El 11 de mayo de 2011, el entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto, exgobernador del Estado de México, fue abucheado y vapuleado por los estudiantes de una universidad privada. La sorpresa fue nacional y generó un movimiento masivo y juvenil que tomó las calles, identificándose como la Primavera mexicana y hermanándose con las luchas que le fueron contemporáneas: la Primavera Árabe, los Indignados españoles del #15M, la juventud chilena luchando por educación gratuita y, del otro lado de la frontera, el #OccupyWallStreet que había clamado “somos el 99%” ante la creciente desigualdad de Estados Unidos en un contexto de crisis económica. En ese marco, el #YoSoy132 trascendió las fronteras de nuestro país y fue conocido internacionalmente.
Nueve años han pasado desde que el priista de Atlacomulco se encerró en el baño del primer piso del edificio P de la Universidad Iberoamericana al ser expulsado por una movilización estudiantil un tanto improvisada. A continuación, ofreceremos una reseña crítica de dos libros que fueron publicados el primero, en orden cronológico, es Los indignados mexicanos: insurgencia juvenil frente al regreso del PRI a la presidencia (en lo sucesivo referenciado como A), coordinado por los doctores Helena Varela y Juan Luis Hernández Avendaño, directores de los departamentos de Ciencias Políticas y Sociales de los planteles en la Ciudad de México y Puebla respectivamente de la Ibero. El segundo es Irrupción estudiantil y acción ciudadana: más allá de 131 y #YoSoy132 (nuestra referencia B), coordinado por María Mercedes Ruiz Muñoz y Carlos Jesús Araujo Torres. Los números de las páginas estarán referenciados entre paréntesis.
Una vista desde adentro de la Ibero de lo que fue el #YoSoy132
El libro coordinado por Ruiz y Araujo ofrece un crisol de análisis interdisciplinarios y desde distintos enfoques. En el primer capítulo se hace uso del concepto del comunicólogo Antoni Gutiérrez-Rubí de “videopolítica”, la cual se convierte en un instrumento de resistencia y se reinventa la distribución de la información como tradicionalmente venía sucediendo, siendo una manera fundamental de combatir la desinformación de los medios oficialistas (B, pág. 20).
Dicha resistencia expresaba un hartazgo contra la manera del PRI de controlar a la población por medio de los medios masivos de comunicación, así como la denuncia hacia “la asociación perversa entre política y televisión” (A, pág. 14). Una pancarta de un estudiante anticipó el uso actual de las redes sociales y medios de comunicación alternativos que han caracterizado a la prensa independiente en la última década: “Televisa, TV Azteca: ahora nosotros damos las noticias. Facebook+Twitter+YouTube” (B, pág. 21).
El descontento de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana contra Peña Nieto no venía solamente del hecho de que el mexiquense hubiese ordenado la represión de San Salvador Atenco en 2006, sino que es una práctica de los gobiernos del Estado de México en donde se vuelve moneda corriente el uso de la policía para amedrentar a los sectores disidentes de las políticas del gobierno (B, pág. 23). El uso del aparato mediático del PRI y su control de los medios tradicionales de comunicación fue lo que en realidad enfureció a los estudiantes de la Ibero. Para ellos, la respuesta fue “negativa, sesgada, muy parcial, pues nosotros nos molestamos y fue cuando empezamos a sacar fotos en Twitter [diciendo] ‘mira lo que están diciendo estos cabrones’” (B, pág. 58); “lo que más me indignó fue la manipulación de los medios y sobre todo el desdén hacia los estudiantes” (A, pág. 42).
En una elección donde los medios de comunicación tradicionales habían, prácticamente, adelantado el triunfo de Peña Nieto y donde, debido a la configuración del sistema político mexicano, “la ciudadanía se circunscribió al acto de votar” (A, pág. 13), el surgimiento del 132 —cuando menos y según los autores— logró meter una bocanada de aire fresco de un sector de la población que no estaba dispuesto a permitir que el “dinosaurio” ocupara, nuevamente, la silla presidencial (B, pág. 98). Lo que sí podemos afirmar es que “el #YoSoy132 fue un despertar juvenil masivo, espontáneo y heterogéneo que cuestionó el proceso electoral del 2012, enormemente progresivo más allá de las contradicciones políticas e ideológicas que se mostraban en sectores que lo integraban”. [1]
Ahora bien, hay que plantearnos qué ocurría en la Ibero y cómo se encontraba el estudiante promedio con respecto al resto de la sociedad. Antes del 132, se veía al estudiante Ibero como un joven despolitizado e ignorante (B, pág. 30), de clase acomodada que vivía alejado de la realidad del país. Justamente un año antes se había vuelto viral un video donde les preguntaban cosas básicas y que “demostraba” la ignorancia de dicho sector de la población; aunado a eso, las manifestaciones juveniles solían proceder de sectores de educación pública como la UNAM, la UAM, el Politécnico y colegios como el de Bachilleres. La irrupción de la Ibero como catalizador es correctamente señalado como una novedad en el espacio político y que evidentemente complejiza las percepciones previas. A pesar de ello, “el #YoSoy132 puso a discusión cuestiones claves que expresan la antidemocracia, la represión y el verdadero carácter de la ‘transición democrática’ que preservó al PRI como una de sus cartas fundamentales ante el desgaste del panismo”. [2]
En ese sentido, la reflexión de Ismael Frías (A, cap. 5: “Los indignados en México, un cambio de conciencia”, págs. 113-126), señala elementos clave. El fenómeno de los indignados, que ciertamente no fue exclusivo de México, son consecuencia de las crisis de representatividad y que “se escuda en un orden económico que podría poner en jaque los intereses de la sociedad” (A, pág. 117). Es lo que el marxista italiano Antonio Gramsci se refería como una crisis orgánica, la cual se caracteriza como “el fracaso de una gran empresa”. Sin embargo, en México esta situación no se vería sino hasta 2014, con la desaparición de los 43 de Ayotzinapa ya que “todos los partidos en las elecciones habían acordado un pacto de civilidad y de respeto a los resultados electorales”. [3] El 132 a lo sumo es una antesala inmediata de esa coyuntura que estallaría en el mandato de Peña Nieto. Esas tendencias a la crisis orgánica son las que marcaron (y siguen marcando) el panorama político en México y en el mundo (A, pág. 105).
El 132 se compuso de una generación de jóvenes que “vivimos en nuestra niñez la decadencia del priismo, y después, cuando ya teníamos alguna conciencia de la política mexicana, pudimos ver a un Vicente Fox haciendo un ademán de victoria con las manos, tomando el cargo de presidente. […] Todos me hablaban de un gobierno [priista] intolerante que desaparecía gente” (A, pág. 118). Creemos, sin embargo, que estas palabras no alcanzan a describir el panorama.
La generación millenial, que por esos años los medios de comunicación ya señalaban como apáticos e irresponsables, se había criado en México bajo el discurso de la alternancia democrática. Luego de 70 años de gobierno ininterrumpido del PRI, se nos inculcó que ese “dinosaurio” autoritario no volvería a ser elegido o que, cuando mucho, pasarían varios años hasta que volviera a ocupar la presidencia. Se suponía que la democracia había llegado, “por fin”, a México, con un ejercicio de pluripartidismo y transparencia.
Aunque esta percepción es sumamente limitada y llevaba a percibir como alternativas a otros partidos igualmente empresariales, como el PAN o el PRD, el hecho es que los jóvenes encontraron a un candidato “de telenovela” armado con un discurso vacuo y cuya cónyugue, exactriz de Televisa, había contraído un matrimonio bendecido por el Papa Benedicto XVI en 2009. Sin mencionar, por supuesto, los comentarios clasistas de su hija Paulina hacia “los miembros de la prole”. ¿Este era el futuro presidente de México?
Pero esta situación se complementa con lo que describen Marcela Portillo y Luis Ulises Vera (B, cap. 7: “Las derivas del #YoSoy132”, págs. 173-196) cuando señalan datos concretos como que en 2010, según la Asociación Mexicana de Internet, 34.9 millones de personas eran internautas y 70 % de la población tenía acceso a internet y computadora, así como que 50 % de esa población eran jóvenes repartidos en 27 % entre 12 y 17 años y 23 % entre 18 y 24 años (B, pág. 177). Según los autores, “la inconformidad estudiantil con el candidato Peña Nieto [fue] escuchada en tiempo real por una gran cantidad de público que seguía esa mañana la programación habitual [en Ibero 90.90, la estación de radio de la Universidad Iberoamericana]” (B, pág. 178). Era un cóctel de alta población internauta mezclado con el hecho de que Ibero 90.90 transmite a 3000W de potencia; “las condiciones estaban dadas para que fuera posible” (ibídem).
“El despertar de los jóvenes”
Un elemento que poco se conoce es el hecho de que Peña Nieto en realidad fue invitado dos veces a la Ibero. Como lo señala la propia dra. Varela en su contribución (A, cap. 3: “Jóvenes, democracia y política: de objetos a sujetos de poder”, págs. 83-100), así como los ya mencionados Portillo y Vera (B, pág. 176), se trataba del foro “El Buen Ciudadano”, [4] organizado por el Consejo de Presidentes de Sociedades de Alumnos (COPSA) y la Asociación de Egresados de Ciencias Políticas y Administración Pública; el foro fue moderado por el entonces coordinador de la licenciatura en Ciencias Políticas, el dr. René Torres Ruiz.
Sin embargo, Peña Nieto, que había accedido (igual que el resto de los candidatos) a participar en el evento, canceló su participación, originalmente fechada para el 24 de abril de 2012 y que posteriormente se reagendó, justamente, al 11 de mayo, con Peña Nieto volviendo a cancelar, pero confirmando pocas horas después su asistencia al campus de Santa Fe. Este incidente dio la impresión de que el exgobernador mexiquense estaba jugando con los jóvenes (A, pág. 92) y que no le daba seriedad al asunto.
Ya desde la mañana, en entrevista con Carmen Aristegui, se daba cuenta del ambiente tenso al interior de la Ibero, con los estudiantes organizando algunas muestras de rechazo a su figura. Otro elemento a considerar es que específicamente fueron los estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación quienes estuvieron más al frente del repudio al candidato. Esto se debe a una particularidad del plan de estudios de esa carrera en ese momento: los estudiantes de Comunicación se encontraban realizando un proyecto sobre la represión en Atenco, por lo que conocían perfectamente los incidentes de violación, asesinato, uso excesivo de la fuerza y el mapeo de los responsables, a cuya cabeza se encontraba justamente el entonces candidato y cuyo papel los estudiantes le achacaron en su cara ese 11 de mayo de 2012 y que fue uno de los elementos altamente progresivos del movimiento desde sus orígenes.
No obstante, lejos de ser una acción coordinada, los testimonios en ambas publicaciones señalan que eran en realidad relativamente pocos estudiantes y sueltos (A, pág. 93) (B, pág. 57), pero al ver que eran más de lo que pensaban, la masa de estudiantes por sí sola fue creciendo. A esto se añadió otro elemento que avivó el fuego: el uso de acarreados, mismos que acapararon las filas de hasta enfrente del auditorio José Sánchez Villaseñor con copetes y pancartas en favor de Peña Nieto, mismas que tenían el objetivo de bloquear el descontento de los demás asistentes al evento e, incluso, quitándole a otros sus pancartas de protesta (B, pág. 57) y amedrentando a miembros de la comunidad (A, pág. 25).
La justificación de la represión en Atenco fue vista como una provocación (A, pág. 29) por parte de la comunidad, misma que expresó de inmediato su indignación y repudio a la respuesta del candidato, obligándolo salir por la puerta lateral del auditorio, siendo recibido por cientos de estudiantes de la Ibero en la explanada del campus que no habían podido ingresar al recinto y que lo persiguieron hasta que el candidato se arrinconó en el baño del primer piso del edificio P, no pudiendo concretar la entrevista que tenía programada en la estación de radio de la universidad, ubicada en el segundo piso de ese edificio.
Empero, lo que logró catalizar el descontento al dinosaurio fue la respuesta del futuro secretario de Energía, el entonces presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, haciendo afirmaciones sobre que quienes protestaron eran en realidad una minoría, señalándolos como porros y que muchos “ya estaban mayorcitos” (A, pág. 94). Fue esta la chispa que encendió la rabia de los estudiantes de la Ibero. Esta versión fue reproducida en El Sol de México, medio propiedad de los Vázquez Raña, muy cercanos al PRI (A, pág. 42).
Estos dos elementos motivaron a los jóvenes de la Ibero a mostrar sus rostros, que en realidad eran 128 —aunque, debido a la convocatoria en redes, los organizadores del video recibieron muchos más—, pero por un error de cálculo se publicó como 131 estudiantes (B, pág. 58). El 19 de mayo, mientras se daba la marcha que culminaba con la incorporación de los estudiantes de la UNAM y el IPN a la lucha de la Ibero y el ITAM contra Televisa y el PRI, Denisse Dresser publicó un tweet (A, pág. 124) donde quedó plasmada la consigna abrazada por la juventud mexicana: #YoSoy132.
El libro coordinado por Ruiz y Araujo ofrece miradas multidisciplinarias desde exalumnos, profesores investigadores y miembros de la comunidad jesuita que dan cuenta del clima previo, durante y posterior al surgimiento del #YoSoy132, así como las vivencias y situaciones en otros estados. El lector encontrará muy informativos los apartados sobre el movimiento en Puebla y en Tijuana, donde confluyeron con el activismo fronterizo y del Occupy Wall Street.
Por su parte, el libro coordinado por Varela y Hernández Avendaño da una interesante cronología de los sucesos de ese 11 de mayo de 2012, recorriendo desde un punto de vista de análisis político las consecuencias que tuvo el “despertar de la juventud”. En particular destacamos que, si bien el libro habla sobre “la insurgencia juvenil frente el regreso del PRI a la presidencia” —y a pesar de haber sido publicado en 2017— no hay un análisis tan exhaustivo (como sí lo hubo del 132) en lo que respecta a la participación en el movimiento por Ayotzinapa, y habría sido enriquecedor contemplar la experiencia de quienes en su momento integramos el colectivo Ibero se Suma. El libro concluye con un balance del movimiento por Pablo Reyna, donde compartimos varios aspectos, pero diferimos en otros; esperamos poder ahondar en ellos en próximos artículos desde esta revista.
Referencias
A. Varela, H. y Hernández J. (2017) Los indignados mexicanos: insurgencia juvenil frente al regreso del PRI a la presidencia, México: Colofón.
B. Ruiz, M. y Araujo C. (2018) Irrupción estudiantil y acción ciudadana: más allá de 131 y #YoSoy132, México: Universidad Iberoamericana. |