Un debate a uno y otro lado de los Pirineos
La reciente defección de Pablo Iglesias ha sido la metáfora del definitivo fin de ciclo de Podemos. [1] A 10 años del 15M el balance no puede ser más desolador. No se ha conquistado ni uno solo de los propósitos democratizadores del movimiento de los indignados. De la mano del experimento neorreformista de Podemos, surgió una nueva casta “de izquierda”. Quienes la integran mejoraron su situación personal y patrimonial en forma inversamente proporcional a lo que mejoraron la vida de “la gente”. Lejos de conquistar una “democracia real”, Podemos (y sus socios de Izquierda Unida) terminaron facilitando la recomposición de uno de los pilares del Régimen, el PSOE. Pero todavía más, generaron las condiciones para la emergencia de la extrema derecha.
La responsabilidad de la nueva izquierda neorreformista en esta situación es innegable. Los dramáticos resultados de las elecciones en Madrid, en las que la derecha arrasó incluso en barriadas obreras y populares, son el último botón de muestra. Pero el saldo de esta debacle no recae sólo en Podemos e Izquierda Unida. Porque el momento neorreformista de la política española no habría sido posible sin el concurso de los “anticapitalistas” que pusieron todos sus recursos y militancia para que emergiera el partido de Pablo Iglesias.
Hace poco tiempo que Anticapitalistas ha roto con el partido morado. Su balance ha sido insuficiente, errático y tardío. Ahora, según la última definición de uno de sus dirigentes, sostienen que “el anticapitalismo no debe ser el ala radical del frente progresista” porque esta es una orientación “oportunista”. [2] Sin embargo, su corriente hermana en Francia, la antigua corriente mayoritaria del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), se dispone a liquidar el partido subordinándolo a ‘La Francia Insumisa’, el experimento reformista de Jean-Luc Mélenchon (el “Pablo Iglesias” francés).
El NPA nace en 2009 impulsado por la ex Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de Francia como resultado de la evolución política que tuvo la corriente autodenominada “Cuarta Internacional”, a la que la mayoría de los activistas de izquierda siguen refiriéndose con su nombre original de “Secretariado Unificado” (SU) o como corriente “mandelista”, en referencia a su principal dirigente desde la posguerra, el fallecido Ernest Mandel.
Desde los años noventa el SU llevó a cabo un giro estratégico. Por un lado, abandona la estrategia marxista de destrucción del Estado burgués (mediante la “dictadura del proletariado”) en aras de “radicalizar la democracia”. Por el otro, desarrolla una nueva concepción sobre la construcción partidaria, planteando que había que construir partidos “amplios” sin definición estratégica. En base a esta lógica en 2009 se funda el NPA, con un programa socialista de “ruptura” con el capitalismo, pero sin establecer fronteras entre reformistas y revolucionarios. Al mismo tiempo permite la integración de tendencias diversas en su interior, que luchan con su propia política por un programa y estrategia revolucionaria. Entre ellas, un núcleo de compañeros y compañeras de la FT-CI que han bregado por construir un verdadero partido revolucionario internacionalista.
Diez años y varias rupturas después, el NPA ha pasado de casi 10 mil miembros en su fundación a poco más de 1000 en la actualidad, mientras su dirección histórica se predispone a terminar a liquidar el proyecto: por un lado, impulsando acuerdos electorales oportunistas con la izquierda institucional proimperialista de Mélenchon; por el otro, separándolo de la lucha de clases cuando en los últimos años Francia ha dado lugar a enormes procesos de radicalización y lucha obrera.
Contra esta política liquidacionista, la Corriente Comunista Revolucionaria del NPA, nacida de un puñado de militantes adherentes a la FT-CI, ha puesto toda su voluntad militante en la intervención en estos fenómenos, fusionándose con sus sectores más avanzados, así como con compañeras y compañeros que son parte de las mejores tradiciones de la “extrema izquierda” francesa, con el objetivo de construir un fuerte partido de trabajadores revolucionario. A este objetivo responde la presentación de la precandidatura para las elecciones presidenciales de 2022 de Anasse Kazib, miembro de la CCR, trabajador ferroviario y uno de los principales referentes de la vanguardia que viene protagonizando aquellos procesos de lucha.
Como explica Fredy Lizarrague, “la experiencia del NPA viene siendo debatida en el movimiento trotskista desde que surgió. Incluso corrientes que tienen nula inserción en Francia en general y en dicho partido en particular, se están posicionando, reconociendo la trascendencia internacional de lo que ocurre”. [3] Este artículo tiene el propósito de aportar algunas lecciones sobre los resultados de la politica del mandelismo a este lado de los Pirineos que ahora la dirección histórica del NPA se propone repetir en Francia.
Anticapitalistas y la “hipótesis Podemos”, breve racconto de una política oportunista
En solo cinco años, Podemos recorrió un camino fulgurante que llevó a muchos de sus dirigentes de las plazas del 15M al Palacio de la Moncloa. [4] El antecedente más cercano de un partido neorreformista a la cabeza de un Estado de la Unión Europea es el de Syriza, que llegó al gobierno de Grecia en enero de 2015 y en seis meses capituló monumentalmente ante la Troika, pasando a ser aplicadores de los ajustes más grandes de la historia reciente.
En el caso de Podemos, junto a sus socios de Izquierda Unida entraron con ministros y un vicepresidente -el propio Iglesias- al Gobierno hegemonizado del PSOE, uno de los pilares del régimen español. La integración del neorreformismo al régimen monárquico e imperialista español, tal como la acometida por Rifondazione Comunista en Italia en los años 90 -después de la disolución del Partido Comunista Italiano-, o la experiencia de los gobiernos del Partido Comunista Francés con François Mitterrand en los años 80, marcó su liquidación definitiva. La subordinación a los marcos de lo instituido, aún más en un marco de la crisis pandémica, solo podía terminar como terminó Syriza: hundiendo al pueblo, salvando a los capitalistas y abriendo el camino al fortalecimiento de la derecha trumpista y la extrema derecha.
Tras la integración de Podemos en el Gobierno del PSOE, Anticapitalistas rompe con el partido morado tras seis años de haber sostenido el proyecto político reformista del que fueron uno de sus principales fundadores. Una ruptura escalonada en distintos territorios que se hace con un balance también “en cuotas”, pero sobre todo profundamente autocomplaciente de su responsabilidad en la creación del “monstruo” en que se transformó Podemos. [5] Pero, ¿cómo llegaron hasta ahí? Desde la CRT hemos polemizado a cada paso con el devenir de Anticapitalistas. Aquí hacemos un breve racconto de los principales hitos de lo que fue una verdadera cadena de capitulaciones.
Después de la crisis capitalista del 2008, en medio del ciclo abierto por el 15M y las mareas, en línea con el giro oportunista de su corriente internacional hacia la formación de “partidos amplios”, la entonces “Izquierda Anticapitalista” consideró que la manera de no caer en la irrelevancia sectaria era construir un partido común con reformistas y populistas de izquierda. De esta concepción nace Podemos tras un acuerdo con una camarilla de profesores e intelectuales, muchos exmilitantes del PCE, nucleados alrededor de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. El balance que hace Anticapitalistas de esta operación es que fue una “gran política”. [6] El problema es que Pablo Iglesias tomó el control de Podemos de forma centralizada y burocrática, abandonando el “espíritu original” de la formación morada.
Este increíble relato oculta el elemento político fundamental: que Podemos se inició sobre la base de un programa abiertamente reformista y con la estrategia de ocupar espacios electorales y conquistar posiciones en las instituciones de la democracia capitalista por medio de figuras reconocidas, el recurso a la “videopolítica” y mecanismos plebiscitarios para la toma de decisiones, algo que Anticapitalistas avaló desde el primer momento. Todo lo contrario de construir una organización con un programa revolucionario para “superar radicalmente” el sistema capitalista.
Embriagados por el éxito de la operación Podemos, la política de Anticapitalistas fue una sucesión infinita de concesiones y capitulaciones a la camarilla de Pablo Iglesias, que se hizo con el aparato de la organización en un tiempo récord. Por ello en el congreso fundacional del partido concentran sus esfuerzos en disputar el modelo organizativo, mientras entregaron a Iglesias, Errejón y Monedero el programa y la estrategia política. Pero son derrotados incluso en esta batalla, por lo cual Iglesias les impone una medida brutalmente estalinista: su disolución como partido. Desde entonces, Izquierda Anticapitalista, una corriente heredera de la tradición de la LCR española, con cuadros y militantes que se habían formado en años de lucha, algunos de ellos incluso en la tradición, se transformó en una “asociación” para poder ser parte de la dirección y presentarse como candidatos… en el partido que ellos mismo fundaron.
Un pequeño grupo de militantes de Anticapitalistas, principalmente de Andalucía, se opuso parcialmente a esta orientación. Apenas terminado el Congreso, estos militantes fueron expulsados. [7] Poco después formaron “IZAR” (Izquierda Anticapitalista Revolucionaria), que actualmente es una pequeña organización andaluza.
Desde entonces, la adaptación de Anticapitalistas a los mecanismos de la democracia capitalistas llegó a niveles inauditos. Tanto como que Teresa Rodríguez justificó el fichaje para Podemos del ex jefe del Estado Mayor de Defensa (JEMAD), José Julio Rodríguez, en nombre de “la pluralidad”. Un ex general defensor de la OTAN y comandante de las operaciones del Ejército español en Afganistán y los bombardeos aéreos, el envío de tropas y la ocupación de Libia. De él dijo Rodríguez que “ha defendido la democracia dentro del ejército y la necesidad de que el ejército funcione de otra manera, la tropa tenga derechos y que las armas sean la última vía de desarrollo de la política de defensa de los estados”. [8]
Durante todo este período, Anticapitalistas ha estado al frente de la gestión del Ayuntamiento de Cádiz, cuyo alcalde es José María González “Kichi”. Una posición institucional conquistada en 2015 -y mantenida hasta ahora- que se destacó por su adaptación pasiva y reformista al régimen burgués. Una politica revolucionaria intentaría, por el contrario, impulsar la lucha de clases en defensa de los interesas de la clase trabajadora (por ejemplo para acabar con los desahucios, llamando a fortalecer el movimiento de la vivienda, ocupar los bloques de los especuladores y luchar por su expropiación, en vez de desactivarlo como hicieron todos los ayuntamientos) y, al mismo tiempo, señalar a cada paso a la clase trabajadora que, sin la conquista del poder del estado, la política municipal es estratégicamente impotente. [9]
Otro gran “hito” de la sucesión de capitulaciones de Anticapitalistas dentro de Podemos fue su posición conciliadora con Unidas Podemos frente a la cuestión catalana. La izquierda neorreformista tuvo una posición nefasta sobre Catalunya, negando en los hechos el derecho a la autodeterminación, avalando la represión, llamando a aceptar la sentencia del juicio al Procés, saludando la coordinación de la actuación policial y de la justicia, y condenó a la juventud catalana como hizo Alberto Garzón. En ese marco Anticapitalistas, siendo una corriente interna de Podemos, sostuvo oficialmente una posición correcta junto al pueblo catalán, contra la represión y en defensa del derecho a decidir. Hasta hizo críticas públicas a Podemos. Sin embargo, allí siguieron, dentro del partido, llamando a votar por Unidas Podemos el 10N, incluso haciendo campaña coordinada como sucedió en Andalucía. Es decir, depositando esperanzas, una vez más, en la “pata izquierda” del régimen monárquico que había aplastado el derecho democrático del pueblo catalán a decidir y mantenía en la cárcel a sus líderes políticos. [10]
Una “anécdota” da cuenta de hasta qué punto estaban en Anticapitalistas convencidos de esta política oportunista. En el abril de 2017, cuando estaban por celebrarse las elecciones presidenciales en Francia, Anticapitalistas dio su apoyo a Phillipe Poutou, el candidato del NPA. Poutou levantaba entonces una alternativa anticapitalista con un programa internacionalista de las y los trabajadores, en contraposición al programa neorreformista y social chauvinista de Jean-Luc Mélenchon, el candidato del neorreformismo francés.
Este apoyo causó cierto “revuelo” a este lado de los Pirineos, puesto que Podemos dio su apoyo explícito a Mélenchon. Incluso, igual que hizo en las elecciones griegas de 2015 apoyando a Tsipras, Pablo Iglesias y varios líderes de Podemos viajaron a Francia para apoyar al candidato de France Insoumise. Pero que Anticapitalistas apoyara al candidato de su corriente hermana en Francia no sería ninguna novedad, si no fuera porque lo hicieron de un modo tardío y vergonzante, lamentándose de que “la izquierda no ha sido capaz de conformar una candidatura amplia y unitaria que recogiera todo ese potencial y descontento con un programa contra la austeridad, agrupando a sectores del reformismo antineoliberal hasta fuerzas anticapitalistas y revolucionarias como el NPA, y que pudiera ser una alternativa creíble a Le Pen.” Es decir, cuestionan al NPA por no haberse liquidado en un gran frente neorreformista con Mélenchon, como hicieron ellos en el Estado español. [11] La prensa española quiso presentar el apoyo de Anticapitalistas a Poutou como una diferencia dentro de Podemos entre los reformistas y los “revolucionarios”, pero como se ve, nada más lejos de la realidad.
Aunque tarde, ahora la dirección del NPA y el propio Poutou, les están haciendo caso a sus colegas españoles, tratando de virar el rumbo del NPA hacia las playas del reformismo, firmando acuerdos frente populistas con el partido de Mélenchon. Solo que lo hacen cuando en el Estado español esta política ya ha naufragado estrepitosamente.
Ministros en un gobierno imperialista: un “error grave”, no un problema de principios
La primera actitud de Anticapitalistas ante la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición fue pasmosamente oportunista. “Ser vigilantes”, juzgar al Gobierno “por sus acciones” y no “defenderlo en todo", para “exigirle” desde afuera medidas políticas y sociales. En un artículo publicado en Viento Sur, [12] Daniel Albarracín de Anticapitalistas hizo entonces una evaluación de la situación política y el nuevo gobierno, sosteniendo que “es completamente legítimo entrar en un gobierno como vía” para “contribuir a hacer más eficaz la parte acordada en las áreas de gobierno reservadas”. Sin embargo, en este caso, la entrada de Unidas Podemos a un gobierno con hegemonía socialista es considerado un “error grave”.
En estas palabras se concentra buena parte de la concepción política por la que Anticapitalistas se adaptó al neorreformismo español. Ingresar a un gobierno (así en general, sin adjetivos ni naturaleza de clase, como si tal cosa existiese), no sería un problema. Pero hacerlo siendo minoría, como es el caso del ingreso de Podemos e IU con cinco ministros en el gobierno imperialista español, eso es un “error grave”. Dicho de otro modo, es un error táctico, no una cuestión de principios de clase.
Aunque se haya opuesto al ingreso de UP al gobierno mediante un pacto “a la portuguesa”, es decir, apoyar la formación del gobierno sin ser parte del mismo, Anticapitalistas justifica así haber sido parte de Podemos durante los cinco años en que Podemos formaba gobiernos en los Ayuntamientos de las principales ciudades del Estado (como Barcelona, Madrid o Zaragoza) con el apoyo del PSOE e incluso integraba gobiernos autonómicos en coalición con los "barones" socialistas (como en Castilla-La Mancha). De hecho, su militante “Kichi” González llegó a la alcaldía de Cádiz en 2015 con el apoyo de los 5 concejales del PSOE.
Los argumentos contra el “sectarismo” con los que Anticapitalistas defiende esta posición escandalosa no resisten el menor análisis. Es una política es totalmente contraria a la teoría y la tradición del marxismo revolucionario. Desde fines del siglo XIX, Rosa Luxemburg, Lenin y Trotsky combatieron contra lo definieron como “ministerialismo”, una práctica oportunista de un sector de la socialdemocracia que entraba como ministros en gobiernos burgueses. Para nosotros las y los marxistas, ingresar en un gobierno capitalista no es una cuestión táctica, sino un problema de principios. Como escribió Rosa Luxemburg, el ministro socialista que ingresa en un Estado capitalista no cambia el carácter de ese Estado -que no se transforma en socialista-, el ministro socialista se transforma en un ministro burgués. [13]
Pero, además, el gobierno de coalición PSOE-Podemos no es solo un gobierno capitalista, sino un gobierno de una de las principales potencias imperialistas de Europa. [14] Un Gobierno que gestiona y defiende los intereses del IBEX35 y las multinacionales españolas, responsables de la explotación de millones de trabajadores, del saqueo y la expoliación en decenas de países de América Latina o África; un Estado que es parte de la OTAN y de la Unión Europea del capital, que mantiene tropas en misiones imperialistas como en Mali, Afganistán o Irak, y que permite a Estados Unidos la presencia de bases militares en el territorio español.
La actitud de Anticapitalistas ante el ingreso de los ministros de Unidas Podemos en el Gobierno de uno de los principales estados imperialistas de Europa no solo fue una operación de embellecimiento que sólo podía ayudar a darle cobertura a una traición histórica. Fue una ruptura abierta con la tradición del marxismo revolucionario, un salto en su adaptación al régimen capitalista. Una muestra más de los derroteros a los que lleva la concepción política de que no hay ningún problema en realizar alianzas estratégicas entre reformistas y revolucionarios, como la que motorizó la fundación de Podemos.
Una tradición política oportunista
La corriente mandelista ha sido prolífica en episodios de ministerialismo dentro del movimiento trotskista. Un caso paradigmático fue el de Miguel Rossetto, uno de los referentes de la tendencia Democracia Socialista, una corriente interna del PT y exintegrante del SU en Brasil. Desde el año 2003 hasta 2016, Rossetto ocupó el cargo de Ministro de Desarrollo Agrario -y después de Trabajo- en los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, en un país con un fuerte movimiento campesino que fue reprimido en múltiples oportunidades por el mismo gobierno que representaba Rossetto. Junto a él, muchos otros militantes de su corriente también ocuparon diversos cargos de segundo y tercer orden en el gobierno de Brasil. [15]
En Grecia, la DEA, una de las corrientes referenciadas en el SU, se mantuvo dentro de Syriza como parte de la “Plataforma de Izquierda” -que llegó a constituir el 30% de la organización- cuando Alexis Tsipras llegó al Gobierno y entregó al pueblo griego ante la Troika. [16] Fue un mes después de la histórica capitulación de Syriza frente a la Troika, en el verano de 2015, cuando los militantes del SU dentro de Syriza se separaron de esa organización y lanzaron el nuevo partido, “Unidad Popular”. Es decir, que fueron claves en la formación de Syriza, en generar ilusiones que con un gobierno “antineoliberal” se podía frenar a la Troika, sostuvieron al gobierno en sus primeros meses, y rompieron solo una vez que el desastre estaba consumado.
Otro caso que merece mención es el de Portugal. Los militantes del SU en ese país son parte del Bloco de Esquerda, que, aunque no es parte del gobierno de Antonio Costa, lo sostiene “desde afuera” mediante los mecanismos de un régimen parlamentario. El apoyo del Bloco al gobierno portugués se mantuvo a lo largo de los últimos cinco años y se renovó en octubre de 2019, iniciando una nueva legislatura. El gobierno de Costa enfrentó numerosas huelgas obreras, a las que en varios casos respondió con la militarización para quebrarlas, y de conjunto aplica un programa social liberal. Pero aun así el Bloco reiteró su apoyo al gobierno socialdemócrata luso, bien lejos de toda política de independencia de clase.
La “separación amistosa” de Anticapitalistas y Podemos: postal de la postración política
La salida completa de Anticapitalistas de Podemos se produce meses después de la entrada de Podemos e IU en el gobierno del Estado en coalición con el PSOE. [17] Andalucía, donde los “anticapis” lograron más responsabilidad (e integración) dentro de Podemos, con Teresa Rodríguez como secretaria general autonómica y José María González “Kichi” como alcalde del Ayuntamiento de Cádiz, fue la última. Y se hizo de la manera menos traumática posible para el proyecto de Iglesias y el recientemente formado Gobierno “progresista”. [18] La separación amistosa fue escenificada en un video protagonizado por Rodríguez y el ya vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, fruto de un acuerdo para que la separación no dañara a la formación morada a la que Rodríguez le deseó buena suerte.
La salida pactada, leal e indolora de Podemos que hace Anticapitalistas fue la mejor colaboración que podían hacer para lavarle la cara a Pablo Iglesias, Alberto Garzón y toda la banda de arribistas de Podemos e Izquierda Unida que se transformaron en gestores de los asuntos comunes del régimen capitalista español.
Pero si Anticapitalistas no denunció con dureza la bancarrota del proyecto neorreformista que ha representado Podemos y su integración en el régimen, es porque siguen compartiendo los fundamentos del proyecto. Y en Andalucía más que en cualquier sitio.
La crisis de Anticapitalistas no cae del cielo. Era el destino inevitable de la línea de partidos amplios del SU y la renuncia a la estrategia de combate por la “dictadura del proletariado” que la LCR abandonó explícitamente en 2003 para sustituirla por la estrategia de lucha por una “democracia hasta el final”. Una política que fue el fundamento para impulsar todo tipo de alianzas oportunistas con corrientes reformistas denominadas de "izquierda" que ha provocado todo tipo de desastres para las organizaciones del SU.
El centrismo, el camino más largo para el fortalecimiento de la derecha
El balance del neorreformismo en el Estado español, como en todas las experiencias del mismo cuño que han tenido lugar en la última década, es globalmente una de las grandes lecciones del siglo XX: los intentos de “llegar al gobierno” sin enfrentar al régimen mediante la lucha de clases, siempre han sucumbido a una de las principales formas de supervivencia del capitalismo, la asimilación “por arriba” de los desafíos que vienen “desde abajo” para terminar abriendo el camino a salidas de derecha y, en última instancia, “soluciones de fuerza” de extrema derecha.
Si a 10 años del proceso impugnador del 15M lo que se ha fortalecido es, aparte del PSOE, la derecha trumpista del PP y hasta una corriente fascistizante como Vox, es responsabilidad de la integración de Unidas Podemos al régimen como médicos de cabecera del capitalismo español. Pero hay un último eslabón de las cadenas de responsabilidades que han llevado a esta situación: la política centrista de Anticapitalistas, es decir, su oscilación entre posiciones reformistas y revolucionarias.
Anticapitalistas, que ya era una corriente centrista de derecha, al fundar Podemos se ubicó como el ala de izquierda del neorreformismo. En ese momento, aunque muy pequeña, Izquierda Anticapitalista era la organización más importante de la extrema izquierda española. Contaría entonces con unos 500 militantes, concentrados fundamentalmente en Madrid, Catalunya y Andalucía. Repetimos, era una fuerza pequeña, claramente, pero lo suficientemente considerable como para ser la palanca de una política muy superior a sí misma como fue Podemos.
La clave es que la hipótesis podemista no era la única posible. El escenario de la lucha de clases, que desde mayo de 2011 hasta 2014 dio multiplicidad de fenómenos de lucha y organización juvenil, obrera y popular, [19] era enormemente propicio para el surgimiento de una alternativa politica anticapitalista y revolucionaria que tuviera como centro de gravedad la lucha de clases. Pero no. La opción de Anticapitalistas fue abonar un proyecto neorreformista que se fortaleció en forma directamente proporcional a que retrocedía y se desviaba la lucha de clases.
En la misma medida que Anticapitalistas bloqueó las posibilidades de desarrollo de una alternativa politica revolucionaria, facilitó el surgimiento de una corriente neorreformista cuya bancarrota ha abierto el camino a la situación actual. Así, transitivamente, Anticapitalistas fue el último eslabón de la cadena que llevó al fortalecimiento de la derecha.
¿Y que queda de todo esto? Un reguero de frustración y desmoralización. Y una derecha envalentonada, que como siempre después de una traición de la “izquierda” se propone conquistar aún más terreno sobre los derechos y condiciones de vida de la clase trabajadora.
Como balance “doméstico”, Anticapitalistas ha salido de Podemos mucho peor de como entraron y la desmoralización también corroe sus propias filas. Si bien conquistaron algunas figuras públicas como el eurodiputado Miguel Urban, tienen un alcalde en Cádiz -aunque profundamente adaptado a la gestión municipalista- y posiblemente más dinero que antes, perdieron decenas de cuadros que se acomodaron en Podemos, su militancia juvenil retrocedió como nunca y se han quedado casi sin iniciativa politica. A excepción de Andalucía, donde ahora están apostando por un proyecto soberanista de izquierda que es un verdadero revival andalucista de Podemos. [20]
En un momento clave de crisis del neoliberalismo, el mandelismo español no aportó nada al desarrollo de una fuerza militante de la clase obrera y la juventud que pueda plantear una perspectiva para la izquierda revolucionaria en el Estado español frente al fracaso del neorreformismo. Por el contrario, su aporte fue en sentido inverso.
IZAR, o el resultado nulo de una política inconsecuente
Un breve apartado merece la evaluación de la política llevada a cabo por IZAR, el pequeño grupo surgido tras la expulsión de los militantes de Anticapitalistas en Andalucía que se opusieron al curso liquidacionista de la dirección en Podemos.
La realidad es que quienes terminaron formando IZAR no tenían intención de abandonar Anticapitalistas, sino mantenerse dentro de la organización levantando una politica “alternativa” sin romper. Es decir, hacer algo parecido a lo que ha hecho hasta ahora su corriente hermana en Francia, A&R, dentro del NPA. La diferencia es que con la formación de Podemos, Anticapitalistas “cruza el Rubicón”, lo cual impedía ninguna construcción común, al menos si la estrategia era hacer un partido revolucionario y no una corriente neorreformista. Mantenerse en Anticapitalistas después de su giro estratégico hacia la fundación de Podemos era de por si una orientación oportunista.
En ese marco desde la CRT -por ese entonces Clase contra Clase- tuvimos una política especialmente dedicada hacia las y los compañeros de IZAR, con el propósito de estrechar lazos en la experiencia y profundizar el debate político-programático sobre la necesidad de construir una fuerte organización revolucionaria de la clase trabajadora en el Estado español. Así, desde fin de de 2015 impulsamos en común el frente “No Hay Tiempo Que Perder”, que llegó a reunir a más de 120 jóvenes, trabajadores/as y activistas en Madrid en abril de 2016, sentando las bases de un Frente Anticapitalista y de Clase en el Estado español con un programa de independencia de clase. [21]
A pesar de las dificultades de una situación en la que Podemos seguía generando enormes expectativas, la iniciativa se mantuvo hasta mediados del 2017, formando incluso grupos locales en una decena de ciudades. Su última aparición pública fue el impulso de un gran cortejo en un bloque anticapitalista y de clase en las Marchas de la Dignidad del 27M en Madrid. [22] Después el proceso se extinguió fundamentalmente por el sectarismo de IZAR. En vez de proponerse avanzar mediante un método revolucionario como el que propusimos para el desarrollo de un frente por la independencia de clase, que mostrase en pequeño una alternativa revolucionaria frente a la capitulación de Anticapitalistas y el engendro de Podemos e Izquierda Unida, se recluyeron en iniciativas locales y actividades meramente sindicales.
Así y todo, desde la CRT mantuvimos todo tipo de iniciativas, desde propuestas de intervención común, hasta una propuesta de abrir un debate para “dar pasos hacia un partido unificado de la izquierda revolucionaria, la clase trabajadora, las mujeres y la juventud”, dirigido también a Izquierda Revolucionaria, Corriente Roja, Lluita Internacionalista y otras organizaciones que se reclaman de la izquierda obrera, anticapitalista y socialista. [23] Lamentablemente IZAR respondió negativamente a todas y cada una de ellas, y a algunas ni siquiera respondió. De haber avanzado en esta perspectiva hoy podríamos estar en muchas mejores condiciones para enfrentar la bancarrota del neorreformismo y, sobre todo, el fortalecimiento de la derecha y la extrema derecha.
En la actualidad IZAR es un grupo irrelevante en dos ciudades de Andalucía, con una “política” esencialmente sindicalista, sin ningún tipo de ambición. Es el resultado de una política que nunca desarrolló una crítica profunda a la estrategia de los partidos amplios por parte del núcleo dirigente de IZAR (ni de su corriente hermana en Francia, A&R). Mucho menos a la tradición política capituladora del mandelismo, corriente con la cual se siguen referenciando sin ninguna crítica seria.
A 10 años del 15M, la lección fundamental: independencia de clase
Con la fundación de Podemos los mandelistas españoles vendieron la idea oportunista de que sumar a todas las sensibilidades, aunque fueran opuestas, en un mega experimento neorreformista, era la vía para conquistar una “democracia plural” y avanzar en un sentido anticapitalista. El resultado de esta línea está a la vista.
En la política como en la mecánica o la física, las sumas a veces restan. Como sostuvo Trotsky contra los “teóricos del Frente Popular” en la Revolución española, estos “no van más allá de la primera regla de la aritmética: la suma. La suma de comunistas, de socialistas, de anarquistas y de liberales, es mayor que cada uno de sus términos. Sin embargo, la aritmética no basta, hace falta cuando menos conocimientos de mecánica. La ley del paralelogramo de fuerzas se verifica incluso en la política. La resultante es, como se sabe, tanto más pequeña cuanto más divergentes sean las fuerzas entre sí. Cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas, la resultante es cero”. [24]
A 10 años del 15M, y después de las trágicas experiencias de Syriza, de Podemos, del Bloco en Portugal, y claro está, del fracaso del NPA, la lección fundamental solo puede ser una: la necesidad de luchar por una política de independencia de clase en todos los terrenos como parte del combate por construir una dirección revolucionaria de la clase trabajadora.
Por ello, desde este lado de los Pirineos convocamos a apoyar la propuesta de la CCR de impulsar un bloque común en el NPA que levante una política de independencia de clase mediante una candidatura de la izquierda del NPA, rechazando la política a nivel nacional de acuerdos oportunistas de la exmayoría con la LFI de Mélenchon y repudiando las amenazas de expulsión a Anasse Kazib y centenares de militantes obreros y jóvenes militantes de la CCR. [25]
Al mismo tiempo, en el Estado español insistimos en el llamado a las compañeras y compañeros de IZAR y demás corrientes de la izquierda anticapitalista y revolucionaria a romper con todo sectarismo e impulsar bloques de intervención comunes por un programa de independencia de clase para intervenir en la lucha de clases y los procesos de organización de la juventud, como fue una de las resoluciones adoptadas por la conferencia juvenil con 150 jóvenes que realizamos el pasado 9 de mayo. [26]
Ante un periodo de profunda crisis del capitalismo y una verdadera catástrofe ecológica, en el marco de una pandemia con consecuencias trágicas para la clase trabajadora y las mayorías explotadas y oprimidas del planeta que generará inevitables explosiones sociales, cuando las derechas populistas y la extrema derecha se fortalecen, la apuesta por construir un fuerte partido revolucionario de trabajadores y trabajadoras con una estrategia para vencer sobre los poderes fácticos del régimen capitalista es una cuestión de vida o muerte. Las y los activistas juveniles, obreros y de los movimientos de lucha que han hecho una experiencia con el neorreformismo y no tienen ninguna confianza en la izquierda del régimen son la base para avanzar en este camino que es la tarea estratégica que tiene la izquierda que se revindica revolucionaria y anticapitalista. |