Recientemente se realizó un Conversatorio virtual con varias organizaciones feministas del departamento de Colonia, donde se nos invitó a participar como representantes de la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas. Agradecemos en especial a la Colectiva Feminista de Nueva Palmira. Aquí publicamos nuestra intervención.
Desde Pan y Rosas queremos hacer un análisis de la salud de la mujer tomada en su aspecto integral, es decir, enmarcado en el contexto histórico, social y político en el que se desenvuelve.
Siempre que hablamos de salud, pensamos en las enfermedades de las mujeres, en la falta de atención sanitaria, en el acceso o no a los métodos anticonceptivos y en las distintas violencias que padecemos las mujeres en los ámbitos de salud (la discriminación, la violencia obstétrica, el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, la objeción de conciencia, el embarazo adolescente, la visión de la mujer con prevalencia en lo reproductivo, etc). Pero para nosotras, es necesario pensar la salud de forma integral, en sus aspectos bio-psico-social.
La pobreza, la desigualdad y la vida de las mujeres
Hoy tenemos 60 mil puestos de trabajo perdidos, 100 mil uruguayos han caído bajo la línea de pobreza, 15 mil se encuentran en la indigencia, y muchas de esas personas son mujeres. Mujeres que han sido despedidas de sus puestos de trabajo, que son jefas de hogar, que han debido alimentar a sus hijas e hijos en las ollas populares – sostenidas también, por mujeres – y encima, en quienes recae el imperativo moral de “quédate en casa” o de una “libertad responsable”, como si estas mujeres pudieran quedarse en su casa (en el caso de que tengan casa). Todo esto va minando la salud física y mental de las mujeres.
También somos las mujeres las que sufrimos la sobrecarga del trabajo en casa, en la modalidad de teletrabajo, muchas veces más desgastante que si estuviéramos en la oficina. Pero, además, el incremento en las tareas de cuidado, los niños y niñas en casa, el hacer los deberes – muchas veces convirtiéndonos en maestras o educadoras – las tareas domésticas que, al estar más tiempo en la casa, son dobles o triples, etc etc.
Todo esto repercute muy negativamente en la salud mental de las mujeres, en los problemas de sueño, de fatiga corporal, de lumbalgias y tendinitis, en los cuadros de depresión por aislamiento, y en el incremento de los episodios de violencia y de intentos de autoeliminación.
Ni hablar de las consecuencias del encierro en las mujeres que sufren violencia de género por parte de sus parejas, con quienes deben pasar largas horas del día en una amenaza constante.
Somos las llamadas “Primera línea”: las enfermeras, las auxiliares de servicio, somos las maestras y docentes, somos las “esenciales” … y todo esto tiene profundas consecuencias en nuestra salud.
Frente a esto, tenemos un gobierno que prefiere mantener y aumentar las exoneraciones a los grandes empresarios, mientras recorta los servicios sociales y de asistencia, como los programas y proyectos del MIDES o los mismos dispositivos de atención de mujeres en situación de violencia.
La salud de las mujeres colonienses: demoras, desigualdad y violencia institucional
A todo esto, se le suman las complicaciones para acceder a la atención médica, especialmente para las mujeres trabajadoras o las que se encuentran en situación de vulnerabilidad económica.
Las dificultades para recibir atención médica están perjudicando a miles de personas, especialmente a aquellas pacientes con enfermedades crónicas. Nosotras tenemos que realizarnos una serie de estudios obligatorios relacionados con nuestra salud sexual y reproductiva. Estudios que son esenciales realizarse de forma anual porque de esa forma se puede prevenir o detectar a tiempo enfermedades que podrían ser mortales. Estos estudios incluyen el PAP, la mamografía o la colposcopía.
Según informes que han sido difundidos en varios medios de comunicación, Uruguay registra un descenso considerable en la realización de los estudios ginecólogos obligatorios. Por ejemplo, los primeros dos meses del 2020 se realizaron unos 30 PAP por hora para detectar cáncer de útero. La realidad cambió drásticamente este año, en los primeros dos meses del 2021 los PAP descendieron un 61% y las mamografías un 75%.
También descendieron otros estudios, tratamientos y consultas de otras enfermedades graves.
La pandemia complejiza el acceso a los anticonceptivos, ya que se demora la consulta al ginecólogo para la obtención de las recetas que son obligatorias para retirar los métodos anticonceptivos o la pastilla del día después. Lo mismo sucede en la realización de los estudios ginecólogos que, por la pandemia, se evalúa si tiene carácter de urgente o no.
Esto es lo que enfrentamos muchas mujeres, y la situación está relacionada con la desigualdad social y economía. La mujer que se atiende en el hospital público entra en un circuito de consultas telefónicas, demoras de turnos presenciales, postergación de estudios, etc. Las mujeres que tienen acceso a su mutual, dependiendo de cuál sea, el acceso a la atención médica también se dificulta, aunque menos. Mientras que, en los servicios de medicina y clínicas privadas, la atención es más rápida. A estos servicios de salud solo puede acceder determinada clase social que puede pagar este tipo de atención.
La salud debería ser un derecho para todos y todas por igual, sin diferencias de acuerdo a los recursos. Todas las mujeres tenemos derecho de recibir atención de calidad en la pandemia porque nuestras vidas están en juego, y las demoras pueden ser fatales.
Sin embargo, las mujeres seguimos en la lucha en nuestros hogares, en nuestros barrios. Seguimos luchando contra la violencia, los abusos, etc. Seguimos colaborando con las familias que están sin empleo, armando actividades y saliendo a la calle.
En Colonia del Sacramento se está realizando un gran trabajo. A pesar de las limitaciones de la pandemia, las mujeres han estado en las calles contra el poder político y la justicia patriarcal.
El 8M se replicó en otras ciudades del departamento, como en Tarariras, donde se denunció la inoperancia y complicidad de la justicia patriarcal y machista, que no protege a niñas y niños que han sufrido abuso sexual.
La situación del departamento es alarmante: feminicidios, abusos sexuales a niñas y niños donde la justicia no toma medidas de restricción para proteger a los menores, y mujeres desaparecidas. Un intendente acosador, ediles misóginos que atacan la lucha de las mujeres y comunidades que guardan silencio por temor o por el “qué dirán”.
El trabajo y los efectos en la salud de las mujeres
Hoy, como ayer, los trabajos concentran muchos de los problemas de salud, y más ahora con el desarrollo de los trabajos precarios donde, en la mayoría de los casos, están ocupados por mujeres.
En los call center, las personas quedan con graves daños auditivos y también psicológicos por el estrés y la presión del trabajo y de sus jefes.
En el mundo de las aplicaciones como Pedidos Ya y otras, la movilidad es, como se dice, por “tracción a sangre” del trabajador o la trabajadora, que en muchos casos debe pedalear varios kilómetros y rápido, a riesgo de perder la mísera comisión por envío, y expuestos a bajas o altas temperaturas, y a los riesgos del tránsito en las ciudades grandes.
En las fábricas – como Yazaki de Colonia, donde nosotras conocemos a una compañera que hoy integra Pan y Rosas y que trabajó allí - el trabajo repetitivo y totalmente extenuante producto de las largas jornadas de trabajo, y las horas extras que se hacen de forma obligada – lleva a serios problemas crónicos de tendinitis, de lumbalgias, cervicalgia, problemas en las articulaciones, en las caderas, en la columna, várices y tantas otras consecuencias en la salud, que te quedan de por vida.
Las mujeres deben estar en la primera línea de la lucha
Frente a esto, nos preguntamos, ¿qué tenemos que hacer las mujeres? ¿Cuáles son las demandas y las peleas que debemos dar? ¿Cuál debe ser la plataforma de lucha del movimiento feminista hoy en nuestro país?
Desde Pan y Rosas pensamos que el Feminismo en todas sus variantes debe luchar por conquistar las mejores condiciones sanitarias para las mujeres. Inclusive sabiendo que bajo el sistema capitalista y patriarcal es prácticamente imposible conquistar el goce pleno de la salud integral para la población femenina, en especial para sus sectores más pobres.
Tenemos que luchar para que el gobierno destine más fondos a la salud pública, así como para la seguridad social.
Tenemos que impedir que el gobierno siga desmantelando los servicios sociales y de atención a las mujeres en situación de violencia.
Tenemos que luchar por un salario digno, que cubra la canasta familiar, por el fin de la precarización en los trabajos, esa precarización que tiene cara de mujer. Tenemos que acabar con los contratos precarios y la tercerización.
Tenemos que exigir un ingreso de emergencia para las personas y familias que, producto de la pandemia, han visto cortados sus ingresos. Pero un ingreso digno, no una miseria como hace ahora el gobierno que a las personas que tienen TUS les refuerza con $1200.
Para eso, no queda otra que afectar las ganancias de quienes más tienen, quienes se han enriquecido en todo este tiempo, y que inclusive en plena pandemia han visto incrementar sus ganancias. Estamos hablando de las arroceras, de los estancieros, de los frigoríficos, de los grandes terratenientes, de los bancos, de las grandes cadenas de supermercados, de las empresas constructoras que tienen contratos con el Estado, de las multinacionales que operan en las zonas francas, etc etc.
Es a ellas a quienes hay que tocarles el bolsillo, y volcar todos esos recursos a dar subsidios de emergencia dignos, garantizar el alimento del conjunto de la población, invertir en salud para que no se nos muera la gente en los CTI, etc.
Nosotras venimos de lanzar una Campaña por la liberación de las patentes de las vacunas, para que la salud de la población mundial no sea un negocio.
Nuestro Feminismo, que es Socialista, plantea que no hay perspectiva para la verdadera emancipación de las mujeres si no nos proponemos un horizonte superador del capitalismo patriarcal.
Porque, como decimos nosotras, ¡queremos el pan, pero también las rosas! |