En el día de ayer, una pequeña nota apareció en el diario El Mercurio, informaba sobre la muerte de un agricultor y criancero de Vilcún, según sus más cercanos un “hombre valiente y patriota”. Es justamente esta última característica la que lo posiciona como unos de los protagonistas de un pasado oscuro y asesino. El actor principal de esta noticia es, ni más ni menos que el terrorista Alan Leslie Cooper.
Cuestionando su valentía, vale decir que Cooper se mantuvo prófugo de la justicia y fue escondido por Fernando Karadima tras ser condenado como cómplice del secuestro y asesinato del ex Comandante en Jefe del Ejército René Schneider Chereau en 1970 (causa 2446-70). Apareció años después (1974) y se entregó voluntariamente, amparado por la dictadura militar y la ley de amnistía que lo libró de su castigo. El círculo de poder y protección era amplio, ya que poseía vínculos con fanáticos religiosos de la Feuc, entre ellos Jaime Guzmán Errázuriz y Juan Bulnes Cerda, con quienes planificó la toma de la Universidad Católica y de Canal 13, según archivos que desclasificara la DINA.
Años más tarde volvería a aparecer, esta vez por la desaparición de su hija Francisca Cooper en el Tsunami de Tailandia en diciembre de 2004. Pero no fue hasta la muerte de su prima y vecina Vivienne Mackay en el incendio de Vilcún en 2013 (caso Luchsinger-Mackay), que comenzaría otra vez a mostrar sus garras. En primera instancia, amenazó con balear a cualquier mapuche que se acercara a “sus tierras”, tratándolos de minoría y especulando sobre su nexo con grupos terroristas extranjeros.
Sin duda, la calificación de valiente y patriota es sólo por la historia oficial. Por el contrario para los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos de la dictadura de Pinochet y comuneros mapuche su recuerdo es nefasto. En estos días de votación, donde se encuentran hacia elecciones hacia la Convención, algunos aseguran que se está ejecutando un acto de justicia. Sin embargo, no podemos olvidar que su muerte está llena de impunidad, sin juicio y castigo. Para derrotar la herencia de la dictadura se necesita mucho más que una Convención Constituyente con trampas y acuerdos de partidos de los treinta años, se necesita una fuerza organizada de trabajadores. |