca, es tan amplio que el salto podría ser cualquier anécdota ocurrida mientras se viaja: desde el saludo de un loco hasta el reconocimiento de un castellano en desuso. Más que “teoría”, parece ser la excusa para aprovechar una oportunidad editorial de sacar un libro –acompaña la edición una serie de fotos en una página web que bien podría tomarse como la de una empresa de turismo: sarloviajes–, y en ello agregar un viaje contemporáneo a Malvinas que le permite repetir un posicionamiento opositor al relato gubernamental –un recurso que entrevistadores y reseñistas, que la presentaron como “la intelectual opositora más importante”, saben taquillero–.

El relato de la visita a Malvinas repite los atendibles argumentos sobre los objetivos que la dictadura buscaba y la denuncia del patrioterismo, pero evita una vez más profundizar la discusión política sobre las implicancias de una derrota que implicó nuevos lazos de sometimiento del país al imperialismo y el espaldarazo que dio a Thatcher para la consolidación del neoliberalismo a nivel internacional. Discutir el nacionalismo hueco de la clase dominante argentina es necesario, pero sólo puede hacerse desarmando la amalgama de objetivos, de sufrimientos y consecuencias supuestamente compartidos, que ésta pretende hacer identificando sus intereses con los de la nación. A ese problema Sarlo sólo logra oponerle, desde la vuelta de la democracia, un modelo “republicano” con ciertos elementos de Estado de bienestar. En el ambiente políticamente ordenado de las islas Sarlo parece encontrar trazas de ese republicanismo europeo que admira y del que Latinoamérica, siempre propensa al populismo, carecería.

Las referencias al pie muestran también la aspiración europea: las complejas referencias teóricas y culturales a autores, museos y teóricos del viejo mundo no requieren ni análisis ni explicación, porque los lectores se suponen versados en ellos; sí encontraremos largas notas sobre clima y relieve de la Puna, la comida en Bolivia o la arquitectura de Brasilia.

El libro parecería el anverso de la constante temática del viaje a Europa del intelectual argentino que Viñas describía en De Sarmiento a Cortázar: la fantasía de despegarse de la “tosca particularidad” del país para “universalizarse”. Sin embargo, bien podría incluirse en la descripción que Viñas daba de los viajeros martinfierristas, “enternecidos con su propia juventud”. En estos viajes, Sarlo se las arregla para viajar a Europa, mostrando que pudo cumplir con el destino de toda una tradición del intelectual nacional, aunque con escalas atípicas.

 
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