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18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Entrevista / Balance del chavismo y la izquierda
“Precisamente porque luchamos por la revolución socialista, es que nunca nos incorporamos al chavismo”
La Izquierda Diario Venezuela | @LaIzqDiario_VE

La semana pasada publicamos la primera parte de la entrevista realizada a Ángel Arias, a propósito de la serie audiovisual que realizamos a finales del año pasado, “Elementos para un balance del chavismo, desde el marxismo de Trotsky”. Aquí la segunda y última parte, donde se continúa revisando los elementos “contradictorios” del proyecto de Chávez y su relación el movimiento obrero y la izquierda. Se cierra con la perspectiva de abrir la discusión para un reagrupamiento de la izquierda anticapitalista en el país.

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Es parte de lo “contradictorio” del nacionalismo burgués o bonapartismo sui generis ubicado a izquierda, que al tiempo que contiene esos elementos que algunos señalan como “progresivos”, contiene también esta otra parte.

Sí, lo que decimos en el video: “Este bonapartismo se apoya en la movilización de las masas contra las amenazas imperialistas y los ataques de los sectores más regresivos de la clase dominante local, pero al mismo tiempo las controla, les impone límites, busca subordinarlas a la disciplina del Estado burgués y, en especial, subordinarlas a la autoridad del líder bonapartista (…) Así el mismo Estado que decretaba aumentos de salarios, [que] otorgaba la inamovilidad laboral, que ponía algunos límites al despotismo del capital privado, que movilizaba a los trabajadores para resistir al imperialismo, al mismo tiempo se armaba legalmente para criminalizar y frenar las luchas que por su propia cuenta diera la clase trabajadora”.

Y con los sindicatos lo mismo. Chávez estaba totalmente en contra de sindicatos independientes del Estado, quería sindicatos subordinados al partido de gobierno, y lo dijo abiertamente, como lo citamos ampliamente en la serie. Por eso avanzó en un proceso de estatización progresiva lo más que pudo de las organizaciones sindicales, y las que no pudo controlar las combatió o las dividió (como pasó con la UNT). Esa excrecencia que es la burocracia sindical del PSUV, la CSBT, traidora de la clase obrera y nefasta, ¡eso no viene de ahora con Maduro!, esa burocracia se fue desarrollando con las políticas de Chávez, y es la expresión más cruda de lo que quería: un movimiento sindical gobiernero, afín a las políticas del PSUV en el gobierno.

Claro, los Wills Rangel, Francisco Torrealba, Carlos López y demás similares, no llegaron a esos lugares en contra de las políticas de Chávez hacia el movimiento obrero, sino al contrario, como parte de las políticas de este.

Totalmente. Como no pudo controlar a su antojo la UNT, siendo incluso que era la central sindical progobierno que él mismo había impulsado desde el Estado, la dividió y aupó más el desarrollo de toda esa burocracia sindical de la FBT, después convertida en la CSBT, amparada en los favores y privilegios del gobierno. Que se comportan más como funcionarios de gobierno que como representantes de los trabajadores. Y eso era lo que quería, unos sindicatos que le dijeran amén a todo lo que hiciera el gobierno.

Parafraseando al revolucionario italiano Antonio Gramsci, una burocracia que sin ser necesariamente funcionarios directos del Estado, aunque algunos puedan llegar a serlo, se identifica claramente con los intereses del Estado burgués y los defiende.

Y lo “contradictorio” también se expresa en las leyes que se vendieron como “progresivas”, como la nueva ley orgánica del trabajo, la LOTTT. Resulta que en esa ley el derecho a huelga queda más restringido que en la anterior del puntofijismo, depende más de que al Estado le dé la gana o no de aprobar como legal una huelga. Y peor aún, antes de esa ley los sindicatos eran soberanos para hacer sus elecciones, ah, pero la “ley revolucionaria de Chávez” dispuso que ahora el Estado, sí, el Estado burgués, tenía injerencia, que debía ser el CNE el que aprobara o no, el que regulara, la elección de estas organizaciones obreras. ¡Y ahí tenemos los resultados hoy! Un nefasto control del gobierno sobre el derecho de los trabajadores a escoger a sus representantes, obstaculizando toda elección sindical que no le parezca conveniente. Bueno, eso también es parte del legado.

Y debo decir una cosa, para que se vea la importancia hoy de sacar lecciones: mientras esta ley avanzaba, mientras semejante retroceso ocurría, toda la izquierda chavista que hoy se enfrenta a Maduro, aplaudía esa ley, la celebraba como un “logro revolucionario”. Nosotros por supuesto la cuestionamos y lo explicamos. Pero el punto es, ¿no van estos compañeros y compañeras a sacar las conclusiones superadoras de ese pasado? Quizás no lo hagan las corrientes políticas y partidos como tal, porque sus dirigentes eran bastante conscientes de lo que hacían, pero sí tendrían que hacerlo muchos militantes y activistas honestos.

En la serie se dice que Chávez no buscaba barrer con el orden capitalista sino preservarlo.

Sí, por eso incluso, visto en perspectiva histórica, la función de estos regímenes lejos de ser revolucionaria es más bien contrarrevolucionaria. Porque el bonapartismo surge en momentos de crisis del orden social, de crisis de los regímenes democrático-burgueses más “normales”, en momentos de convulsión social, donde las clases dominantes y sus principales partidos no pueden seguir gobernando como hasta entonces. Esa era la situación aquí a finales de los 90’s. Pero estos regímenes no surgen como expresión política de los explotados y oprimidos para terminar de barrer con ese orden social y construir uno nuevo sobre nuevas bases, sino para “arbitrar” entre los intereses en pugna, para “bonapartear”, y en última instancia preservar ese mismo orden social.

¿Y no fue al final de cuentas lo que hizo Chávez? ¿No preservó el orden capitalista en Venezuela? ¿No lo decía acaso abiertamente en los discursos que hemos citado arriba [refiere a planteamientos de Chávez citados en la primera parte de la entrevista, NdR]? Su propósito histórico no era acabar con el orden burgués venezolano, era preservarlo, claro, con algunas reformas en clave “nacionalista”.

Veamos eso del carácter de clase: más de uno podría preguntar, ¿cómo puede ser un proyecto burgués tan enfrentado a la burguesía nacional?

Sí, ese es uno de los planteamientos que tuvo respuestas críticas, pudiéramos decir que tanto por derecha como por izquierda. En uno de los videos señalamos que Chávez siempre quiso una burguesía nacionalista que abrazara su proyecto, y en algunos grupos de discusión en Facebook, por ejemplo, hubo quienes con una lógica proempresarial, nos respondieron que eso era absurdo, que era lavarle la cara Chávez, porque más bien este “asfixió y acosó a la empresa privada”; y por izquierda, algunos señalan que siempre habló contra la burguesía y esta lo intentó tumbar. Otros, señalan el carácter bastante improductivo y más bien profundizador del rentismo que tuvo el chavismo, para refutar nuestra afirmación: ni siquiera buscaba algún proyecto burgués de desarrollo, dicen, eso era puro despilfarro y corrupción.

Bueno, las palabras de Chávez y la realidad vayan por delante. Para empezar, son afirmaciones del propio Hugo Chávez, ante connotados empresarios del país, en más de una ocasión. Y esos encuentros eran, insisto, aún después de 2002-2003.

Decía: “Queremos un sector privado nacionalista, comprometido con el pueblo de Venezuela y con la patria (…) Nosotros no tenemos prevista la eliminación de la propiedad privada, ni la grande ni la pequeña”. Su gran punto era que la burguesía venezolana dejara de ser parasitaria y se volviera productiva y “nacionalista” para “desarrollar el país”. Por eso es un nacionalismo burgués.

Se lo explicaba a los empresarios con esta claridad: “este Gobierno no está subordinado a ningún otro interés que no sea el interés nacional… y cuando defendemos el interés nacional, estamos al mismo tiempo defendiendo el interés del sector privado nacional, no son contradictorios… están absolutamente ligados”. O así: “defendemos la tesis de la necesidad de potenciar el sector privado nacional, de impulsar un modelo de acumulación de capital nacional, de potenciar la fuerza productiva nacional y allí está nuestro proyecto, está asentado sobre esa idea (…) ese es un modelo en el cual imprescindible es una alianza estratégica del Gobierno, el sector público nacional con el sector privado venezolano (…) Con esto ratifico que nosotros necesitamos un sector privado verdaderamente emprendedor, nacionalista”.

Buscó una y otra vez convencer a la burguesía venezolana de que abrazara su proyecto, incluso con planteamientos tan directos y claros del tipo “aquí están a disposición los recursos públicos para financiar los planes”. Esa es básicamente toda la lógica de la famosa “siembra del petróleo”: poner los recursos de la renta petrolera pública en manos de unos empresarios para que supuestamente desarrollen la industria y la agricultura del país. Chávez apostaba a eso. Por eso su idea de “desarrollo nacional” es un desarrollo burgués.

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Pero eso no le salió.

Ah, claro, pero eso es otro asunto, que no le salieran los planes no quiere decir que no los tuviera. El asunto es por qué no se le dieron, por lo menos en ese aspecto de cierto desarrollismo burgués, y tiene que ver con la historia del país en 90 años. Es decir, eso de la siembra del petróleo, como es sabido, no es una idea nueva, ni se le ocurrió a Chávez, eso viene de mediados de los años 30’s, y ha recorrido la historia petrolera del país. En el ’45, por ejemplo, cuando los adecos y los militares le dan el golpe a Medina Angarita, en una alocución radial, Rómulo Betancourt esgrimía, entre otros argumentos, que el régimen depuesto usaba la idea de la siembra del petróleo, demagógicamente, y que serían ellos quienes sí la llevarían a cabo. Por supuesto, hubo regímenes más entreguistas que otros, pero siempre prometieron que se aprovecharía la renta petrolera para desarrollar el país, y todos tuvieron a sectores empresariales a los que le dieron plata a montones, para “desarrollar el país”. Y seguimos esperando el fulano desarrollo, ¿no?

Seguimos en el atraso y la dependencia precisamente porque no es por esa vía que pueden alcanzarse los objetivos de desarrollo nacional. Eso lo hemos explicado en otros trabajos. Pero en todo caso, el punto es que Chávez retomó con fuerza esa idea, y tras esa idea, soltó plata parejo al capital privado nacional, tanto el tradicional como los nuevos favorecidos. ¿Que la burguesía no dejó de ser parasitaria, preferentemente comercial-importadora y fugadora de plata? Ah, pues sí, claro, esa es la historia del país ya desde antes de Chávez, y por eso era una utopía reaccionaria eso de un desarrollo nacional con burgueses “productivos” y “nacionalistas”.

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Lo “antiburgués” se limitaba a algunas regulaciones y controles.

Claro, sí. Que si “control de precios”, “control de las ganancias”, algunas obligaciones laborales, pero hasta ahí, eso no es anticapitalismo. ¡Y no es que le hicieran falta razones u ocasiones para avanzar en un camino verdaderamente anticapitalista! Es decir, como dijimos una vez en un artículo, la burguesía venezolana se hizo merecedora con creces de ser expropiada, por su rol claramente antipopular y antinacional durante 2002-2003, conspirando abiertamente con el imperialismo estadounidense y usando sus posiciones en el control de la economía, para intentar derrocar a un gobierno que contaba claramente con el apoyo popular, asestando un lockout, un cierre patronal a la economía por dos largos meses.

Entonces, ya no solo estaba la razón histórica, de fondo, que en casi un siglo la clase capitalista venezolana ha estado recibiendo del país, a través de los diferentes gobiernos, grandes recursos de la renta pública, solo para enriquecerse, sin que siquiera le haya devuelto al país a cambio por lo menos un desarrollo cualitativo de sus fuerzas productivas y la superación del atraso. Ya no solo estaba esa razón, de por sí suficiente, sino que los tipos usan su poder en la banca, las industrias, el comercio y los medios de comunicación, para intentar poner de rodillas a las mayorías obreras y populares, que en ese momento respaldaban a Chávez. ¿Y qué hizo Chávez? ¡Los perdonó una y otra vez, preservó a la burguesía como clase dominante!

Y ojo, no me estoy refiriendo solo a la escena del crucifijo en la mano el 14 de abril [de 2002, NdR] y mandando a la gente a sus casas, para aplacar la rabia popular, para evitar que se desbordara esa energía, o al hecho de que lo que hizo fue establecer mesas de diálogo con la burguesía y los sectores golpistas, y que meses después cuando el TSJ declaró que no hubo golpe Chávez llamó a acatar la decisión e incluso reprimió a los manifestantes que rodeaban (¡rodeábamos, porque ahí me cuento!) el tribunal, y a que entonces vino el paro patronal de dos meses y después de derrotado el mismo ¡volvió a establecer mesas de diálogo! No solo a todo eso me refiero, ya de por sí indicador de que no era ningún dirigente revolucionario contra la burguesía, sino a que luego de todo eso, les lanzó un espectacular salvavidas, para evitar que pagaran las consecuencias de su propia acción y que se exacerbara la lucha de clases.

El “Acuerdo Marco de Corresponsabilidad Social”.

¡Exactamente! Es un momento que pasa prácticamente desapercibido para los analistas en general, y también para la mayoría de la izquierda, que debería tener, por antonomasia, una comprensión crítica, desde un punto de vista de clase.

Luego del golpe de abril –que también fue precedido de un paro patronal de tres días– y del largo paro patronal y saboteo a PDVSA, a pesar de que fueron derrotados, las propiedades de la burguesía quedaron intactas. Sin embargo, cientos de empresas a lo largo y ancho del país quedaron en condición precaria, desde el punto de vista de la rentabilidad capitalista, vino una oleada de decenas de miles de despedidos y declaratoria de quiebra o cierre de un montón de empresas. Hubo dos respuestas ante eso, la de la clase obrera con sus métodos de lucha, y la del gobierno de Chávez, de otro tipo.

Lo más avanzado de la respuesta obrera vino dada por la toma por los trabajadores de varias de las empresas que fueron cerradas [en un primer momento: Industrial de Perfumes (Christine Carol), Selfex, Textiles Fénix, Plásticos Vinílicos, Cauchos Pirelli, Constructora Nacional de Válvulas, Venepal, etc.; más adelante vinieron otras: Franelas Gotcha y Sanitarios Maracay (2006-2007), Mitsubishi y Vivex (2009), NdR]. Obreros y obreras ocuparon las fábricas para defender los puestos de trabajo, exigían la nacionalización de las mismas y la puesta en producción.

Un partido revolucionario impulsa esta dinámica para generalizarla y avanzar lo más que se pueda hasta poner en jaque el poder burgués, ¿cierto? Sin embargo, la respuesta de Chávez fue el “Acuerdo Marco de Corresponsabilidad para la Transformación Industrial”, y hacerse la vista gorda ante la ola de despidos. Permitir los despidos, a través de la inacción de las inspectorías del trabajo, que a lo sumo declaraban a favor reenganches que nunca se ejecutaban, cosa denunciada por sindicatos del propio chavismo, fue un gran favor a los capitalistas, porque era permitir que, como siempre, ajustaran su rentabilidad a costillas de echar a la calle a miles de padres y madres de familia. Y el Acuerdo Marco ofrecía a las empresas condonar todas sus deudas con el Estado y con los trabajadores (impuestos, pagos de servicios públicos, aportes al seguro social y al INCE, prestaciones sociales, etc.), al mismo tiempo que otorgarles créditos baratos con recursos públicos, a cambio de que estas accedieran a darle participación accionaria al Estado en un 50 ó 51%, o en algunos casos a los trabajadores, convirtiéndolos en “socios” como cooperativistas. Era el esquema de la “cogestión”.

Fueron cientos de empresas, fundamentalmente de la burguesía nacional, favorecidas por ese esquema. Aquí tengo la cifra oficial a noviembre de 2006: desde mayo de 2005, más de 800 empresas recibieron esos favores, de esas, “69 estaban cerradas y volvieron a abrir sus puertas, revivieron”, palabras textuales de la entonces ministra María Cristina Iglesias, otras 58 estaban “recuperando su capacidad instalada ociosa”. ¿Qué hubiese pasado si el gobierno de Chávez no permite los decenas de miles de despidos y no les ofrece semejante salvavidas alcahuete de condonarles ese montón de deudas y ponerles a disposición los recursos económicos del Estado? ¡Se iban a seguir declarando en quiebra cientos de empresas, las tomas de fábricas se podían desarrollar con más amplitud en el país, la lucha de clases se iba a tornar más aguda!

La política de Chávez estuvo encaminada claramente, siempre, en todo momento, en los momentos más críticos, a estabilizar lo más posible la situación de la burguesía local y a preservarla como clase social. Lo que incluyó dejar en el abandono aquellas pocas experiencias que se alejaban del esquema de “cogestión” obrero-patronal, y donde los trabajadores buscaban ejercer un genuino control obrero. En esos casos, ¡cosas del bonapartismo burgués!, no hubo ningún apoyo cualitativo que las hiciera arrancar de nuevo, dejándolas morir de mengua, o incluso directamente las buscaron derrotar. Ese fue el caso de Sanitarios Maracay, la experiencia más radicalizada, donde el gobierno no solo le negó todo apoyo estatal al control obrero y llegó a reprimirlos con la Guardia Nacional, sino que a quien le ofreció préstamos fue al burgués, al dueño, ¡y la condición para que el gobierno lo otorgara era que cesara la ocupación y el control obrero! ¿Muy “anticapitalista”, no?

¿Y cómo se relaciona entonces esto con la realidad posterior a Chávez? Que es lo que parece ser un punto central en las discusiones en la militancia de izquierda opuesta a Maduro.

Que las condiciones del desastre estaban puestas desde antes de Maduro, tanto económica como políticamente. Económicamente, por lo que expliqué antes, el alto nivel de endeudamiento externo, el desangramiento del país con la fuga de capitales, y el haber mantenido todo lo fundamental del capitalismo dependiente y rentístico, es decir, un capitalismo limitado a ser un país proveedor de materia prima e importador (con la renta) de casi todo lo demás, gracias a lo cual, los recursos nacionales sirven en gran medida al capital transnacional (en forma de ganancias repatriadas, en forma de pago por importaciones, en forma de pagos de deuda externa). Esos males históricos del país se profundizaron con Chávez, el país se hizo más rentista y más dependiente.

Cuando Chávez fallece, Venezuela dependía mucho más de la renta que en 1999 y estaba mucho más endeudada con el exterior (tanto capitales occidentales, como rusos y chinos), es decir, más dependiente de los grandes centros capitalistas y más vulnerable: capacidades productivas atrofiadas, dependiendo más que antes de las importaciones que pudiera soportar una renta que hoy está y mañana no, dependiendo del crédito exterior, y desangrada porque se permitió que capitales transnacionales y nacionales (incluyendo una corrupción gigantesca) siguieran llevándose afuera los recursos.

En fin, no estaba económicamente más fuerte ante las apetencias de los poderosos en el capitalismo mundial, sino más débil. Cosa paradójica viniendo de un gobierno que alardeaba de afirmar la soberanía nacional Pero así fue, porque a pesar de la importancia autonomía política que, efectivamente, logró Venezuela con Chávez a la cabeza, en el terreno económico no hubo ningún cambio estructural de la relación del país con el capitalismo mundial, la “independencia nacional” en ese plano era solo retórica. Se renegociaron los términos de la expoliación con las transnacionales del petróleo (cobrándoles más impuestos, haciéndolas socias, etc.), incluyendo unas de otras latitudes (chinas, rusas), se compraron algunas empresas que habían sido privatizadas en los 90’s. No mucho más que eso.

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¿Y políticamente?

Bueno, el papel de contención social logrado por Chávez, de pasivización del movimiento de masas, de encuadramiento del movimiento obrero, popular y campesino en la disciplina del Estado burgués, nada más y nada menos. Es decir, no solo se trata de un régimen político que al cambiar bruscamente ciertas condiciones económicas, gira hacia una orientación ajustadora y represiva, se trata también de que la clase trabajadora y el conjunto del pueblo pobre no tuvieron capacidad para resistir y contrarrestar ese giro. ¿Por qué, si veníamos de un movimiento de masas que desde el ’89 había ganado las calles? Es una pregunta vital, de extrema importancia. Como hemos dicho, los compañeros de la izquierda que se enfrenta a Maduro pero reivindican el período anterior, tienen que explicar eso.

A ver, si con Chávez supuestamente estábamos en un régimen político que le daba “poder al pueblo”, en el que había un supuesto “poder popular” expresado en no sé cuántos miles de consejos comunales, consejos obreros y campesinos, “milicias” incluso y “cuerpos combatientes” en las fábricas y lugares de trabajo, que se supone que eran “el pueblo en armas”, una llamada “democracia participativa” en la que el gobierno dizque “mandaba obedeciendo”, etc., etc. ¡Bueno, ¿qué paso entonces?! ¿Cómo fue posible que ese pueblo que fue la pieza clave para derrotar el golpe de Estado del 2002 y el paro patronal y sabotaje de 2002-2003, y que estaba tan “empoderado” con Chávez, resultó estar tan poco preparado para hacer frente a los ataques que le fueron asestando con Maduro en el gobierno?

Son los costos del bonapartismo, no el bonapartismo reaccionario de ahora de Maduro y las FFAA, sino de ese previo en el que a la par de una ingente disposición de recursos con que se hacían algunas concesiones económicas a los trabajadores y sectores populares, al mismo tiempo el Estado “benefactor” iba encuadrando a las organizaciones de lucha del pueblo bajo la órbita estatal, pasivizándolas, disciplinando y golpeando duro allí donde se salían del carril. Es un proceso que hemos explicado, tanto apoyados en la comprensión de cómo funciona el bonapartismo sui generis “de izquierda”, como en la categoría de Antonio Gramsci de “Estado integral”.

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Lo cierto es que esa pasivización, estatización y disciplinamiento, tendió a anular las capacidades de respuesta de las organizaciones de lucha del pueblo trabajador, cuando las condiciones cambiaron y la faz “distribucionista” del régimen dio paso a primer plano a la cara ajustadora y represiva.

Allí entra la cuestión de la independencia de clase.

Sí, claro. Parte de esa dinámica es el hecho de que, por confiar en el proyecto de Chávez, en el gobierno, por la ausencia de independencia de clase, buena parte del pueblo trabajador no espera tal giro de parte de “su” gobierno, lo cual los desarma políticamente. Porque alguien se viene preparando para golpearte pero tú no te preparas porque lo consideras tu amigo y no esperas que te ataque, y de paso, luego que te ataca, no entiendes aún lo que pasa, te cuesta reaccionar a la altura.

Y el trabajo del gobierno de Chávez de derrotar y desarticular aquellas luchas u organizaciones que no controlaba también es clave.

Eso es muy importante, y la verdad es que en algunos casos se trata de hechos que no tuvieron la misma difusión o destaque en la vida política nacional que otros. O el gobierno contó las cosas a su manera y esa es la versión que se difundió, dada la gran superioridad mediática del gobierno con relación a los medios del movimiento obrero y de la izquierda que estuvo en esos procesos, y que por supuesto el otro gran poderío mediático burgués, que es el de la derecha, no lo mostraba tampoco. Nunca íbamos a ver en los medios de la derecha una difusión del control obrero en Sanitarios, la ocupación de la Mitsubishi, etc.

Sí, es así. Y es muy importante, porque justamente en estas luchas se mostró con más crudeza cómo la naturaleza bonapartista de la relación de Chávez con la clase obrera, era antagónica a las necesidades de esta de avanzar en fortalecerse y abrirse su propio camino. Ya mencioné breve lo de Sanitarios Maracay y lo de la Unión Nacional de Trabajadores, la UNT. Voy con dos ejemplos más.

Sidor. Chávez convivía con la transnacional porque los accionistas mayoritarios eran de la burguesía argentina, y Chávez era aliado de los Kirchner, que por supuesto defendían a sus capitalistas, pero la patronal se negó rotundamente a las demandas obreras, y el gobierno reprimió duramente a los trabajadores, además de montarlas maniobras varias para derrotar la lucha. Pero la lucha se puso más dura, a la represión respondieron miles y miles de obreros junto a sus familias ganando las calles de Guayana, con paros espontáneos desde las bases que no esperaban por la burocracia sindical (afín al gobierno), sino que les pasaban por encima, poniendo a los dirigentes sindicales frente del hecho consumado de los paros. Fue así que Chávez no tuvo más opción que re-nacionalizar, porque la cosa se le salía de las manos.

¿Pero qué hizo luego? Sentenció que los que exigieran el pase a fijo de los tercerizados serían “contrarrevolucionarios”, cuestionó como “excesivas” las demandas obreras, y armó un esquema represivo interno, que incluyó la instauración de los “cuerpos combatientes”, trabajadores de la empresa entrenados por las FFAA, que respondían ante el mando de las mismas, y cuya función era “garantizar el funcionamiento de la planta contra cualquier alteración” y “detectar” a los trabajadores que organizaran luchas.

En la Mitsubishi fue terrible. Como subproducto de la crisis capitalista internacional, aquí la transnacional japonesa decidió despedir a decenas de obreros tercerizados, en un gran avance de conciencia de clase, se unieron los trabajadores de planta con los de la contratista para frenar los despidos, ocuparon la empresa, pero fueron reprimidos brutalmente por la policía del estado Anzoátegui, es decir, bajo la dirección política entonces de Tarek William Saab, quien era gobernador, el saldo fueron dos obreros muertos a balazos. ¿Cómo se completó la política de Chávez y su gobierno? Respaldo total a su gobernador, amenazaron a los trabajadores con meter la Guardia Nacional para desalojar la planta, y luego aprobaron vía Ministerio del Trabajo todos los despidos que la empresa quería, incluyendo ahora a los activistas del sindicato, desarticulando la organización que hizo posible la lucha.

El gobierno de Chávez se mostró de la manera más nefasta como un fiel guardián de los intereses del capital imperialista japonés contra la clase obrera venezolana, descabezando una lucha, derrotándola de la manera más infame.

Doy otro ejemplo, no tan profundo y nefasto, pero igual de repudiable, y muy simbólico: el 11 de junio de 2012, día que Chávez inscribió su candidatura presidencial en el CNE, ese día amaneció en Guacara con represión de la GNB a las trabajadoras y trabajadores de PetroCasa. Mientras en horas del mediodía hacía su acto público “el candidato de la Patria”, más temprano los cuerpos represivos de su gobierno habían golpeado y llenado de gases lacrimógenos y perdigones una protesta obrera.

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Y aun así, como esto no era aún la norma, y estaba toda la retórica “revolucionaria”, “socialista”, y además casi toda la izquierda nacional estaba entonces con el gobierno, resultaba bastante raro para muchas personas que hubiese gente de izquierda, socialista, que no estuviera con Chávez.

Claro, así era, e incluso aún hoy hay gente que lo ve así. Pero precisamente porque luchamos por la revolución socialista es que nunca nos incorporamos al chavismo. Lo fundamenta todo lo que explicamos en los cuatro videos que componen la serie, y es lo que decimos al final: con anclaje en esas herramientas teóricas y políticas del marxismo para comprender el fenómeno, y teniendo en cuenta también la experiencia histórica de América Latina con ese tipo de regímenes, fue que desde la LTS, y nuestra corriente internacional, nos mantuvimos por fuera del chavismo. Bregando por la necesidad de la independencia de clase y de construir una alternativa política revolucionaria propia de la clase trabajadora.

¿Y esa ubicación no implicaba quedar “por fuera” de las dinámicas más concretas del movimiento obrero, que se hizo en gran medida chavista?

No, para nada. Nosotros, siendo incluso una organización que al surgir no teníamos inserción previa en el movimiento obrero, prontamente fuimos parte de los más variados procesos de lucha y organización en el movimiento obrero, así como de luchas estudiantiles y discusiones del movimiento de mujeres, donde confluíamos con trabajadores, estudiantes y activistas chavistas, así como otros más independientes.

El asunto estaba, o está, incluso hoy, en estar codo a codo en las luchas y procesos de organización que se pudiesen dar, al tiempo que se daba la discusión con los compañeros y compañeras sobre la necesidad de un proyecto propio de la clase trabajadora, sobre por qué el chavismo no era un verdadero proyecto emancipador de los trabajadores. Así lo hicimos tanto en el movimiento obrero como en el estudiantil y de mujeres.

También de procesos en los que se podría dar paso a poner en pie organizaciones políticas propias de la clase obrera, como el intento de construcción del PRS, Partido Revolución y Socialismo. Una propuesta de “construir un partido de trabajadores revolucionario”, cuya base fundamental eran la inserción e influencia sobre cientos de dirigentes sindicales y activistas del movimiento obrero, por parte de diversas corrientes de la izquierda definida como obrera y socialista, fundamentalmente provenientes del trotskismo, que confluían en esa propuesta.

La gran mayoría de esos trabajadores se ubicaban en apoyo a Chávez, pero les convencía la idea de tener un partido propio de clase, para luchar por lo que entendían como “revolución socialista” y un “gobierno de los trabajadores”. Objetivos contradictorios con el respaldo a Chávez, por supuesto, pero un proceso sin duda progresivo y dinámico, cuyo resultado no estaba prescrito de antemano, podía darse la pelea para que franjas de esos trabajadores avanzaran en comprender que el objetivo de la revolución obrera implicaba la ruptura con Chávez. Tras el llamado se inició un período hacia el congreso fundacional del partido, que sería donde se definiría claramente su programa y su relación política con el gobierno. Como otras corrientes de la izquierda, participamos de ese proceso, con posiciones y prensa propia, como tendencia minoritaria, ya que éramos contrarios a las posiciones de las corrientes mayoritarias que avalaban el apoyo de ese futuro partido a Chávez. Participamos de lleno en los esfuerzos por la construcción de esa organización, dando las peleas políticas pertinentes.

Lamentablemente, ese fue un proceso abortado. Un primero golpe casi mortal vino cuando las elecciones presidenciales de 2006, en que las corrientes mayoritarias se negaron rotundamente a que el PRS levantara una candidatura obrera propia, que fue nuestra propuesta, en cambio llamaron a los trabajadores a “reventar las urnas por los 10 millones de votos para Chávez”, una política impulsada por los compañeros que algunos años más tarde conformarían el hoy PSL. Aun cuando ni siquiera se había concretado el congreso fundacional del partido, la impronta de esta línea política nos llevó a declararnos en fracción pública en lucha contra ese derrotero. Poco después, con el llamado de Chávez a un “partido único de la revolución” vino el golpe final, cuando un sector considerable de compañeros decidió romper ese intento de partido de clase y diluirse en el partido oficial de gobierno, que es así de hecho como nace Marea Socialista. La independencia política de la clase trabajadora fue negada totalmente en uno y otro caso.

¿Y de las principales confrontaciones políticas que recorrieron el país? Ese estar por fuera del chavismo, ¿podría implicar quedar al margen o indiferente de esas luchas?

No fuimos indiferentes, ni lo somos aún hoy, de ninguna manera. No apoyar el proyecto de Chávez ni su gobierno, no implicaba ser indiferente ante los ataques de la derecha y el imperialismo, para nada. Por ejemplo, el pequeño grupo juvenil de compañeros que, tras algún tiempo de discusiones y colaboraciones comunes nos incorporamos formalmente en 2005 a la Fracción Trotskista, nuestra corriente internacional, fuimos parte directa de las movilizaciones y luchas en 2002 y 2003 contra el golpe de Estado y contra el paro patronal y sabotaje petrolero.

Tanto en las calles como en la universidad. Tanto en Puente Llaguno como en el Consejo de Facultad de Faces-UCV, por ejemplo. Tanto en la Baralt contra la decisión infame del TSJ, el “no hubo golpe”, como el 13 de abril en la 42 Brigada en Maracay, junto al torrente popular, siendo parte de los que exigíamos el reparto de armas a los civiles dispuestos a enfrentar al golpe. Y ya siendo parte de la FT, y más adelante al fundar la LTS, ante cada decisión o ataque del imperialismo, fue clara nuestra posición rechazándola. El punto es que eso no implicaba echarse a los brazos del gobierno, apoyar a Chávez. Se trataba, para nosotros, y aún hoy, de oponerse al imperialismo manteniendo la independencia de clase ante el gobierno.

Bien, sin embargo, hay una discusión planteada, que también es parte del balance: la cuestión de las estrategias en la izquierda y su resultado.

Claro. Bueno, resumidamente, tendríamos que decir que durante todo ese período de Chávez, desde la izquierda que se asimiló al chavismo, se nos decía que no estar por dentro era “aislarse de las masas”, que había que estar en el chavismo para “acompañar a las masas en su experiencia” y desde esa ubicación “construir la fuerza necesaria”, eso sería una especie de trampolín para avanzar en la lucha por la revolución socialista. En fin, la izquierda anticapitalista, en teoría, acumularía fuerzas en el seno del chavismo para estar en mejores condiciones para pulsear por el socialismo.

Bueno, y aquí estamos en esta lamentable situación. ¿Dónde está la acumulación de fuerzas de esas corrientes? ¿Qué fue de esa “estrategia”? Es evidente que fracasó, que no resultó en modo alguno.

Pero tampoco puede decirse que se desarrollaron con fuerza quienes se mantuvieron por fuera del chavismo.

Por supuesto, es así. No se trata de un planteamiento autoproclamatorio ni nada por el estilo, eso sería una tontería. Pero hay una gran diferencia, eran estos sectores quienes estaban por dentro de un movimiento de masas, nadando con la corriente a su favor, siendo organizaciones con previa inserción en el movimiento obrero, que sumaban cientos de militantes e influencia en decenas de sindicatos. Y de eso no queda prácticamente nada. No es solo que no se dio la fulana acumulación de fuerzas, sino que se perdió casi todo lo que se tenía.

Y habría que decir más, no fue que se vinieron a menos luchando de manera principista por la independencia de clase, y bregando por construir una alternativa revolucionaria a izquierda del chavismo, sino que lo hicieron contribuyendo a aupar y fortalecer el chavismo. Es decir, se entregaron al movimiento que se tragó sus conquistas organizativas y políticas previas. Ojo, y esto pasó no solo en las organizaciones de la izquierda obrera, también en corrientes que podríamos llamar autonomistas, con inserción previa en el movimiento popular, como lo que fue en su momento la Desobediencia Popular, también se desfiguraron y redujeron a mínima expresión.

El chavismo se tragó, por así decirlo, a las corrientes de izquierda preexistentes. ¿Pero se podía hacer algo diferente?

Bueno, nuestra corriente no existía como tal en Venezuela, para 2005 comenzamos formalmente la construcción, pasamos de un pequeño grupo de jóvenes estudiantes, cuya inserción previa era fundamentalmente en las luchas liceístas y universitarias de finales de los 90’s y lo que iba de los 2000, a fundar en 2007 la LTS con trabajadores de Sidor, de la UCV, de la administración pública y otros jóvenes universitarios. Una pequeña liga de propaganda, con rasgos de acción, que participaba de las diversas las luchas obreras y estudiantiles de entonces.

Participamos bregando por sentar las bases de principios políticos y estratégicas para la construcción de una organización revolucionaria, lo cual podía ser viable al calor de procesos como los de Sidor, Sanitarios Maracay, las tomas de fábricas, etc. Buscábamos que surgiese un polo de independencia de clase, de organizaciones y corrientes que aparecieran como un polo clasista y revolucionario que podía atraer a cientos al calor de las experiencias de las luchas y de las peleas políticas que ese polo diera. Sin embargo, fue una lucha casi en solitario, pues tuvimos en contra a la mayoría de las corrientes de la izquierda, que se oponían a eso.

De todo este período, podría resaltar la lucha por un verdadero control obrero en Sidor tras la re-nacionalización, que impulsamos con la corriente sindical clasista que pusimos en pie, la TCR [Tendencia Clasista Revolucionaria, NdR], enfrentando el curso pasivizador y autoritario que el gobierno de Chávez imponía. La destacada solidaridad con la lucha de Sanitarios Maracay, difundiendo ampliamente la lucha en espacios obreros y estudiantiles de Caracas, Guarenas y Maracay, así como estar codo a codo con los compañeros en diversos momentos claves de la lucha. O el papel destacado que jugamos en el último proceso genuino que ha habido de lucha por la democratización radical del régimen universitario en la UCV, en la escuela de Sociología. La puesta en pie de una pequeña corriente obrera universitaria desde la cual intervinimos en las luchas del momento en este sector.

De conjunto, fueron modestos avances para una corriente que no tenía inserción alguna previamente en el movimiento obrero, en un escenario bien a contracorriente, con Chávez en sus máximos históricos de aprobación, en medio del extraordinario boom de renta petrolera y endeudamiento público, y con la mayoría de la izquierda ayudando a ese clima, al hacer un sentido común el estar con Chávez. Ahora bien, ¿eso resuelve el asunto de la izquierda y es motivo para que como LTS celebremos? No, no, en lo absoluto. Por eso digo que no hacemos un planteamiento autoproclamatorio, no nos alegramos de la suerte que hoy corre toda la izquierda anticapitalista en el país, incluyéndonos a nosotros, una izquierda que ocupa un lugar totalmente marginal en la vida política nacional y en el movimiento obrero.

Sí, nadie se puede sentir realizado por esa situación.

Pero lo que sí decimos es que no se puede hacer tábula rasa y evadir sacar las lecciones estratégicas, históricas, de semejante debacle. Es decir, en la Conferencia Latinoamericana y de Estados Unidos que convocó el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, el FIT de Argentina, el año pasado, con la participación de decenas de partidos y grupos de varios países, un dirigente de una de estas corrientes justificaba diciendo que hoy la izquierda en Venezuela está en esta situación porque hay una derrota y eso es lo que lo explica, o sea, nada tienen que ver las estrategias que se llevaron a cabo en el período previo.

Una de las cosas que los marxistas revolucionarios discutimos, es que no se pueden analizar los procesos históricos, ni las victorias ni las derrotas, como fatalidad, como si fueran un destino inevitable en el que nada tuvieron que ver las estrategias y política que llevaron a cabo las organizaciones. Esa es una de las cosas que le discutimos, por ejemplo, al PCV, que recién hace un año se separó de Maduro y sin embargo no hace el más mínimo ejercicio crítico sobre cómo dos décadas de subordinación al gobierno lo llevaron a ser corresponsables de la situación actual del movimiento obrero. Con más razón ese examen tienen que hacerlo compañeros de corrientes que, a diferencia del stalinismo, no tienen esa tara ideológica antimarxista de que en nuestros países la clase obrera debe hacer un frente antiimperialista con “sectores progresivos” de la burguesía para “desarrollar las fuerzas productivas”, en lugar de pelear directamente por conquistar su propio gobierno y la revolución socialista, que es la concepción que, en el fondo, explica lo del PCV.

Entonces, por ejemplo, ¿cómo así que no importa que un intento de construcción de un partido propio de los trabajadores haya sido abortado porque un sector importante decidió romperlo para irse a subordinar al PSUV de Chávez? Con los compañeros de Marea Socialista hoy tendemos a tener importantes coincidencias, pero nos parece evidentemente deben hacer ese examen, porque jugaron entonces un papel abiertamente regresivo, contra la independencia de clase, siendo parte de la política de Chávez de impedir que surgieran espacios propios de los trabajadores a su izquierda.

¿Cómo así que no importa que mientras Chávez avanzaba en un marco legal que criminalizaba las luchas o que aumentaban el control del Estado sobre las organizaciones obreras, incluso aquellas leyes que se vendían como “revolucionarias”, como la LOTTT, estas corrientes aplaudían esas leyes y se mantenía diciéndole a los trabajadores que apoyaran a Chávez? ¿Cómo no va a importar que mientras el gobierno de Chávez se encargó de derrotar luchas claves del movimiento obrero, estos compañeros seguían diciendo a la clase obrera que ese era el gobierno que debían apoyar?

O incluso, peor aún, se negaban a decirles a los trabajadores con claridad el papel antiobrero que había jugado el gobierno y, en el colmo de lo reaccionario, afirmaban que los errores habían sido el que esas luchas “se habían enfrentado al gobierno”. Esa fue por ejemplo la posición de la CMR de entonces, la corriente de donde viene el grupo Lucha de Clases, plantearon que el error de Sanitarios Maracay fue haber confrontado al gobierno, y en la Mitsubishi se negaron obstinadamente a denunciar al gobierno de Chávez. ¡Lavándole la cara en todo momento al gobierno de Chávez ante los trabajadores!

Otra hubiese sido la historia si esas organizaciones tenían una política diferente…

Pero por supuesto, totalmente. No quiere decir que eso bastaba para cambiar lo fundamental del rumbo de los acontecimientos, eso no puede saberse, pero con toda seguridad, la situación de la izquierda anticapitalista y del movimiento obrero incluso, no sería la misma de debilidad extrema de hoy.

Si esas corrientes no hubiesen contribuido a fortalecer y embellecer al gobierno ante los ojos de los trabajadores, si hubiesen luchado por construir una alternativa política propia de los trabajadores, si a cada paso ayudaban a los cientos de trabajadores que influenciaban, a comprender la verdadera naturaleza de clase del proyecto de Chávez, a develar la necesidad de tener una estrategia y proyecto propio como clase, seguramente se hubiese llegado mejor preparados al giro ajustador y reaccionario del chavismo gobernante. No solo mejor preparados en términos de cantidad, que es algo que podría haber sido o no, sino también en claridad política, en comprensión de la situación y las tareas.

Incluso hay corrientes que aún bajo Maduro siguieron estando con ese gobierno ajustador y en su giro profundamente autoritario. No solo el PCV, sino también las demás que conforman la APR, cuando el gobierno impone ese reforzamiento del bonapartismo reaccionario que fue la farsa de “Constituyente”, esas corrientes lo apoyaron. ¿Cómo no va a tener eso que ver en la debilidad de la izquierda y en haber ayudado al cuadro de debilidad actual de la clase trabajadora?

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El balance, sin embargo, es para buscar las vías de avanzar…

Así es, por supuesto. Como dije antes, en la LTS no tenemos ninguna idea autoproclamatoria, que sería delirante, ni tampoco tenemos la concepción de que un partido revolucionario se va a construir por el crecimiento y engorde evolutivo de nuestra corriente. Nada de eso. Acorde con toda la experiencia histórica disponible, entendemos que tal construcción es fruto de procesos de confluencias y rupturas, de reagrupamientos, etc., al calor de los acontecimientos de la lucha de clases, de los procesos políticos y, por supuesto, de las lecciones estratégicas comunes que puedan sacarse.

Por eso estamos planteando a las diferentes corrientes de la izquierda que se reivindica anticapitalista, socialista, la pertinencia de abrir un proceso de discusión sobre la necesidad de un reagrupamiento de fuerzas en nuestro país.

¿Sobre qué bases?

Bueno, próximamente queremos hacer público un llamado donde expondremos de manera más completa la idea. Sin embargo, puedo señalar por adelantado algunos aspectos que de seguro plantearemos.

Nos parece fundamental partir de una ubicación política con total independencia de clase frente al gobierno y frente al imperialismo y sus socios en el país. Partir de una izquierda que enfrenta al gobierno de Maduro y las FFAA sin cederle por eso a los cantos de sirena ni a las estrategias de la oposición proimperialista, y que enfrenta las políticas imperialistas sin por eso caer en una posición genuflexa o de “apoyo crítico” con el gobierno.

Plantear un programa anticapitalista para la tragedia nacional que vivimos. Tanto el chavismo en el gobierno como la oposición de derecha se orientan a un camino de mayor poder al capital privado, los terratenientes y, en última instancia, de semicolonización, con la entrega al gran capital transnacional, tanto vía privatizaciones como de mayor hipoteca del país. Las diferencias ya son de modalidades, aliados y ritmos, pero hay una suerte de “consenso burgués entreguista”. Un reagrupamiento para forjar una referencia de izquierda revolucionaria debe postular, contra toda esa perspectiva reaccionaria, un programa obrero, un programa de nuestra clase, contrapuesto a las salidas burguesas.

Y por supuesto, esto que venimos tocando, tendría que haber la apertura a discutir el examen de lo que fueron estas dos décadas en el país y las estrategias en la izquierda. La independencia política con relación al proyecto de Chávez tiene que ser un punto clave de estas discusiones. Un debate que debe ser fraternal, por supuesto, no por puro ejercicio de narcisismo con las posiciones propias, pero no por eso diplomático y evadiendo las cuestiones claves, porque si no, no tiene sentido. No hay manera de forjar una izquierda revolucionaria en Venezuela sino se parte de banderas limpias y conclusiones estratégicas claras de lo que nos ha conducido al desastre actual.

Discutir estas y otras cuestiones más que se pongan sobre la mesa, a la par que se ensaye la confluencia en las más variadas experiencias de intervención política común que puedan darse.

 
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